
A. Molinari
Domingo, 28 de noviembre 2021, 23:25
No lejos del morabito ribereño en el que la leyenda sitúa a Boabdil entregando las llaves de Granada, cuando caía su reino y terminaba el siglo XV, permanece faraónico nuestro Palacio de Congresos. Hasta su escenario, hundido en tierra a nivel de las aguas del Genil, llegan a veces cisnes de nostalgia entre sones de Tchaikovski y tules de Bolshoi. Esta vez ha sido el Ballet Nacional Ruso que acertadamente dirige Serguey Radchenko.
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Una compañía nutrida y bien presentada, con dos decenas de bailarinas en escena, aunque en un escenario tan pequeño, que se rozan unas a otras en los números más corales. Precisamente es el conjunto femenino el que destella con albura propia, sin desmerecer los solistas que empapan de vigor sus números. Lo que se ahorra en decorados, tan anclados en el neogótico arquitectónico y el gótico narrativo, se emplea en buen vestuario y ciertas ganas de puntuar con las luces.
Como siempre el sonido es de lo peor. Siempre 'enlatado' y en una versión que no es de las mejores, con unos altavoces poco nítidos y algunas melodías distorsionadas. Pero ante ello no se arredran las bailarinas que alcanzan momentos espléndidos como el famoso paso a cuatro, ejecutado con precisión y aplaudido con toda razón.
Cuento bien escenificado, con momentos azules para lo lacustre y momentos rojos para lo demoníaco. Con saltos correctos, sin arriesgar demasiado, puntas académicas con cierta gracia y gestos teatrales sin sobreactuar ni hurtarle protagonismo a lo importante que es la danza.
Una danza clásica convicta y confesa. Marius Petipa al pie de la letra. El romanticismo que no cesa. Y una señora a mi lado diciendo constantemente: ¡Qué bonito!
Nostalgia de Moscú, de París… Envidia. Granada debería ser un festival continuo de danza y música. No sólo un mes del estío. Los otros once merecen algo más que este menudeo de compañías esforzadas a busca de un lugar en el que actuar. Porque anoche se demostró, una vez más, que los granadinos ponen de su parte y llenaron por completo el Palacio de Congresos. Más incluso que cuando quien convoca es un partido político y no una obra de arte. También el diario IDEAL, atento al atractivo del programa, puso su granito de arena con el patrocinio. Por tanto, ahora la pelota está en el tejado de esas palabras de promesa, en esas cantidades alardeadas para remozar este local granadino que ya nació inválido para los grandes espectáculos. Pero, por favor, que comiencen por el escenario. Que desnuden su falso recato y rompan los muros que lo empequeñecen. Que allí no cabe un ballet como Dios manda. Que los granadinos, ya que se nos engañó con el Teatro de la Ópera, cuyo solar sigue criando jaramagos, no debemos carecer un minuto más de un lugar adecuado para el arte del siglo XXI en un paseo que fue el gran protagonista un día del siglo XV.
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