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La profesora escribe en la pizarra una palabra tan larga como una vida plena: intergeneracionalidad. «¿Qué pasaría si nos relacionáramos solo con la gente de nuestra edad?», pregunta a sus alumnos. «Que la vida sería muy aburrida», responde un chaval. «Aburrida... -interrumpe la maestra- e imposible». Así arranca 'Llamadme Ismael', el último corto del cineasta linarense J. M. Asensio. Una pequeña gran historia que habla de los mayores, de la memoria, del valor de la experiencia y del final. De esos finales que nunca deberían ser tímidos, apartados ni solitarios. Una historia que, sin tratar directamente la covid-19 y toda esta nueva normalidad, celebra a los grandes perdedores de la pandemia: los abuelos.
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«Ella es Juana, mi abuela. Y él es Luis, mi abuelo», dijo María, de 14 años, con una sonrisa que se escapaba por los bordes de la mascarilla. Los tres se sentaron en la primera fila del Teatro CajaGranada. Bueno, más que fila, era una isla. Este jueves 29, el teatro se convirtió en una sala de cine para los nuevos tiempos: distancia de seguridad, amplios pasillos y gel en cada esquina. «Al cine hace tiempo que no venimos, desde luego», se arrancó Luis, de 74 años. «Los nietos son la tercera vacuna, nos están rejuveneciendo -sigue-. Fíjate, a las 12 me toca la segunda dosis, la que nos va a librar del bichito, pero luego está la vacuna de ellos». «¡La más importante!», exclamó Juana, apretujando a María entre sus brazos. «Es la juventud, el amor que nos tienen y el amor que les tenemos», terminó Luis, uniéndose al tierno achuchón.
Los alumnos del Colegio CajaGranada cambiaron una mañana en las aulas para invitar a sus abuelos al cine. La idea era sencilla: crear un encuentro intergeneracional, un momento en el que experiencia e ilusión se dieran la mano, como antes, para ver una película juntos, el corto 'Llamadme Ismael'. «Queríamos, de alguna manera, tener un guiño con los grandes perdedores de todo esto. Y queríamos hacerlo con algo tan normal como ver una película, sentarnos aquí y charlar», explicó Mercedes García Guerrero, jefa de estudios del centro e impulsora de la actividad.
Elías tiene 10 años y estudia cuarto de Primaria. Compartió sitio con Lucía y Andrés, sus abuelos. «Estamos acompañando a nuestro nieto, que le hacía ilusión que viniéramos con él y eso, entonces, es una orden», sonrió Lucía. «Lo que no hemos podido disfrutar con él en todo este año, por lo menos ahora podemos acompañarle. Ha sido un año de no vernos y es una alegría venir con él», dijo Andrés, estrujando la mano del zagal. Entre el público -la sala estaba todo lo llena que podía estar, entre alumnos, profesores y abuelos- también está Rubén, de 15 años, con Pedro, de 83. «Hay que hablar con ellos, que ellos nos cuenten y que nosotros demos algunas ideas», reflexionó el abuelo. Y, al otro lado de la sala, Marco y Eva, de 9 y 12 años, con José Luis y Marisa, de 65 y 64. «Los abuelos -respondió con calma Eva- lo han pasado mal en el confinamiento. Por eso, la seño Mercedes, mi seño, ha hecho una especie de asamblea para que nos quedara un recuerdo especial. El recuerdo de estar hoy con los abuelos».
La seño Mercedes saltó al escenario y avisó a los asistentes de que «esto va a empezar». ¿Qué es «esto»? Primero, ver el corto. Después, comentarlo con J. M. Asensio, su director; y con los cineastas granadinos Daniel Maldonado y Pablo Bullejos, profesores de lujo en esta clase tan inolvidable. «Lo que veo desde aquí -dijo Mercedes desde el atril, antes de la proyección- es una ventana gigante a la esperanza. Este evento es un antídoto contra la soledad, el aislamiento y la tristeza que han sobrevenido y golpeado especialmente a nuestros mayores». La jefa de estudios, además, saludó a los alumnos del colegio sueco Fredrikshof Slott Skola, con quienes están hermanados y que siguieron el evento por Youtube. Mientras, a ambos lados del escenario y repartidas por el suelo, estaban Sandra González, María Ángeles Lucena, Nuria Carrillo, María Vargas, Lucía González, Geo Pons, Lidia Escobedo, Paula Cara y Paula Borreguero. Nueve jóvenes artistas armadas con lápices y folios, encargadas de dibujar lo que les inspirase la sesión para que los ponentes se llevaran un bonito recuerdo.
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Tras la proyección, los tres cineastas subieron al escenario para hablar de cine, de historias y de educación. Y respondieron a las preguntas de los asistentes, en especial a las de Jesús Coca y Nacho Jiménez, dos futuros escritores que leyeron unos textos cargados de talento. Los tres directores recibieron una sentida ovación ante las palabras de la jefa de estudios: «Gracias a los contadores de historias, gracias a las artes, medicina indispensable durante la pandemia». Minutos más tarde, la propia Mercedes terminaría así: «Todos volveremos a retomar la vida como la conocíamos. Volveremos a abrazarnos». Dos horas de intergeneracionalidad, con alumnos de los 9 a los 83 años, que despidió el director del centro, Pedro Santamarina: «Un recuerdo a los perdidos. Hemos hecho esto pensando en esas personas que no pueden estar con nosotros pero que estarán siempre en nuestro corazón».
J. M. Asensio, el director de 'Llamadme Ismael' entró al teatro CajaGraada con los ojos como platos. Y así salió. «Estoy alucinando con lo que han liado Mercedes y el resto de colaboradores del colegio. Un montón de chicos, personas mayores y cineastas, todos alrededor de un corto». El corto, 'Llamadme Ismael', se rodó a finales de 2019, antes de que empezara la crisis del coronavirus. Sin embargo, parece hecho a posta: «Fue un corto profético. Trata de un chaval que reivindica a una persona mayor olvidada, que está perdiendo su vida y sus recuerdos. El chaval dice que no puede ser, que esa vida no puede desaparecer... Cuando empezó la pandemia me acordé mucho de las residencias de ancianos en donde rodamos, donde golpeó fuerte». Asensio, guionista de 'Asesinos Inocentes' (Gonzalo Bendala, 2015), se encuentra preproduciendo un nuevo corto y preparando su primer largo como director: 'Nicole'.
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Asensio no fue antiguo alumno del CajaGranada, aunque guarda una estrecha relación con el colegio. Ni Pablo Maldonado, aunque son ya tantas las veces que ha participado en actividades del centro que podría pasar por uno. «Veros aquí es una motivación, tengo la sensación de que esto remonta», dijo Maldonado. Sí lo fue Pablo Bullejos, que contó a los alumnos cómo encontró su vocación allí, en el aula. . «Los maestros cambian el mundo», terminó Bullejos.
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