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José Antonio Muñoz
Domingo, 21 de mayo 2023, 00:08
La I República Española fue un primer intento de gobernación al margen de la monarquía, que se sitúa históricamente entre la renuncia del rey Amadeo de Saboya (fracasado intento de instaurar una dinastía extranjera tras la caída de Isabel II), y la reinstauración del régimen monárquico con Alfonso XII, hijo de esta. Fue un periodo convulso, también en Granada. Este año se cumplen 150 desde la proclamación de aquel régimen, e igualmente siglo y medio desde que se produjo el fenómeno cantonal, que supuso el levantamiento de las ciudades y la creación de una pléyade de 'polis autogestionadas', y que devino en una situación que no hizo sino acentuar el caos institucional en que quedó sumido el país.
El abogado e investigador Miguel Ruiz de Almodóvar Sel ha estudiado en profundidad el fenómeno del cantón de Granada, una experiencia que convirtió a Granada desde el 20 de julio hasta el 13 de agosto de 1873 en una ciudad independiente. «Me sorprendió enormemente que algo tan relevante y tan serio sea tan poco mencionado en los libros de historia, se trate de una forma tan poco profunda e incluso se tome a broma», afirma. Por ello, eligió este tema para su toma de posesión como miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Granada. «Y el tema sigue estando de actualidad, porque 150 años después, se sigue sin reconocer la particularidad de nuestro territorio, que tiene una historia detrás cuya importancia no reconoce, a mi entender, el Estatuto de Autonomía», añade. Uno de los jalones de esta historia, sin duda, es este «movimiento insurreccional» contra el poder central de la I República, «independentista pero no separatista». No en vano, el Boletín Oficial del Cantón encabezaba sus proclamas con la frase: «¡Ciudadanos: antes que todo, Viva España!».
Granada buscó su autonomía provincial como panacea para solucionar sus problemas de todo orden, después de que se sintiera desatendida por aquel Estado central que fue proclamado el 12 de febrero desde el balcón del Ayuntamiento por oradores como Melchor Almagro Díaz. Entre los actores principales del levantamiento, Ramón Maurell López, de quien este año se cumple el centenario de su muerte, un personaje muy introducido en el ambiente periodístico y económico de la época. El presidente del Comité de Salud Pública del cantón –nótese la referencia directa a la Revolución Francesa– fue Francisco Lumbreras, un comerciante procedente de La Rioja. Manuel Chinchilla, Fermín Camacho Baltanás o Diego de la Cruz fueron algunos nombres de quienes integraron el consejo de gobierno, hasta un total de 10 vocales, todos ellos representantes de la pequeña burguesía, que díasd después del levantamiento tomarían posesión de sus comisiones o ministerios de Gobernación, Guerra, Gracia y Justicia, Fomento, Hacienda y Peticiones.
Durante 23 días, en la Torre de la Vela no ondeó otra enseña que la bandera roja del cantón. Pero el cantón fueron mucho más que gestos, ya que de forma inmediata puso en marcha 30 medidas destinadas a fortalecer ese Estado dentro del Estado en que se convirtió Granada. Entre ellas, separación de Iglesia y cantón; limitación de sueldos para los cargos públicos; abolición del Registro de la Propiedad –se crea uno municipal y gratuito– y eliminación práctica de la figura de los notarios; libertad de pesca con artes autorizadas; enseñanza gratuita y obligatoria... Y por encima de todas, un lema: «Pena de muerte al ladrón y al incendiario».
«En Granada serían tres semanas de anarquía y desorden, al mando de unos gobernantes, que quiero creer actuaron de buena fe, aunque ingenuamente y por supuesto preñados de un claro romanticismo, que consideraron que con la declaración de la independencia se solucionarían todos los males. En síntesis, se trataba de una especie de revolución burguesa, que perseguía la redención y liberación del pueblo de la opresión centralizadora del Estado, a través de su descentralización más radical», comenta Ruiz de Almodóvar.
Entre los gobernantes hay casos curiosos como el de Francisco Calvo Muñoz, quien días más tarde proclamaría otro cantón en su pueblo natal, Alhama. Aunque el cantón tenía vocación provincial, la mayoría de las grandes poblaciones como Guadix, Baza o Loja siguieron fieles a la legalidad republicana central.
El 12 de agosto, y tras una negociación perdida de antemano, el general Pavía entró en la estación de tren y puso fin al sueño cantonal sin disparar un solo tiro. Una coplilla quedó flotando en el aire: «Creían los granadinos; que las tropas no venían; y vienen ocho mil hombres; con el general Pavía».
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