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Alba Guni, junto al último carro de carretes revelados y el escáner de negativos, muy difícil de encontrar. ARIEL C. ROJAS
El carrete está de moda en Granada
La Química

El carrete está de moda en Granada

La artista Alba Guni abrió en febrero un estudio de fotografía analógica que multiplica cada mes sus clientes, que son, principalmente, veinteañeros

Domingo, 22 de diciembre 2024, 00:08

El interior de la tienda, La Química, en el número 6 de Moral de la Magdalena –el soho granadino–, parece una pintura de Edward Hopper. Una mesa de supermercado, butacas de una sala de cine, muebles sacados de otra época... «Me gustan los objetos antiguos. Los colecciono», dice Alba, sonriente, detrás del mostrador. A su lado hay carretes. Muchos carretes. Junto a la mesa, de hecho, hay un carro de la compra repleto de carretes. «Estos son de los últimos tres meses... Y no están todos los que he revelado». Justo en ese momento entra una chica, veinte años, preguntando por un carrete para su cámara. «Menos mal, lo necesitaba», dice la joven. «Esto es lo normal, sí, nada raro –responde Alba, viendo la cara de sorpresa del periodista al escuchar 'lo necesitaba'–. La mayoría de mis clientes son jóvenes que están descubriendo la magia de la fotografía analógica. Y son muchos. Cada vez más».

Se llama Alba Almagro (Úbeda, 28 años), pero todos la conocen como Alba Guni. «Por 'Los Goonies', la película. Supongo que de ahí me viene el rollo de Cyndi Lauper...», guiña Alba, que tiene mechas rosas y podría protagonizar un videoclip de los 80. «Mi familia tiene un Anticuario, en Úbeda. De ahí el gusto». Alba se licenció en Bellas Artes, en Sevilla, y comenzó a ganarse la vida como ilustradora. «Me vine a Granada a hacer un Máster de Fotografía Publicitaria y ya me quedé».

Alba Guni, con negativos en su tienda. ARIEL C. ROJAS
Imagen principal - Alba Guni, con negativos en su tienda.
Imagen secundaria 1 - Alba Guni, con negativos en su tienda.
Imagen secundaria 2 - Alba Guni, con negativos en su tienda.

En 2015 le dio por revelar fotografías en el baño de su casa. «Me parecía algo muy bonito... Todo el que prueba lo analógico, deja lo digital: la textura, la magia que tiene la foto, eso te cautiva. No hay punto de comparación. Con el móvil tienes mil fotos y no ves ninguna... Esa es la clave: las fotos reveladas son fotografías de verdad». Y en esas estaba, enamorada del proceso, cuando le saltó una alerta en su cuenta de Wallapop: «Encontré el escáner de negativos que quería. Es muy, pero que muy difícil de encontrar. Los había visto por Estados Unidos, China... pero de repente apareció uno en Mallorca. Lo compré».

Ese escáner fue lo que le impulsó a abrir La Química, un estudio de fotografía donde se compran carretes y cámaras analógicas, y se revelan a la antigua usanza. «Y cada mes viene más gente. Yo no paro. Sobre todo gente joven que curiosea con cámaras de sus padres o que son aficionados a la fotografía. Y luego, al otro lado, también tengo otros clientes, de 70 y 80 años, que llevaban tiempo sin hacer fotos analógicas porque pensaban que habían cerrado todos los laboratorios». Sí, lo vintage ha unido a nietos y abuelos.

Un proceso mágico

Por el laboratorio de Alba pasa de todo: desde celebraciones, diapositivas, sesiones de fotos para redes sociales, conciertos... a viajes y recuerdos que aguardaban olvidados en algún cajón de casa: «Hace poco saqué un viaje por Yemen que ahora sería imposible... o una boda en los 60. En general, todo lo que revelo es muy bonito».

El simple proceso de llevar un carrete a la tienda seguro que a más de uno le trae recuerdos emocionantes. Curiosamente, para la mayoría de clientes de La Química es un proceso nuevo: «Lo primero que pido es que rellenen un formulario con las preferencias del revelado. De ahí pasa al laboratorio. No necesito cuarto oscuro, lo hago dentro de un saco. Luego, lavado final, abro el tanque, sale la película y lo deja secar». Cuando el negativo está listo, Alba lo pasa por el escáner para digitalizar las fotografías. «Esa es la diferencia fundamental con lo que pasaba antes: aquí nadie se lleva las fotos impresas. Se las mando a su correo y vienen a recoger los negativos, para guardarlos, como una copia de seguridad». Y así es como estas fotos analógicas llegan a Instagram, TikTok y el resto de redes sociales.

Hay muchos carretes en La Química.

¿Cuánto vale revelar un carrete? Depende del tipo de carrete, del tamaño de escaneado y de si es blanco y negro o color, pero los precios van de los 5 a los 18 euros. ¿Y un carrete de 24 fotos? De 12 a 18 euros. «También tenemos cámaras. Nos las están pidiendo mucho como regalo de Navidad».

De La Plazuela a Lola Índigo

Antes de abrir La Química, Alba Guni ya era conocida como artista, sobre todo en los círculos musicales. La fotógrafa ha realizado –y sigue realizando– «muchísimas» portadas de discos y dirigido otros tantos videoclips de músicos como Colectivo da Silva, Las Dianas, Radio Palmer, Los Pilotos, La Plazuela o Lola Índigo. Además, son muchas las marcas que cuentan con ella para desarrollar campañas publicitarias. «Hacer foto de producto es una de mis cosas favoritas. Tengo culto al objeto y me puedo pasar horas colocando la iluminación para que sea perfecto. Disfruto mucho».

Para localizar a Alba Guni no necesitan ningún mapa de Chester Copperpot –los Goonies, ejem, nunca dicen muerto–, basta con que busquen su cuenta de Instagram, @albaguni, y ahí podrán ver todas las derivas de su trabajo: fotografía artística, publicitaria, videoclips y, claro, parte de lo que sale del laboratorio de La Química. «¿El gran sueño? Mi gran sueño era no tener jefe, así que ya lo he cumplido –ríe–. Pero lo que más me apetece hacer es una película. Y la vamos a hacer». Efectivamente, Guni y el músico granadino Alonso están preparando el rodaje de su primer largo, que grabarán en 16 milímetros. «Será un híbrido entre realidad y fantasía, muy de la tierra».

Trabajando en La Química. ARIEL C. ROKAS
Imagen principal - Trabajando en La Química.
Imagen secundaria 1 - Trabajando en La Química.
Imagen secundaria 2 - Trabajando en La Química.

Cada vez que se abre la puerta, las preguntas salen disparadas: «¿Hay carretes?» «¿Me ayudas a ponerlo en la cámara?» «¿Cuándo puedo recoger los negativo?». Alba salta de un lado a otro, sin prisa, dedicando tiempo a todos y cada uno de los visitantes. «Me gusta dar un trato cercano, ayudar en lo que pueda. Eso es el comercio cercano, ¿no?». Quién nos iba a decir, tantos años después, que los carretes iba a ser la última moda.

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