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La nave Ariane 5 despegó el 25 de diciembre a las 13.20 horas desde el espaciopuerto de Kourou, en la Guayana Francesa. Dentro del cohete viajaba un único pasajero, James Webb, el mayor telescopio espacial de la historia de la humanidad. Webb está valorado en 10.000 millones de dólares y tiene una misión asombrosa: analizar los confines del universo y descubrir el origen del sistema solar. Dentro de seis meses llegará a su destino, un punto situado a 1,5 millones de kilómetros de La Tierra, desde donde permitirá a unos pocos y privilegiados científicos de nuestro planeta observar lo que nunca antes habíamos imaginado.
34 años antes, en 1988, Pablo vio desde la ventana de su dormitorio algo fascinante que, esa misma mañana, en el colegio, no podía ni imaginar. El profesor de Ciencias Naturales pintó la constelación de Orión en la pizarra y explicó cómo nacían las estrellas ayudándose de varias diapositivas que proyectó en una sencilla tela blanca. Por la noche, cuando Pablo llegó a casa, dio la casualidad de que era invierno, de que la ventana de su dormitorio apuntaba al sur y de que en el cielo se veía, perfectamente, lo que el profesor había dibujado en la pizarra. «Todavía se me ponen los pelos como escarpias al recordar aquella noche. La noche en que vi la nebulosa de Orión».
Pablo Santos Sanz (Valladolid, 1971) sigue haciendo lo mismo que con 14 años, solo que ha cambiado aquella tela blanca de clase por el universo entero. «La otra opción era la música, que estuve en varios grupos hace años. Pero al final la abandoné por la ciencia», dice. Santos trabaja en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Granada. Nada más salir de la Facultad de Física de Valladolid empezó a perseguir cometas, estrellas y otros objetos transneptunianos (que están más allá de Neptuno). Y ahí sigue.
Heidi Hammel, vicedirectora de Aura, una institución que une a científicos de universidades de Estados Unidos, es una de las astrónomas planetarias que lidera la misión de James Webb. Imaginen la situación: el mayor telescopio espacial permitirá observar lo inimaginable. ¿Cuántos científicos del planeta querrían mirar por él, aunque fuera unos minutos? Todos. Asomarse a 1,5 millones de kilómetros será un privilegio para unos pocos, los que hayan propuesto las ideas más innovadoras. Uno de ellos será Pablo Santos, el único español en la lista.
En 2016, Santos fue invitado a participar en una serie de grupos internacionales de estudios del sistema solar. Al poco terminó liderando un grupo mundial llamado Ocultaciones, que es una técnica muy concreta para estudiar objetos espaciales. Heidi Hammel invitó a los líderes de estos grupos a presentar propuestas para ganar tiempo garantizado de observación con el James Webb. Santos presentó una idea para observar ocultaciones y lo consiguió. «No sé cuántos millones de dólares costará mirar unas horas por el telescopio –apunta–. Creo que soy el único español. Es un privilegio, poder meter mano a los datos que nos de un telescopio tan valioso, la cresta de la ola de la investigación desde el espacio».
En verano llegará su turno, cuando pueda hacer los cálculos exactos de la órbita del telescopio y así predecir qué objetos podrán analizar. Pero, ¿qué son las ocultaciones? «Una ocultación es una especie de eclipse, solo que en vez de Luna y Sol, es por un objeto y una estrella». ¿Para qué sirven las ocultaciones? «Con ese eclipse podemos, en primer lugar, medir el tamaño del objeto con una precisión muy grande, equivalente a una misión espacial. También podemos ver si tiene o no atmósfera, detectar si hay satélites alrededor del objeto o si hay otros materiales que no son satélites, anillos por ejemplo. Podemos analizar la reflectividad y la densidad de los objetos, lo que nos permitirá saber cosas de su interior, saber cómo están hechos».
Pero, ¿qué son esos objetos? «Eso es lo más importante de todo: los objetos. Son tanto asteroides, cometas, centauros... Esos objetos son los escombros de la formación del sistema solar. Son cápsulas del tiempo que nos dan información del remoto pasado en que se gestó nuestro sistema solar. Podemos aprender cómo se formó y extrapolar a otros sistemas planetarios. ¿Lo ves? –sigue, apasionado con la explicación? Esos objetos son los ladrillos básicos que no llegaron a formar planetas. Algunos miden 1000 o 2000 kilómetros y otros, pequeñitos, no pasan de los 30 kilómetros. Sí –termina–, buscamos una especie de fósiles espaciales, hacemos arqueología del sistema solar».
Dentro de unos meses, Santos recibirá una llamada de Baltimore y llegará su turno con James Webb, en busca del origen del universo; de la vida. «Mis amigos me dicen qué cosas más raras hago y si me tiran de la lengua hay que callarme. Luego, el día a día, en realidad, me lo paso delante de la pantalla del ordenador, programando datos». Pero cuando se asoma por la ventana y ve más allá, como cuando veía con 14 años, se sigue emocionando igual. «Es súper apasionante».
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Amanda Martínez | Granada, Amanda Martínez | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
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