Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Juan Jesús García
Jueves, 11 de noviembre 2021, 01:10
Tener a Chucho Valdés en Granada es un regalo, y no es porque sea excepcional su presencia, sino porque cada concierto es un lujo para ... los sentidos. De hecho, este periódico, la primera vez que le dedicó una portada al Jazz fue a él, con el titular de «el mejor pianista del mundo en Granada». Valoración que otros han hecho también, sin distinguir entre géneros musicales ya que los frecuenta todos, y que pudiera certificar así mismo las muchas decenas de tesis doctorales dedicadas a su obra.
Estos trabajos han quedado ya desfasados con el estreno en Miami el pasado jueves de 'La Creación', magna obra para orquesta gestada en la pandemia y que en sus palabras es su «obra cumbre», tanto musical como espiritual, en su sincretismo entre deidades cristianas y yorubas. Y no para, en una semana estrenaba en Florida y anoche estaba en Granada sentado ante el piano del festival en el teatro Isabel. Y con 80 años ya cumplidos.
Recordaba Chucho, también en estas páginas, que le cogió el gusto a tocar y grabar solo a partir del disco 'Lucumí' de 1986, y que metido en faena perdió la noción del tiempo y grabó horas como para varios discos más. Desde entonces hace escapadas de sus amplias formaciones habituales y frecuenta discos y escenarios solo, en 'modo Chucho esencial'.
Desde aquel disco su trabajo más personal bascula sobre ejes similares: el cancionero clásico isleño, su admirado Lecuona, (en este caso el Maestro Rodrigo), el más sutil Bill Evans, Monk, o la bolerística tradicional, por situar algunas de sus coordenadas. Material que puede juntar o no, revolver, insinuar o variar hasta la 'descarga' total, 'tumbando' si acaso para solaz de espíritus bailadores. Y por las rendijas se pueden colar en diverso grado nombres y estándares bien conocidos, fuese 'Las hojas muertas', 'My foolish heart', una escalofriante y afrancesada 'Les moulins de mon coeur', o, recuerdo, la mismísima sintonía de un inoportuno Whatshap humorísticamente replicado como melodía para una pieza, como ocurrió en el Falla hace algunos años. Todo sin perder el swing y con una facilidad pasmosa, que para este músico lo imposible es cotidiano.
Casi lo de menos es por dónde entramos a cada interpretación (en plural, porque nos lleva), de cualquier 'tema de temas', porque acto seguido se desintegra –sucedió con una emblusecida 'Caridad Amaro'- cuando despliega una locura huracanada de manos sobre el teclado que saca fuego de los martillos del piano con una rítmica implacable –el historiador cubano Acosta asegura que Chucho es sobre todo un percusionista–, mientras puede sostener una sutilísima melodía con apenas un dedo besando una tecla.
De él se escribió que «tenía a Monk fuera su mano izquierda y Oscar Peterson la derecha». Y a diferencia de algunos hiperdotados colegas que tienden a la traca continua en conciertos abrumadoramente falleros, Chucho enamora porque sabe que el tamaño mínimo también importa, y puede lograr que hasta el silencio duela de placer. «Señorial y majestuoso», como dijo de él Trueba. Y las 'Lágrimas negras' finales ya pusieron al público en pie como un resorte para una enorme ovación.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El mastodonte de Las Contiendas y las diferencias con un mamut
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.