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Carmen Pacheco Rodríguez, Carmen Linares por la ciudad que le vio nacer en 1951, es una de las grandes del cante flamenco. Tan grande es ... que este año recogerá el Premio Princesa de Asturias, el más prestigioso galardón del mundo de la cultura en habla hispana. Pero, como todo en la vida, se lo toma con una sonrisa y con la misma humildad que ha caracterizado una carrera que comenzó desde abajo para llegar a lo más alto. En este verano, Granada –su segunda casa, como ella misma afirma– ha tenido el lujo de verla cantar en el programa 'Lorca y Granada en los jardines del Generalife', organizado por la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, dentro del espectáculo 'Jondo. Del primer llanto, del primer beso', creado por la empresa SEDA Producciones.
–A estas alturas de su carrera, ¿cuál es su motivación para cantar?
–Porque para mí cantar es como respirar, lo llevo en el ADN. Canto desde muy niña, y es algo clave para mi vida. Además de ser mi profesión, una profesión que me gusta y que adoro, me da muchísimas satisfacciones. Cantar es mostrar lo que tienes dentro: el cariño, las sensaciones... Y es algo que puedo seguir haciendo, afortunadamente. Y sigo cantando porque creo que tengo cosas que decir. No sé cuándo me jubilaré.
–¿Cuál es el secreto para mantenerse tantos años en un mundo tan complejo como el del flamenco?
–No sé si hay un secreto, pero pienso que cuando un artista hace su trabajo con honestidad, con verdad, dando lo que tiene, yendo paso a paso, no se sube a esas montañas rusas en que se ve a otros artistas. Hay personas que ascienden tan deprisa que luego no son capaces de asumir las bajadas.
–Se habla mucho de eso, de que las carreras en el flamenco se hacen sólidas al pasar por peñas, por tablaos, conociendo a fondo la profesión. ¿Cuál ha sido su 'cursus honorum' artístico?
–Primero, comencé con mi padre, que era guitarrista, cantando en fiestas familiares o del colegio. Todo fue surgiendo de manera natural. Subir a un escenario y que te aplaudan demasiado pronto no es bueno. La mente humana necesita aclimatarse. Y luego, claro, he pasado por peñas, por tablaos, por festivales, acompañando a bailaores por medio mundo, porque el aprendizaje del flamenco es largo, constante, nunca termina.
–¿Qué opina del 'fenómeno Rosalía'?
–Creo que tras ella hay mucha mercadotecnia, pero también talento. No ha sido el único caso en el mundo del flamenco, pero la mayoría: Arcángel, Poveda, Estrella... han llegado donde han llegado yendo paso a paso. La música que hace Rosalía es de consumo rápido, y con el paso del tiempo tendrá que reinventarse. Si lo hace bien, seguro que mantendrá su éxito durante mucho tiempo.
–¿Cuándo la presentaron por primera vez como «leyenda del flamenco», usted empezó a asustarse?
–(Risas) Es una palabra muy bonita. Es un piropo, sin duda. Y equivale a largo recorrido. Espero ser leyenda viva mucho tiempo.
–Y el Premio Princesa de Asturias, ¿es otro piropo?
–Recibí la noticia con muchísima ilusión y alegría, por lo que significa para el flamenco, que hasta este momento solo había estado representado por Paco de Lucía. Y compartirlo con una artista como María Pagés es un honor.
–Mirándolo con frialdad, ¿la declaración del flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad está beneficiando a este arte o no le está aportando nada?
–Creo que le aporta, y mucho. Lo más importante, sin embargo, es que no se mire al flamenco como un objeto de museo, intocable. El arte tiene que ir evolucionando con los tiempos, aunque se mantengan las raíces. A partir de esa base, caben muchos desarrollos, instrumentales y vocales. También es importante la declaración para que las instituciones tomen conciencia de que el flamenco es un bien a proteger.
–Este mismo ciclo de Lorca y Granada que organiza la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales es una buena iniciativa en esta dirección.
–Así es. El flamenco lo hacemos grande entre todos, desde esos tablaos por los que han pasado los más grandes, como Mario Maya, Manolete, Enrique Morente, Camarón, Tomatito y tantos otros, hasta ciclos como este. Yo he aprendido mucho en los tablaos. Con programas como este del Generalife reivindicamos la figura de Lorca, y esto es algo que debemos mantener a toda costa.
–¿Qué necesita el flamenco hoy, según su visión?
–Apoyo, público y privado. En mis giras por Estados Unidos descubrí la importancia del mecenazgo privado, algo que en España sigue sin desarrollarse convenientemente, con una ley que lo respalde y que permita que las empresas inviertan parte de sus beneficios en cultura. En 1973, debuté en el Carnegie Hall gracias al patrocinio privado. Y ofrecimos recitales en universidades, que incluían actos sociales posteriores donde los estudiantes te preguntaban sobre el arte flamenco, porque había muchas ganas de conocerlo. El mecenazgo es clave no solo para facilitar actuaciones, sino para que los artistas puedan invertir para mejorar sus compañías.
–Se acabó también el tiempo en que un cantaor era un autodidacta, a veces con una pobre base cultural.
–Desde luego. Hoy estudiar es clave. Es cierto que ahora hay muy buenos maestros, y son muy importantes porque cuanto más sepas de tu arte, mejor. Nosotros no tuvimos maestros, aprendimos a base de escuchar discos y conocer la tradición oral. Hoy, un cantaor, como cualquier artista, debe aprovechar los medios de aprendizaje que se ponen a su alcance, porque así será cada vez mejor.
–¿Por qué hay que venir a ver este espectáculo, 'Jondo'?
–Porque es un buen espectáculo, que permite acercarse a Lorca a través de cinco de sus personajes, porque la puesta en escena está muy bien hilada y es rompedora. Creo que el espectador se llevará grabadas en la retina algunas de las imágenes del espectáculo, porque tienen mucha fuerza. Y luego está ese estupendo guitarrista que es Pino Losada, y el talento de Eduardo Guerrero, muy grande.
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