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José Antonio Lacárcel
Miércoles, 26 de marzo 2025, 00:46
Voces jóvenes, voces bellas, voces bien timbradas. En tarde lluviosa y fría de marzo la belleza de canto lírico se hizo patente, triunfó en toda ... su plenitud en la localidad de Alomartes. Allí, gracias a la iniciativa que recibe el nombre de Farinelli, se desarrolló un acto en el que se hermanaban una rica gastronomía y unas hermosas y juveniles voces que nos trajeron momentos inolvidables de ópera y zarzuela. Algo que es bastante común en algunos puntos de Europa –Salzburgo, Viena e incluso en Madrid– se hizo realidad y echa a andar bajo los mejores auspicios. Es el deseo de «llevar este arte a los enclaves más apropiados y bellos, acompañado de la degustación culinaria». Al centrarnos en lo musical, allí estaban los nombres de Moreno Torroba, Bizet y Verdi. Para ofrecernos los mejores momentos de estos autores el excelente pianista José Ángel Onieva y los jóvenes cantantes Irene Fernández, Andrea Rey, Enrique Torres, Marcelo Solís, José Darío Cano.
Con un respeto absoluto por parte del público que llenaba el local, se efectuó el maridaje entre música y gastronomía. Y antes hice alusión a las voces jóvenes, a las voces muy bellas, al sentimiento artístico que siempre estuvo presente a lo largo de toda la velada. Desde que el jovencísimo barítono Enrique Torres cantara la pimpante romanza 'Madrileña bonita' de Sorozabal, haciendo gala de voz potente, bien timbrada y muy grata y de buenas cualidades interpretativas. Después, una muy joven Irene Fernández y el tenor venezolano José Darío Cano interpretaron de forma muy convincente el hermoso dúo de Luisa Fernanda 'Caballero del alto plumero', de Torroba. Musical y muy lírica, la voz de Irene Fernández, de gran ductilidad y espléndido y poderoso de timbre, con registro agudo magnífico el joven tenor venezolano. Un momento que resultó especialmente emotivo por la elegancia interpretativa, por la calidad de las voces y por la indudable belleza de la obra fue la versión de la Barcarola de Los cuentos de Hoffman, donde tanto Irene Fernández como la mezzo, Andrea Rey, brillaron a gran altura. Fue una versión muy afortunada.
Especial relevancia tuvo la brillante intervención del barítono Marcelo Solís, que dio una lección de canto en el papel de Fígaro, del Barbero rossiniano. Buena voz, seguridad en los agudos y gracia interpretativa. Una buenísima actuación. Y un lirismo emocionado, de gran cantante, el de José Darío Cano en la Furtiva lágrima, de Donizetti. Sorprendió de nuevo por la belleza de su voz, por su calidad interpretativa, la excelente mezzo Andrea Rey al hacer una versión espléndida de la Habanera de Carmen. Y como punto final el cuarteto del último acto de Rigoletto, de Verdi, muy bien cantado por Irene Fernández, Andrea Rey, un poderoso J. Darío Canto y Enrique Torres. Como colofón, el brindis de La Traviata, con la intervención de los cinco cantantes. No podemos silenciar la excelente labor que llevó a cabo José Ángel Onieva en la difícil tarea de acompañar al piano. Una buena iniciativa y una hermosa velada con jóvenes y muy buenos intérpretes. Enhorabuena.
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