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juan jesús garcía
Martes, 16 de febrero 2021, 00:48
Para el aficionado español, y granadino en particular, de los años setenta y ochenta, Corea era el número uno, acaso porque sus trabajos en Return to Forever habían tenido mucha difusión en nuestro país. Las razones hay que buscarlas en los temas Spain y La Fiesta, prolongados en su afecto en el disco Touchstone (con Paco de Lucía, y viceversa en Zyryab) y My Spanish Heart.
«Yo me he criado en la cultura latina, desde pequeño, y siempre he tenido una fuerte conexión con ella. En el caso español, a partir de conocer a Paco de Lucía en 1972 me introduje gracias a él en el flamenco y la cultura española, y siempre he estado interesado en mantener ese contacto. Mi primer estilo fue la música de origen cubano, de los cubanos que vivían en N. York y soy muy feliz de esta situación. Incluso del éxito del pop latino: ¡hasta tengo un amigo que ha producido a Alejandro Sanz». Comentaba a Ideal. Hasta el punto era popular que sus piezas fueron sintonía en algunos espacios de televisión y radio, y aquí el tema Friends era el que servía de cierre del mítico club de jazz Free.
En 1983 produjo alborozo saber que José María Ojeda le había podido programar en el Festival en su cuarta edición, junto a Gary Burton, y traían a escena otro disco de leyenda, Duets, justo cuando su sofisticada marca ECM marcaba la tendencia sonora del momento. Fue una auténtica epifanía, sobre todo para los matriculados al cursillo que organizaba Luis Poyatos, cuyos alumnos se sentaron en el mismísimo escenario a un par de metros del pianista. Aquella noche Chick Corea, tras cenar una pizza en el bar de Pepe Zorrilla, terminó en la Peña de la Platería, junto a Enrique Morente y la plana mayor del flamenco granadino. «Mi impresión del concierto es de una emoción total, estoy asombrado con la calidad artística, conocimiento musical y técnica de Corea, es un verdadero diablo. Aparte de eso es increíble cómo ha captado el flamenco y su forma de interpretar», le decía el cantaor a Paco Espínola antes de ir a jugar en campo propio.
Su segunda visita, en 1986, no fue menos impactante, ya que estrenaba formación, la poderosa Electrik Band. Su presentación en el Palacio de Carlos V, dentro de la programación del Corpus –sí, esas cosas pasaban antes en las fiestas mayores- vino avalada por un despliegue técnico de Meyer Sound nunca visto antes por aquí; algo que todos los presentes recuerdan por su asombrosa espectacularidad, con amplificación repartidos por los pasillos circulares y un grupo lanzado a todo trapo, casi de rock. Ellos probablemente, cuentan los chismes, lo hagan más por la desinhibida juerga posterior en buena compañía. Corea, preguntado años después por esta actuación, no había olvidado «el buen clima de Granada y la belleza de sus jardines y monumentos». Y tanto, puesto que realizaba por entonces el primer vídeo de la banda, y al llegar a La Alhambra manifestó su pesar por no haber rodado el documento en la fortaleza nazarí.
Su tercera visita sería de nuevo al festival, dentro del mejor cartel de toda su historia (Miles Davis, Oscar Peterson, Tete Montoliu con Paquito de Rivera y él). Concierto mayoritario en Estadio de la Juventud, del que la mejor anécdota no fue suya sino de Miles Davis. El trompetista desapareció hasta minutos antes de comenzar el concierto para inquietud de los organizadores, que ignoraban que iba a ser investido Caballero de la orden de Malta en un acto privado, y pensaban ya en alguna espantada tipo Camarón. «Chick Corea es el terror de los futurólogos. Muchas veces los artistas encuentran una fórmula satisfactoria económica y musicalmente, y permanecen fieles a ella hasta el final, pero este músico-ya debe haberse traicionado a sí mismo varios millones de veces, todas con magníficos resultados», se lee en la crónica de aquella velada que hizo Arturo Cid en estas páginas.
Volvería en dos ocasiones más, una dentro del ciclo Solo Música en 1992 al frente nuevamente de su banda elektrica al Palacio de Congresos. Y la última nuevamente al Festival de Jazz en el Teatro Isabel, actuación especial y memorable por la presencia de Gayle Moran en las voces, como había hecho en algunos de sus discos, si bien resultó más entrañable y simbólica su aportación dada la merma de sus facultades, en un concierto, el último, que se cerró reinterpretando El concierto de Aranjuez. También esa noche estuvo a su lado Rubem Dantas, ahora vecino de Granada. Dantas fue habitual de su grupo Touchtone, junto con Jorge Pardo y Carles Benavent. Banda que nunca vimos por aquí, como tampoco a la ultimísima del pianista: My Spanish Heart Band, con los flamencos Niño Josele, Nino de los Reyes y el cubano de Irakere Carlitos Del Puerto. Ya no había presupuesto.
Un repaso a la relación del célebre concertista con nuestra ciudad que deja un sabor triste, por saber que nunca volverá a Granada, por las veces que no lo hizo pasando cerca, y porque da la sensación de que hubo épocas mucho mejores para la cultura musical en nuestra ciudad.
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