El físico solar Luis Bellot, con la maqueta del Telescopio Solar Europeo, en el IAA. PEPE MARÍN

Granada se acerca al gran enigma del Sol

El físico Luis Bellot lidera la participación del Instituto Andaluz de Astrofísica en el Telescopio Solar Europeo, un gigante tecnológico que nos acercará al corazón del universo

Martes, 29 de diciembre 2020, 00:33

Una noche en la casa de los abuelos, en verano, Luis salió a la calle a mirar las estrellas y se quedó embobado para siempre. Estando en el Instituto de La Chana entró en la Sociedad Astronómica Granadina y, de madrugada, en una Vespino que ... casi no tiraba, subía con su amigo Antonio Román por la Carretera de la Cabra a observar el cielo. Ganó un premio de jóvenes investigadores que concedía el Ministerio de Educación y con el dinero se construyó su propio telescopio. Su abuelo, el de la casa que miraba a las estrellas, era tornero. Luis le decía cómo debía colocar las piezas y él, que se llamaba Heliodoro, las apretaba con las herramientas. Aquello les unió para siempre. «Te cuento todo esto para que quede claro que yo siempre he sido un astrónomo aficionado», dice Luis Bellot Rubio (Granada, 1970), físico solar del Instituto Andaluz de Astrofísica (IAA).

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Mancha solar.

Sigamos la receta: coloque un cazo con agua sobre el fuego de la vitrocerámica, hasta que hierva. En ese momento, se formarán burbujas que llevarán el calor desde la base del cazo, muy caliente, hacia arriba, a una zona un poco más fría, donde explotaran y volverán a caer hacia abajo. Si lo dejáramos así para siempre, tendríamos una simple 'bola' en eterna convección (esto es, «transmisión de calor en un fluido por movimiento de capas desigualmente calientes»). Ahora imaginen que en la encimera, junto al orégano y el perejil, tuviéramos un bote descomunal de 'magnetismo'. Añadimos varios puñados estratosféricos de magnetismo al agua y, ¡tachán!, ya tendríamos nuestro propio Sol.

«El Sol sería una estrella aburrida si no fuera por los campos magnéticos. Esos campos se generan en el interior del sol y cuando suben a la superficie, como las burbujas del cazo, empiezan a interaccionar entre ellos liberando un montón de energía, como si tuviéramos una goma elástica en tensión y la cortáramos por la mitad. Si esa explosión de energía apunta a la Tierra puede perturbar el campo magnético terrestre y eso tiene consecuencias para nuestra sociedad tecnológica». Bellot saca un póster con varias fotografías impresionantes del Sol. En una de ellas, se ve una especie de campo de maíz con infinidad de bolas amarillas: «Cada uno de eso gránulos es del tamaño de la península ibérica. Y estos puntos, ¿ves? –señala unos destellos que rodean al maíz– son campos magnéticos de unos 100 kilómetros».

Como bolitas de maíz.

Poder observar el origen de esos campos magnéticos permitiría a la ciencia anticiparse a esas 'consecuencias' de las que hablaba antes el físico. A saber: tormentas geomagnéticas que pueden freír centrales eléctricas, satélites y misiones espaciales o interrumpir nuestras comunicaciones. «Esas explosiones no afectan a la supervivencia del ser humano en el planeta, pero sí afectan a la sociedad tecnológica. Si pudiéramos predecir esta actividad prepararíamos las misiones, los vuelos, las redes eléctricas...». Esas fulguraciones suceden en estructuras muy pequeñas del Sol, de unos 50 kilómetros, que se pueden observar desde la Tierra. «Pero no sabemos por qué suceden. Y para eso hace falta un telescopio solar más grande. El más grande del mundo».

El proyecto

«Cuando uno hace investigación observacional siempre llega un momento en el que alcanza el límite. No puedes ir más allá porque el telescopio no da más», explica. Con esa idea en la cabeza, el físico granadino se implicó hace años en el desarrollo de instrumentación, desde un punto de vista puramente científico: «Les digo a los ingenieros qué es lo que tiene que hacer el aparato en cuestión». Así, hay telescopios, como el de la misión Sunrise, que se lanzan en globos estratosféricos, a 40 kilómetros de altura, para tomar imágenes con mucha precisión, «sin el emborronamiento de la atmósfera». Pero esas misiones tienen dos problemas: son misiones muy caras y, sobre todo, son inalterables. «No podemos subir al espacio para cambiarlos».

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Modelo del Telescopio Solar Europeo.

Para desentrañar qué sucede en el corazón del Sol –debajo del cazo– necesitamos ver más cerca. «Con los telescopios actuales somos capaces de resolver estructuras en la atmósfera del Sol de unos 70 kilómetros. Pero así no vemos sus 'ladrillos básicos'. Tenemos que bajar a 20 kilómetros y para eso necesitamos un telescopio de más de cuatro metros de diámetro: el Telescopio Solar Europeo».

Luis Bellot dirige la participación del IAA en el Telescopio Solar Europeo, un proyecto que arrancó en 2008 y que viene acompañado de retos tecnológicos tremendos. Con un presupuesto de 200 millones de euros, el proyecto entró en 2016 en la hoja de ruta del Foro Europeo de Grandes Infraestructuras Científicas, lo que facilita la obtención de la financiación. El plan previsto es que, a finales de 2021 esté cerrado el plan de construcción para que pueda iniciarse en 2022. Y, tras seis años de trabajo, en 2028 podría ver la primera luz.

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P. M.

Europa

El telescopio se localizará en La Palma o Tenerife, sencillamente porque «son los mejores sitios del mundo para observaciones solares», apunta Bellot. En el proyecto liderado por España (el Instituto de Astrofísica de Canarias en primer lugar y el IAA, en segundo) están implicados 15 países de la Unión Europea. «Hay dos partes igual de importantes: el telescopio y todos los instrumentos que lo acompañan, que son casi la mitad del presupuesto total. El IAA –sigue Bellot– está en el equipo que define los requisitos científicos del telescopio y, también, somos responsables de poner los requisitos científicos para la medida de campos magnéticos en el Sol. Así que tenemos un papel muy importante en la definición científica del telescopio y de sus instrumentos».

El equipo del IAA está desarrollando un estudio industrial en Granada para fabricar 'retardadores ópticos basados en cristales líquidos' (algo difícil de explicar, pero valga saber que se usan en televisiones y móviles de última gama) de gran formato, «que no existen». Y, además, están creando un software para el análisis de las observaciones «capaz de analizar en tiempo real los datos que recoja el telescopio».

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Luis Bellot, durante la entrevista. P. M.

¿Por qué estudiar el Sol? «Porque el Sol es un laboratorio único que nos permite entender cómo son las demás estrellas y, de paso, el resto del universo», termina Luis, el niño que se construyó un telescopio con su abuelo Heliodoro. Heliodoro, del griego «regalo del Sol». Toma carambola cósmica.

Trailer del documental 'Reaching for the Sun'.

Una serie, un documental y un videojuego

The Quest

La oficina de comunicación del IAA es la encargada de gestionar todas las actividades de divulgación del consorcio europeo. Así, desde Granada se está creando material innovador para llegar a todos los públicos: ' The Quest ', una serie de dibujos animados sobre el sol; varios programas de radio; ' Reaching for the Sun ', un enorme documental dirigido por Emilio J. García y Adri Sola (se encuentra en pleno montaje); y ' Solar Mission EST ', un videojuego desarrollado por un estudio granadino. «Aquí coordinamos a todos los miembros del consorcio, lo que nos da una visibilidad terrible», indica Luis Bellot. «La oficina hace que estemos muy cerca del resto de socios, es el pegamento del consorcio».

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