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José Antonio Muñoz
Granada
Jueves, 15 de diciembre 2022, 00:39
La escritora Carmen Posadas fue la última invitada del Aula de Cultura de IDEAL en 2022. El Colegio de Niñas Nobles fue el escenario donde se desarrolló la conferencia de la autora, en torno a su más reciente libro 'Licencia para espiar' (Espasa), en un acto patrocinado por Fundación 'la Caixa' y en el que estuvo acompañada por el subdirector de IDEAL, Quico Chirino. El público interesado tanto en el tema como en la trayectoria de Posadas disfrutó con una charla amena, plagada de conocimiento y anécdotas.
El oficio de espías ha tenido entre las mujeres a muchas de sus mejores practicantes. Posadas se remontó a los orígenes, a la Biblia, para contar la historia de Rahab, o de Dalila, mujeres que utilizaron su belleza, su astucia, o ambas artes, para conseguir sus objetivos, la perdición de los hombres que enamoraron y sus países. Porque el 'sexpionaje' es uno de los métodos más habituales para conseguir información, como recordó Posadas. Y el más conocido de los espías del cine, James Bond, es un buen ejemplo de ello. De hecho, la autora puso nombres a los espías que utilizaban sus habilidades amatorias: golondrinas para ellas y romeos o cuervos para ellos. «En la Guerra Fría, muchas mujeres situadas en puestos claves, algunas de ellas casadas, y entradas en años en muchos casos, vivieron la aparición de un guapo efebo de nombre Wolfgang o Günther, que las cubría de atenciones, les regalaba flores, les proporcionaba buen sexo y se ofrecía, incluso, a acompañarlas en su trabajo. Luego, discretamente, fotografiaba los documentos que manejaban. Y una tarde cualquiera, mientras preparaban el té, venía a verlas la policía y las detenía».
Y desde lo más clásico a los más moderno, Posadas hizo un repaso al espionaje actual, que podemos palpar en nuestro día a día. «Unos amigos me contaron que una mañana se les rompió el tostador. Poco después, ambos recibieron, por separado, ofertas para comprar tostadores. Nos escuchan, y cuando le dejamos a cualquier empresa que instale 'cookies' en nuestro ordenador o nuestro teléfono móvil, desde ese momento, lo sabe todo de nosotros», aseguró.
La charla fue una montaña rusa histórica, desde casos tan actuales como el de Corinna Larsen, que podría haber sido una excelente espía por el lugar que ocupó, hasta momentos históricos tan importantes como la transición de la República romana al Imperio, cuando Julio César pergeñó un código propio, el Código César, consistente en sustituir la primera letra del alfabeto por la cuarta. Pero es importante manejar la información de manera adecuada: ese mismo César que creó el código fue muerto, víctima de una conjura de la que sus espías, no solo los famosos augures, le avisaron. «Calpurnia, la madre de Bruto y amante de César, avisó a este de que había una conjura en la que su hijo estaba implicado. Pero la soberbia impidió que César salvara la vida».
La realidad, a veces, supera a la ficción. Tal fue el caso de uno –¿o una?– de los espías más eficaces de la historia y el más enigmático del libro: Charles-Geneviève de Beaumont, caballero d'Éon, al principio, y más adelante mademoiselle Lía de Beaumont. ¿Era hombre, mujer... hermafrodita, tal vez? Amén de reyes y emperatrices, con los que supuestamente tuvo contacto íntimo, logró confundir al mismísimo Giacomo Casanova, que nunca supo si había tenido relaciones con un hombre o una mujer. Mata-Hari, una doble espía «muy mala», o las conexiones entre espionaje y periodismo, fueron otros de los aspectos tratados en la charla.
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