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La esquina de la habitación, el único rincón todavía iluminado por el Sol, se convirtió en el mejor plató. Si el fotógrafo disparó doscientas veces, ella, Marisa Paredes, ofreció doscientas versiones de sí misma. Fue el viernes 22 de noviembre aquí, en Granada, en una tarde en la que la actriz fumaba y reía mientras recordaba su vida, sus películas, sus tacones y las frases que otros escribieron pero que ahora nadie podría imaginar con otra voz.
Alegre y cómplice, Paredes contó que esa mañana, cuando despertó, salió a la terraza para ver el amanecer. Lo primero que encontró, dijo, fue una enorme bandada de pájaros enfrente de su ventana que se perdía por el horizonte. «Es Federico, que me saluda. Buenos días, Federico, he dicho. Granada es magia».
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Marisa Paredes ha fallecido este 17 de diciembre, 25 días después de guiñar a García Lorca, 25 días después de recordar su amor tan hondo y enraizado por Enrique Morente, 25 días después de gritar otra vez «no a la guerra» y de sacar el único carnet del que siempre hizo gala: el feminismo. La entrevista terminó mirando al futuro, con los ojos llenos de ilusión por las historias que aún quedaban por contar. «El tiempo te va dando y quitando mucho. Y lo que te deja sobre todo es vida -la calada, el humo, el sol por la ventana-. Y esa vida para un actor es fundamental».
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