JOSÉ I. CEJUDO
Miércoles, 6 de marzo 2019, 11:46
Resulta abrumador pensar que la Vía Láctea, nuestra galaxia, constituye apenas una ínfima parte dentro del Grupo Local de 60 galaxias dentro del Universo, con aproximadamente dos billones de galaxias. Dentro del Grupo Local, no obstante, apenas dos son tan masivas como la nuestra como ... para resultar algo equivalentes. Son las galaxias del Triángulo (M33) y la de Andrómeda (M31). Esta última, incluso, puede apreciarse en los cielos de verano y otoño a simple vista.
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El permanente estudio del Universo había dado por hecho en los últimos tiempos que en unos cuantos miles de millones de años Andrómeda y la Vía Láctea, nuestra galaxia, acabarían fusionándose para formar una sola como parte del 'baile' continuo que la gravedad genera entre estos sistemas en el espacio intergaláctico al igual que los planetas alrededor del sol. Así lo explica a IDEAL el astrofísico Tomás Ruiz Lara, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias, quien informa de cómo «los nuevos datos de la misión espacial Gaia están modificando las ideas que teníamos».
«El 'baile' entre Andrómeda y la Vía Láctea es mucho más caótico que el movimiento ordenado de planetas, ya que no hay un claro astro masivo dominador entorno al cual orbitar», apunta Ruiz Lara. Gaia, un satélite de la ESA (Agencia Espacial Europea) que estudia el brillo y el 'movimiento propio' de las estrellas de la Vía Láctea y de sistemas cercanos como M33 y M31, ha aportado una información diferente en los últimos tiempos que está obligando a ajustar ciertos párametros. «Con estas mediciones, y con la ayuda de simulaciones numéricas, investigadores del Space Telescope Science Institute en Baltimore han sido capaces de desvelar este complicado baile», comenta Tomás Ruiz Lara.
«Por un lado, han visto que M33 orbita entorno a M31 pero que no lo ha hecho por mucho tiempo, es decir, que se encuentra aún en su 'primer paseo' a su alrededor. También han visto que sí, que M31 acabará chocando contra la Vía Láctea, pero que no lo hará 'de cara' como se pensaba sino que supondrá un suceso un poco más suave dentro de 4.500 millones de años, 600 millones de años después de lo que se pensaba», expone el divulgador e investigador del IAC.
A pesar del impacto que ya se asume como una realidad certera, Tomás Ruiz Lara envía un mensaje de tranquilidad. «Aunque ambas galaxias colisionen, prácticamente no se notará nada, sólo que el cielo nocturno será mucho más brillante y más poblado de estrellas de lo que solía ser habitual», indica. «Esto es así porque las distancias entre estrellas son muy grandes en comparación con el tamaño de cada estrella, por lo que los choques estelares debido a estas fusiones de galaxias suponen una serie de eventos muy improbable», concluye Tomás Ruiz Lara.
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