Eva, Juan, Alejandro, Eva y Juan, los Torres-Molina Cascallana FOTOS: PEPE MARÍN

Así es vivir en el Madrigal: la última familia de cine en Granada

Los Torres-Molina Cascallana viven encima de la sala, en un edificio histórico de Granada, lo que les ha permitido crear recuerdos y experiencias únicas

Domingo, 11 de agosto 2019, 08:35

Las luces del cine están apagadas. Entre las butacas, un puñado de almas contiene el aliento como si tuvieran un tiranosaurio delante; como si fueran a desembarcar en busca del soldado Ryan; como si se hubieran tropezado con su padre en Hill Valley. Hacen ruidos -palmadas, aullidos, pequeños silbidos- para que el resto sepa dónde están. Al fondo del pasillo, una pequeña luz avanza. La linterna apunta a ambos lados, baja bruscamente al suelo, corre a pasos diminutos para no caerse. «¡Te pillé!». El grito provoca una oleada de risas nerviosas que echan a volar como las palomas de Bib-Rambla al sentir las pisadas del niño que se acerca. Es la una de la madrugada en el Madrigal. La hora en la que la familia Torres-Molina, a veces, juega al pilla-pilla.

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Cuando vives en un cine, un cine de verdad, es decir, uno de esos templos cada vez más escasos en los que todos los sentidos sirven al placer de las historias, uno de esos oasis que no entienden de franquicias ni de multicosas, sólo de cine, cuando vives ahí, les digo, tu portal siempre tiene la alfombra roja puesta. Los Torres-Molina llevan en el 14 de la Carrera de la Virgen varias generaciones, vinculados a la fotografía y al cine. Y, también, viviendo en el sentido más amplio y natural de la palabra. Sobre las enormes letras del 'Cine Madrigal' hay tres pisos de viviendas. Juan Torres-Molina, actual director de la sala, se asoma a su balcón, en la última planta, y nos invita a pasar con un sencillo movimiento de brazo.

Efectivamente, hay una casa, la del matrimonio de Juan Torres-Molina y Eva Cascallana y sus tres hijos: Juan, Eva y Alejandro. Nada más entrar está Burbujo, una cobaya que empezó llamándose Burbuja, por 'Las supernenas', hasta que descubrieron que, en realidad, era macho. Por el pasillo corretea Sela, una perrita de dos años la mar de simpática. Las estanterías están repletas de libros, cómics, películas y videojuegos. Y sobre el mueble del salón hay una magnífica colección de juegos de mesa, «nos encanta jugar», dice el padre. En la cocina huele a desayuno y en los dormitorios las persianas están a medio subir. En fin, un hogar. Sólo que, al bajar las escaleras, está el Madrigal. Y crecer con el Madrigal debajo de la cama tiene consecuencias. Consecuencias hermosas.

Grande

Alejandro tiene diez años. «Aunque cumplo once el 8 de agosto», apunta. No puedes abrir las puertas de un cine vacío, a las diez de la mañana, y esperar que un niño de diez años no trote a toda prisa al escenario. Eso es exactamente lo que hace. Mientras los mayores se van juntando en mitad de la sala, para charlar, él está allí arriba, sin saber muy bien cómo volver a bajar. Su hermano, Juan, de 18 años, se acerca hasta la primera fila y le lanza los brazos. «Venga, te ayudo», le dice. Cuando vuelve con el resto, explica que ha terminado Quinto en el Mulhacén, que pasa a Sexto y que le gusta jugar al Fornite en la Playstation 4. ¿Cómo es vivir encima de un cine? «Grande», responde. Y rápidamente abre la puerta de los recuerdos: «Una vez subí al escenario para jugar al pilla-pilla por la noche».

Lo cierto es que Alejandro, al ser el más pequeño, es el que tiene menos aventuras en la memoria. Pero su comentario hace que la sonrisa de su hermana, Eva, brille como la de Toto en 'Cinema Paradiso'. «Molaba muchísimo. Nuestro tío Manolo nos bajaba por la noche, con la sala a oscuras, cuando no había nadie, y nos buscaba con una linterna a todos los primos. Íbamos haciendo sonidos, para saber dónde estaban los demás. Era muy chulo». Eva tiene 16 años y el año que viene empieza Primero de Bachillerato, de ciencias puras, con Medicina en mente. «Aunque también me gusta mucho el dibujo... Entonces no lo sé, ya veremos». Hace unos días se bajó con sus padres a ver 'La receta familiar' y luego no podía pensar en otra cosa que no fuera comer sushi. Lo de bajar a ver películas, claro, no era la primera vez.

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«Cuando había una peli nueva que nos gustaba, la traían antes al cine y esa noche, a las doce, mi padre y mis tíos la montaban para que la viéramos los primeros de Granada»

Juan es el mayor. Ya tiene 18 años y tiene las maletas casi listas para abandonar el nido. «Me marcho a Madrid, a estudiar Derecho y Administración de Empresas en ICADE». Le encanta el deporte, sobre todo el tenis. Y él ha sido, de los tres, el que más veces ha bajado al cine a ver películas. O a ver una muchas veces. «Siempre me ha gustado tener arriba la casa -dice Juan-. Cuando había una peli nueva que nos gustaba, la traían antes al cine y esa noche, a las doce, mi padre y mis tíos la montaban para que la viéramos los primeros de Granada: 'Toy Story', Madagascar', 'Cars'... 'El aprendiz de Brujo' la vi unas trece veces y 'Jhon Carter' unas quinientas». Eso para las noches especiales. Otra veces, confiesa Juan, se bajaba con sus primos a ver una película a la sesión de las 17.00 y se quedaban a ver la de las 19.00 y la de las 21.00. «Nos quedábamos los últimos del día, jugábamos al pilla-pilla, nos subíamos al bar a comer palomitas y charlábamos tranquilamente».

Eva, la madre, escucha con esa mirada que sólo saben poner las madres cuando no quieren que se note que están emocionadas. Pero lo está. Le gusta escuchar a sus hijos hablar de crecer en el Madrigal. «'Las crónicas de Narnia' la pudieron ver 10 veces los tres. Se la sabían de memoria», añade ella. Ella, precisamente, que tantas veces ha visto películas en la sala. Busca lo más vital, no más, lo que es necesidad, no más, y olvídate de la preocupación...

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Matrimonio

La historia de Eva Cascallana, de 51 años, con el Madrigal empieza mucho antes de vivir allí. Concretamente el 27 de diciembre de 1987, en el mismo cine, viendo 'El Libro de la Selva'. «Teníamos dos amigos en común -explica Eva madre- con la insana costumbre de emparejar gente. Nos organizaron una cita a ciegas. Allí prendió algo hasta hoy». «En concreto, prendieron tres cosas», bromea Juan padre mientras guiña a sus hijos. «Durante nuestro noviazgo -recuerda ella-, como yo preparaba oposiciones y él hacía la pasantía de abogado, cuando acabábamos a las nueve o diez de la noche nos íbamos al cine. Si había estreno, al Madrigal. Si no, a Multicines, a Aliatar, al Neptuno. Íbamos al cine tres o cuatro veces por semana».

Luego, ya casados, ellos también montaron sus pases 'privados'. Como aquella vez que vieron 'Memorias del Ángel Caído', «una peli de miedo de verdad», con los compañeros del trabajo. «También traímos aquí a la gente de Radio Contadero, donde hacíamos un programa de cine» (Programa, por cierto, en el que algún niño de la edad de Alejandro participó hace 25 años, en un concurso de preguntas y respuestas de cine que organizaban semanalmente; el niño que hoy les hace las preguntas a los Torres-Molina Cascallana).

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«Una cosa que siempre me produjo sana envidia es que la comunión de mi hermano Manolo se celebró aquí»

Juan, el padre, también tiene recuerdos similares con sus hermanos Manolo y Pepe. «Una cosa que siempre me produjo sana envidia es que la comunión de mi hermano Manolo se celebró aquí. Mi padre puso 'Lucky Lucke' y luego jugamos al pilla-pilla, nos subimos al escenario, comimos arriba... Fue una experiencia impresionante». «Yo jugué al pilla-pilla», interrumpe Alejandro. «Pero ya no se volverá a jugar, porque este -señala a su hermano Juan- ya es mayor y ella es 'tó aburría'. Un día quiero jugar al Fornite en la pantalla del cine». El ciclo de la vida. De la vida de una familia que ha crecido con el Madrigal. Después de todo, ¿qué granadino no ha crecido con el Madrigal? ¿Quién no querría hacerlo?

«Es más bonito en 35mm, pero llega un momento en el que tienes que salvar el cine»

Junto al Alameda de Sevilla, el Madrigal es el único cine que sigue proyectando en 35 milímetros. «Aquí vienen directores de cine de visita, alucinan con esto. Es un cine único en España. Sin embargo, por mucho que prefiera proyectar en 35mm, por mucho que me parezca una gozada, empresarialmente no funciona», explica Torres-Molina. «Necesitamos un poco de ayuda. Ayuda para cambiar el sistema de proyección a digital. Eso nos ayudaría a poder programar otros contenidos como documentales, conciertos, alternar con versiones originales... Es más bonito en 35mm, pero llega un momento en el que tienes que salvar el cine, es una cuestión de supervivencia pura y dura». Por otro lado, añade un lamento tras la subida del IBI en le centro de Granada: «Aquí pagábamos un IBI de 8.000 euros al año, lo que suponía tres meses de beneficios. Ahora lo han subido para las grandes superficies. Pero el cine no es Zara, no es el Corte Inglés... el cine está concebido para otra cosa. Cuando suben un cuarenta y tantos por ciento el impuesto y pasas a pagar más de 12.000 euros, ¿por qué no se han acordado de nosotros? ¿Por qué no hay un IBI para actividades culturales? ¿Por qué no hay esa sensibilidad? ¿Le interesa a las instituciones de Granada el Madrigal?»

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