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El médico Antonio María Claret García (Cartagena, Murcia, 1950), fue una 'importación' del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) granadino por razón de estudios, allá por los años 70. Durante décadas, tuvo un papel muy importante desde diversas instancias del poder, tanto institucional como bancario, y ... ahora se ha convertido en historiador de las siglas bajo las que sirvió a la cosa pública en su tierra de adopción. En 'De la cárcel al Parlamento' (Comares) hay muchos datos objetivos –cuadros de participación y voto; nombres que hoy, en algunos casos, acumulan polvo de olvido–, pero también están las percepciones de quien vivió aquellos años convulsos para su partido desde una atalaya privilegiada.
«Llevo recopilando documentos desde hace muchísimos años», afirma. «La idea de que es imposible no conocer tu propia historia, porque si la desconoces amputarás una parte de tu vida, la he tenido siempre muy presente», añade. Cita a Hannah Arendt para recordar que somos la historia que nos contamos, y si no nos contamos toda nuestra historia, no nos conocemos. Es un periodo muy amplio el tratado, en el que hubo tiempos complejos y días de vino y rosas, nunca mejor dicho. Durante la dictadura, el partido se vio obligado a reorganizarse una y otra vez, «porque la policía política de Franco hacía muy bien su trabajo», dice con ironía. Y reivindica la condición del PSOE como partido de contestación al régimen, más allá del lugar común que sitúa al Partido Comunista de España (PCE)como único bastión de la resistencia democrática, y único objeto de persecución y represión. Las sucesivas reorganizaciones, contadas en el libro, fueron la puerta a lo que Claret García califica como «transición propia», ocurrida en los años 70 y singularmente en el congreso de Suresnes, donde, como ha logrado demostrar en el libro el autor, y contra lo dicho tradicionalmente, Granada sí que estuvo presente. En aquella cita, hábiles maniobras colocaron a Felipe González, 'Isidoro', al frente de la organización, y a Alfonso Guerra como su número dos. Precisamente, el libro destaca el protagonismo de Guerra como muñidor de la organización provincial, sastre siempre dispuesto a coser un traje que a veces reventaba por los pespuntes.
El PSOE granadino, sobre todo el renovado, se nutrió en la época predemocrática de aquellos estudiantes que se acercaban a Granada a formarse, y entre los que estuvieron María Izquierdo, Ángel Díaz Sol, Rafael Estrella, Juan Sáinz y tantos otros. Haciendo memoria, asegura que estuvo más inquieto por su seguridad muerto Franco que en vida de este, por temor a acciones de incontrolados en una época en que se pateaba mucho la calle.
En la narración de Claret García no se soslayan los problemas: los ocasionados por las luchas entre el PSOE histórico y el renovado, las querellas por el poder –algunas consumadas bisturí en mano– y, por supuesto, la llamada 'Rebelión de los Catetos', cuando muchas agrupaciones de la provincia se rebelaron contra las directrices que llegaban del Comité Federal y vencieron el pulso a la capital, copando los cargos ejecutivos. En este punto, el autor destaca el protagonismo de Juan Carlos Benavides, quien fuera alcalde de Almuñécar: «Era un auténtico animal político, con un carisma arrollador y una gran capacidad de trabajo, que arrastró a muchas personas con él. Fue un momento muy delicado para el partido», asegura.
En un marco tan amplio de tiempo, de 1939 a 1985 quedan fuera, sin embargo, otros eventos importantes, como la pugna entre guerristas (facción a la que perteneció Claret) y renovadores, o el proceso que acabó con la salida de Pedro Sánchez de la Secretaría General y su posterior regreso triunfal. Preguntado a propósito de la opinión que le merece su partido hoy, afirma sonriendo que prefiere guardársela, y que no escribirá sobre ello.
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