Miquel Barceló ayer en la sede de la Fundación Ortega Marañón, en la que presentó sus atípicas memorias. Blanca Millez / EFE
Arte y libros

La caóticas memorias del incorrecto Miquel Barceló

El artista mallorquín colgará tres grandes tapices de inspiración bíblica en la reconstruida catedral de Notre Dame. En sus caleidoscópico autorretrato libresco mezcla palabra e imagen para repasar las claves vitales y creativas

Jueves, 14 de noviembre 2024, 17:45

«Nadar, pintar y leer es para mí un buen día, y hago las tres cosas desde que tengo memoria». Lo dice Miquel Barceló (Felanitx, 1957), artista tan incorrecto como internacional que ha decidido mezclar palabra e imagen en un caleidoscópico y caótico autorretrato en forma de libro: 'De la vida mía' (Galaxia Gutenberg). Fiel lector de poesía, recurre a un verso de Góngora para titular unas memorias desordenadas publicadas ya en francés y que aparecen en español cuando prepara tres grandes tapices bíblicos para la reconstruida catedral de Notre Dame.

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«Si lo puedes decir, no lo pintas», asegura el también escultor, dibujante, alfarero y tejedor. El polifacético artista mallorquín que se tiene por «un buen lector y un mal escritor» ha escrito «toda la vida sin voluntad artística». Admite que su libresco autorretrato «se parece a una fotonovela» y tiene algo que ver con un cuadro, «porque se conforma con muchas capas, con gestos brutales y sencillos, y una parte oculta».

Así se ve el artista en sus cuadernos. Francesca Mantovani

Recorre biografía y obra con más desorden que concierto, saltando de su infancia a la vida de sus padres, a su isla natal, el mar, los animales, la creación, sus referentes plásticos o los lugares en los que ha vivido y pintado. Lo escribió originalmente en francés -«mi latín, porque me da impunidad absoluta». «Si tuviera pretensiones lo haría en catalán o castellano y sería una mierda», ironiza.

Elude hablar de algunos de sus amigos más famosos, como Warhol o Basquiat, pero no de Curro Romero o Camarón y detalla su fascinación por África y el arte prehistórico. Muestra sus talleres –«mis cuevas»– en Mallorca, París, o Bamako y como aborda en cada uno la pintura, la escultura o la cerámica. Habla de sus icónicas y monumentales intervenciones, como el mural cerámico en la capilla del Santísimo en la catedral de Mallorca, la cúpula de la sala de derechos humanos en la sede de la ONU en Ginebra, o las vidrieras de la Biblioteca Nacional de Francia en París.

Noé y Moisés

La próxima serán tres gigantescos tapices de seis por cuatro metros para la restaurada catedral de Notre Dame, devastada por las llamas el 15 de abril del 2019 que Barceló vivió y sufrió «como un vecino más de mi barrio parisino». Estarán dedicados a figuras como Noé o Moisés e inspirados por temas del Antiguo Testamento y se colgarán en una capilla del lateral norte del templo, según confirma la archidiócesis de la capital francesa.

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Los animales son un tema recurrente de Barceló. Francesca. Mantovani

«He trabajado en cartones, como Goya, y he entregado ya alguno, pero aún tardarán dos o tres años en confeccionarse», explica. Se tejerán en los legendarios talleres de la manufactura Les Gobelins «con algodón, seda, y materiales sintéticos, alguno luminiscentes», detalla su creador, que pactó con la autoridad eclesiástica la temática y las condiciones técnicas de las piezas. «No tendrán relieves para evitar el acúmulo de polvo», precisa.

Cree que no asistirá a la solemne ceremonia de reapertura del templo parisino en la que el presidente francés, Emmanuel Macron, quiere rodearse de genios y mandatarios de todo el mundo. «Seas creyente o no, me alegra mucho participar en la recuperación de la catedral», se felicita el artista. El pintor británico-keniano Michael Armitage realiza otras cuatro piezas textiles para la catedral.

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Pieza de Miquel Barceló incluida en el libro. Andre Morin

'De la vida mía' rezuma pasión por la naturaleza. Habla del olor a calamar podrido y pescado de las barcas de su pueblo «que para mi es como la magdalena para Proust». Recrea peces, burros, cerdos, toros, vacas o los quince perros que ha tenido y que se cuelan en sus escritos y obras. «Nombrar es pintar, pero no se aprende a pintar mirando la naturaleza. Se aprende mirando pintura», sostiene.

No cancelar

intar es equivocarte, aceptar lo que sale. Como les pasa a los malabaristas, si te paras, todo se derrumba», asegura hoy desde la atalaya del éxito y su estratosférica cotización, reconociéndose tan incorrecto como su admirado Pablo Picasso. «No hay que invocar a las malas bestias que admiramos, pero tampoco hay que cancelaras, hay que abrir venanas», dice pensando en «monstruos» como Céline. «Lo pintores vivimos de la incorrección. Cuando empecé decían que la pintura había muerto y eso me hizo absolutamente libre», señala.

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El olor a pescado es para Barceló como la magdalena para Proust. Francesca Mantovani

Reacio a leer en soporte digital, vive «rodeado de montañas de libros, pero sigo comprando, porque leer me hace pintar». En especial cuando los termómetros suben sin piedad. «En África, con días de temperaturas entre los 45 y los 50 grados, no conseguía dibujar, pero sí escribir», rememora sus día en Mali.

Joan Tarrida, su editor, destaca la paradoja de que Barceló tenga doce títulos en su sello pero solo este con textos originales. Se suma a los ilustrados de la 'Divina Comedia' de Dante o 'La transformación' de Kafka y a sus cuadernos de África y el Himalaya y varios libros sobre su obra.

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Tarrida le encargó la memorias «hace casi veinte años», pero Barceló no tuvo ganas de afrontarlas hasta que en un viaje a Japón empezó a mirar fotos, cuadernos y recuerdos familiares. Comenzó a esbozarlo «aislado y sin Goolge». Unas charlas con la editora francesa Colette Fellous le indujeron a «reescribir» el texto que ha traducido al castellano Nicole d' Amonville Alegría y Emili Manzano al catalán.

Mucho por pintar

Con 67 años cumplidos, sabe Barceló que a esa edad Miró y Picasso ya habían depositado su legado en sendas fundaciones. «He hecho las memorias, que son un esfuerzo, pero no pienso mucho. Aún me queda mucho por pintar», desafía.

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Miquel Barceló. Blanca Millez / EFE

Llegó a plantearse que un buen lugar para una fundación sería el país dogón, en Mali, «pero la guerra lo impide», lamenta. Su amigos africanos le cuentan «que los islamistas secuestran a la gente y que hay masacres indiscriminadas». 2Son conflictos habituales entre sedentarios y nómadas, a los que se añade las consecuencias de las guerras poscoloniales» explica. «He viajado a muchos otros lugares del mundo, pero allí tenía mi casa», se duele recordando que durante dos años dio clases en el conservatorio de artes de Bamako, pero de momento todo aquello se ha terminado.

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