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El agua más allá de la Tierra sigue siendo una de las grandes obsesiones de la NASA en sus intentos por localizar vida más allá de nuestro planeta. La investigación no deja de lado a la Luna, donde hasta no hace tanto se pensaba que no podía existir agua. Hoy en día se baraja incluso la posibilidad de que existan ciclos que podrían ser de gran utilidad en próximas misiones. Un estudio publicado recientemente por investigadores de la NASA no sólo fortalece esta creencia sino que profundiza en el conocimiento que hasta ahora se tenía del agua en el satélite.
Tomás Ruiz Lara, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias, contextualiza cómo «pese a que en un principio se pensó que la Luna era completamente árida con la posible excepción de algunas zonas con agua congelada de forma permanente al encontrarse a la sombra de algún cráter, hoy en día sabemos que hay cierta cantidad de agua que suele adherirse al sustrato lunar, también conocido como regolito».
El propio orbitador de la NASA, Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO), ha sido capaz de identificar un ciclo por el que las moléculas de agua adheridas al regolito lunar «podrían 'saltar' a la atmósfera al ser calentadas por la radiación solar para, una vez enfriadas, caer de nuevo a la superficie lunar», explica Ruiz Lara a IDEAL. Sin embargo, los análisis de muestras aportadas por las misiones Apollo mostraban que esas observaciones sugerían una actividad inusitadamente alta.
El estudio publicado recientemente por los investigadores de la NASA, con nuevos y mejorados datos, acuerda lo observado en la Luna con los resultados de los análisis de las muestras lunares en el laboratorio. Como cuenta Ruiz Lara, investigador del IAC, «este estudio muestra que, pese a lo que se pensaba, la formación de agua en la Luna no está influenciada por radiación solar, sino que se va acumulando con el tiempo».
Para el divulgador científico Tomás Ruiz Lara estas nuevas informaciones tienen una gran importancia. «En estos tiempos en los que se retoma la posibilidad de enviar misiones tripuladas a la Luna, el conocimiento del ciclo del agua en la Luna, así como la mejor caracterización de dónde y cómo encontrarla, puede ser de vital importancia para abaratar los costes de dichas misiones favoreciendo en la medida de lo posible el uso del agua que ya se encuentra allí».
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