«Cuando comenzó la guerra civil, la República ya no existía»
Santiago Pérez | Historiador y profesor ·
Acaba de publicar 'Terror rojo en la provincia de Granada, 1936-1939', una aproximación documentala los asesinatos acaecidos en varias comarcasSantiago Pérez | Historiador y profesor ·
Acaba de publicar 'Terror rojo en la provincia de Granada, 1936-1939', una aproximación documentala los asesinatos acaecidos en varias comarcasDomingo, 10 de enero 2021, 00:34
En los primeros días de la lucha fratricida que asoló España entre 1936 y 1939, la provincia de Granada se partió en dos. Una zona la controlaron los militares sublevados y otra el ejército fiel a la República y elementos que, integrados en él, tenían ... sus propios planes. Los acontecimientos acaecidos en la zona que él denomina 'roja' distinguiéndola del término 'republicana', y que costaron centenares de vidas, son lo que cuenta el historiador y profesor Santiago Pérez (Guadix, 1961) en su ensayo 'Terror rojo en la provincia de Granada, 1936-1939', que acaba de publicar.
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–El prólogo de Luis González se inicia con la frase de Huxley sobre lo poco que aprendemos de la historia.
–Así es. Creo que como sociedad tropezamos con la misma piedra. En España se cometieron errores flagrantes, pero también se tomaron muchas decisiones muy estudiadas y meditadas, con un fin muy concreto. Y esas decisiones costaron muchas vidas.
–¿Qué falta por contar de la guerra civil?
–Creo que hay muchos sucesos que han quedado en el cajón del olvido porque no interesa contarlos. Durante décadas, las historias de la guerra fueron relatos maniqueos, escritos primero por los vencedores, y luego por quienes perdieron esa guerra. Se ha dicho solo lo que ha beneficiado a un bando o a otro, y eso es negativo para todos. Se han soslayado muchos temas importantes.
–¿Por ejemplo?
–En la provincia de Granada habría que hablar del campo de prisioneros de Turón, donde murieron más de 100 granadinos, o la actividad del llamado Servicio de Información Militar, una organización que reproducía la policía estalinista y sus prácticas, tan temido por los elementos sublevados como por los propios militares republicanos. Una organización que torturó, extorsionó y espió para conseguir sus fines. Por eso, creo que es precisa una lectura distinta y desprejuiciada de los desmanes que se produjeron en la zona roja. Porque cuanto más acudes a la fuente, más cuenta te das de que cuando empezó la guerra, la República ya no existía.
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–Entonces, ¿identificar 'republicano' con 'rojo' es un error?
–Creo que sí. Porque la República fue una conquista de los moderados, de los partidos de centro izquierda y centro derecha. Partidos que aglutinaban solo un cinco por ciento del voto. El resto, en el bando que perdió la guerra, eran izquierdistas prorrusos. Y la Falange obtuvo menos de un uno por ciento de los votos en las elecciones. Por eso, no hay que meter a todo el mundo en el mismo saco. Para muchos, la República fue solo un medio para obtener un fin: instaurar una dictadura estalinista. Y esos elementos se emplearon con saña tanto en las ciudades como en los pueblos.
–La historiografía no se detiene mucho en los hechos acaecidos en el medio rural. ¿Es ese uno de los motivos de este libro?
–Así es. Granada es mucho más que lo que ocurrió en la capital, asesinatos atroces y execrables. Todos los muertos tienen el mismo valor. Un asesinato es un fracaso del sistema, y ninguno es justificable. Pero la historiografía actual se ha centrado mucho en los grandes nombres, y para mí son tan importantes los conocidos como los desconocidos. Un señor que iba por la calle y le descerrajaron un tiro en la nuca, sacerdotes y monjas a los que torturaron hasta extremos inimaginables... Publico un catálogo con más de 1.000 víctimas, porque es preciso saber quiénes eran, y qué ocurrió en zonas como los Montes Orientales, la Alpujarra o la comarca de Huéscar, donde las atrocidades fueron inenarrables.
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–¿Hasta qué punto fue grave la destrucción del patrimonio?
–Fue brutal. Los republicanos moderados, los que trajeron la República, siempre se caracterizaron por un respeto a la cultura. Ello no casa con la destrucción sistemática del patrimonio que practicaron elementos izquierdistas. Obras de Mena, Risueño o Ruiz del Peral ardieron en hogueras para solaz de quienes las prendieron, o alimentaron chimeneas en casas particulares. Eso es injustificable.
–¿Qué ha descubierto durante la escritura de este libro?
–Que la maldad y la miseria humana no tienen fondo. Y me he preguntado cómo es posible que el ejército de la República perdiera la guerra. Y la respuesta está, precisamente, en que dicho ejército cayó en manos de comisarios políticos que no tenían como fin salvar la República, sino imponer una dictadura comunista. Gente que no sabía de tácticas, ni de uso de armamento. Y luego, por ejemplo, he descubierto que episodios como la Desbandá y el presunto tratamiento de héroes que se dio a sus participantes es un mito. Al año siguiente, se convirtieron en estorbos allá donde fueron.
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