La tercera ley de Newton reza que «para cada acción existe una reacción igual y opuesta». Es decir, que si un tipo se acerca y te dice que no cree en las vacunas, que la homeopatía le quitó la gripe, que el ... hombre no ha pisado la Luna, que la Tierra es plana o, claro, que el coronavirus se ha creado en un laboratorio clandestino, lo último que debes hacer es ridiculizarlo. Los expertos hablan de tres fases: escuchar con atención; cuestionar sin sarcasmo; y acompañar en el proceso. Esa es una manera de afrontar los bulos o 'fake news' que se convierten en creencias absolutas. La otra es la educación, una sociedad crítica y formada capaz de cuestionar esos mensajes arrolladores que se cuelan por el whatsapp. En ambos casos, la figura clave es la misma: el divulgador científico.
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Emilio García se define como un impostor: «Soy astrofísico, pero no hago investigación. Trabajo en comunicación, pero no he hecho ningún curso. Hago películas y no soy cineasta». Emilio dirige la Unidad de Cultura Científica del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA). ¿El objetivo de la divulgación? «Que la ciencia forme parte de nuestra vida. Y esta crisis ha puesto en evidencia que los divulgadores deben ser figuras en las que confiar, sin heroísmos, a nivel profesional. La ciencia es todo, desde que te levantas hasta que te acuestas».
Emilio García
Para García el gran problema de las 'fake news' es el hecho de que se transmitan. «Si se crearan y punto, daría igual. Pero se transmiten por esa necesidad de cuñadismo que tenemos de pasarlo todo rápido para estar presentes en redes sociales». Pero los divulgadores, apunta, no deben luchar contra el bulo porque siempre van a ir tres pasos por detrás. «Hay que vacunar a la sociedad con un criterio científico que haga pensar. No es tanto atrapar el bulo, sino el trabajo permanente, diario, para tener una sociedad vacunada».
Susana Escudero
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Manuel González
González tiene monólogos como el de la vida de las estrellas contado con canciones de Lola Flores; el origen del universo, con temas de Raphael y Raffaella; o una zarzuela homenaje a Jocelyn Bell, una de las astrónomas más importantes del siglo XX.
Emilio García es el Tony Stark de los divulgadores de Granada. Y lo tiene muy claro: «A nivel de divulgación, Granada es un epicentro, un sitio diferencial: primero por la labor del Parque de las Ciencias, un lugar emblemático. Pero luego por un grupo de gente, con nombres y apellidos, que han coincidido en la ciudad y han conseguido cosas asombrosas. Han demostrado que el divulgador no es necesariamente un tipo de 50 años con pelo cano y bata blanca. Se puede divulgar, por ejemplo, en un bar...»
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Dani Guirado
«De hecho –dice–, vamos a lugares donde no hay nadie interesado. Enfrentarte a las personas que abrazan cualquier tipo de teoría alternativa es verdaderamente el reto, es lo importante». Los amigos de 'Ciencia en el bar' tienen una sección en el programa 'Hoy Empieza Todo', de Radio 3, con Ángel Carmona; y comparten sus experiencias en su canal de Youtube. «Con cerveza es más fácil contar cualquier cosa, incluso la ciencia».
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Mari Luz Cádiz
«Divulgo porque me encanta entretener y contar historias. Pero, además, por saber que lo que cuento puede hacer que la gente pueda tomar decisiones basadas en un pensamiento crítico y no en lo primero que escucha por la tele. También lo hago porque creo que la sociedad debe saber qué hacemos con los recursos que se invierten en investigación (aunque sean poquitos) pero, sobre todo, por visibilizar el papel de la mujer en la ciencia, que todavía nos queda mucho camino por andar».
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Marga Sánchez
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juani bermejo
Guillermo peris
Peris considera que «justamente la falta de cultura científica de la sociedad es la responsable de que ahora no se comprenda que una vacuna no se puede obtener en menos de un año. Aún así –añade–, es cierto que en los medios de información ha aumentado el consumo e interés por las noticias científicas. Queda por saber si este interés se mantendrá cuando por fin se controle la pandemia».
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«En los proyectos –explica Huertas– cada vez es más importante contar lo que estás haciendo. Ese es el trabajo de las unidades de cultura científica. El problema es que las instituciones no tienen personal específico y al final el investigador se encarga de todo. Ahí entramos nosotros».
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Oscar Huertas-Rosales
Laniakea, además, mantiene un compromiso vocacional por la divulgación, impulsando todo tipo de actividades e iniciativas en Granada. A veces, esa labor es poco visible pero muy efectiva: «Cuando arrancó la crisis del coronavirus se empezaron a pedir muchas ayudas para grupos de investigación de Granada. Una de las primeras cosas que hicimos con la Fundación PTS fue fomentar que los científicos hablasen entre sí para identificar sinergias. Llamamos a investigadores, a centros, a clínicas... Eso no lo puede hacer alguien que no entienda del tema. A raíz de ahí han surgido proyectos importantes que han conseguido financiación, como los de Inteligencia Artificial o el del uso del grafeno para detectar coronavirus, que han salido en todos los medios de España».
¿Lo mejor de todo? Que ellos y ellas son la punta del iceberg. Una pequeña muestra. Un comando compuesto por diez de los mejores y más talentosos divulgadores de Granada que se escapan a diario de los prejuicios y los clichés establecidos. Hoy, sobreviven como científicos y comunicadores. Si tiene usted alguna duda y se los encuentra, no dude en escucharlos –les encanta hablar; y lo hacen con pasión–. Son 'El Equipo D', con 'd', de divulgadores... y de divertidos. Además, nunca le van a llevar la contraria, por aquello de la tercera de Newton. Otra cosa, claro, es que termine cambiando de opinión.
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Ramón Nogueras ( @RamonNogueras ) es un psicólogo granadino, profesor universitario en Barcelona y, desde hace una década, divulgador. «El divulgador –dice– debe ser capaz de hacer accesible lo que quiere explicar para que la gente no tenga que recurrir a mierdas para entender las cosas». De hecho, acaba de publicar '¿Por qué creemos en mierdas?' (Ed Kailas, 2020) , un libro sobre esa costumbre tan humana de decidir qué es verdad y qué no. «Como cualquier conducta –apunta Nogueras–, creer en mierdas sirve a una función. Nada pasa porque sí. Creer en mierdas sirve para explicarse el mundo, para proteger la imagen de ti mismo como una buena persona, para calmar la ansiedad... Hay mil maneras. Y sí, se puede cambiar esa opinión, pero requiere tiempo y paciencia, y es mucho más trabajo tumbar una creencia falsa que crearla. Y además, presentar pruebas en contra no funciona. Tienes que hacer que el creyente vea los propios agujeros en su creencia. Y que él los explote y agrande. No es fácil».
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