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Ramón Fontseré | Actor y director de Joglars
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Ramón Fontseré | Actor y director de Joglars
«Crear un montaje equivale hoy a pisar un campo minado»El actor Ramón Fontseré (Torelló, 1956) dirige Joglars desde que Albert Boadella se retirara de este rol. Ha sido un excelente continuador de su obra, manteniendo intacto el espíritu gamberro y desprejuiciado de uno de los grupos más importantes en la historia del teatro español. Este año, la compañía cumple nada menos que 60 años, y desde el advenimiento de la democracia, ha sido habitual en las programaciones teatrales granadinas. Su más reciente creación, '¡Que salga Aristófanes!' es la propuesta estrella de la programación teatral del Corpus. Hay funciones los próximos lunes 5 y martes 6 a las 19.30 horas en el Teatro Isabel la Católica.
–¿Por qué tiene que salir Aristófanes?
–Porque es el padre de la comedia antigua griega, un autor que sabía retratar muy bien la sociedad de su época, las costumbres, las tendencias del siglo IV antes de Cristo. Gracias a sus comedias, conocemos múltiples aspectos de la sociedad de su tiempo, con toda la veracidad y toda la crudeza. Él decía siempre:«Perdonad que os diga palabras amargas, pero verdaderas». Sus obras eran catárticas, porque reflejaban lo que la gente de a pie pensaba sobre el poder, la religión, las mujeres, el dinero, la guerra... Por eso tiene que salir, porque a través del humor, exhibía su antídoto contra el fanatismo, los dogmas... Aristófanes encarna una de las principales funciones del teatro: provocar la reflexión y entretener.
–¿Qué tipo de comedias escribiría Aristófanes si viviera hoy?
–Unas comedias muy incisivas, como él hacía siempre. Creo que tendría dificultades para decidir por qué tema comenzar, porque tendría muchos aspectos sobre los que incidir. Se le multiplicarían como los panes y los peces... (risas). Creo que, en buena medida, en estos 60 años de existencia, Joglars ha hecho lo mismo:retratar la sociedad a través de sus montajes. Nosotros, cuando hicimos 'Los virtuosos de Fontainebleau' retratamos el ingreso de España en la UE; cuando montamos 'Bye bye Beethoven' era el momento de la polémica por la energía nuclear, y cuando hicimos los 'Ubú' retratamos el régimen que gobernaba en Cataluña...
–¿Aristófanes entendería el concepto de 'lo políticamente correcto'?
–Creo que no... (risas). Ya en su época se enfrentó a Cleón, gobernador de Atenas, y le dedicó dos espectáculos. Tras el primero, se llevó una multa. La pagó, y le hizo el segundo, con Cleón entre el público el día del estreno. Tenía claro que la misión del cómico era, a través del humor, poner en evidencia a los poderosos y a la gente en contacto con la verdad.
–¿Hemos ido hacia delante o hacia atrás en cuanto a la libertad creativa de los cómicos?
–Creo que hacia atrás. Muchas de las producciones de Joglars de los años 70 y 80, por ejemplo, hoy no se podrían ver en la televisión convencional.
–¿Quizá el pecado más grave del teatro actual sea la autocensura?
–La autocensura es básicamente una consecuencia de la corrección política. Que uno, a la hora de plantear un espectáculo, se corta de decir según qué cosas para no molestar a los animalistas, o a las feministas, o a los ciclistas... Esto es grave, porque coloca al artista bajo una espada de Damocles... Los componentes de Joglars, cuando estamos en el proceso creativo de un espectáculo, no pensamos en esto, porque la pasión que ponemos, y lo que creemos que es verdad, nos lleva a aceptar las consecuencias que puedan derivarse de tratar este o aquel tema sobre el escenario. No creo que los actores de la 'commedia dell'arte', o Fo, o Shakespeare, o Chéjov, pensaran en no molestar. La pasión del oficio da esta fuerza para llevar adelante este empeño. No pensamos en otra cosa.
–¿Cómo es su personaje en la obra?
–Es un profesor de Clásicas expulsado de su universidad tras un escrache de sus alumnos y sus colegas, debido a su forma de contar el mundo clásico. Esto le lleva a ser internado en un Centro de Reeducación Psicocultural, donde, con ayuda de sus compañeros de encierro, trata de montar una 'performance' sobre Aristófanes. Acaba casi confundiendo realidad y ficción, y se ve como el propio Aristófanes ante sus actores. Y se toma su tarea como un alegato contra la corrección política que impera en el propio centro.
–El Mundo Disney o el Arte Vaselina son conceptos que ustedes manejan...
–Sí. Ahora todo el mundo se ofende. Dar pasos creativos equivale a pisar un campo minado. Esta gente que se ofende tanto es peligrosa, porque intentan dominar el comportamiento de los demás imponiendo su presunta superioridad moral. Y el profesor que es nuestro protagonista demuestra una ética superior a la de todos ellos.
–¿Alguna vez se encontró con alguien que le dijera amigablemente «por aquí no...»?
–Claro. Incluso los propios actores, algo que hace tiempo no ocurría. Es preciso explicar a veces que el teatro es un juego, que no es de verdad. Y que tus creencias u opiniones quedan fuera de tu trabajo.
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