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Juan Jesús García (Madrid, 1957) es el patriarca del periodismo musical en Granada. Mañana recibirá la Púa de Plata con Los Ángeles, banda fundadora del pop granadino, en la gala de 'Granada Ciudad del Rock', que tendrá lugar en el Centro Federico García Lorca (20: ... 00 horas, entrada libre). Bajo las siglas J.J.G., el crítico de IDEAL ha visto nacer, crecer y reproducirse la escena de una ciudad convertida en referente nacional. Tras 45 años en el oficio, con unos cuarenta conciertos presenciados cada mes y más de 8.000 artículos a sus espaldas, es la firma con más piezas sobre música publicadas en este país. Cada noche recorre la urbe en su Vespa, de sala en sala, para luego difundir la realidad musical de Granada en textos sabios de marcado estilo propio. Porque leyendo a 'Juanje', con su sorna castiza, uno carcajea mientras aprende.
-Le conceden la Púa de Plata que antes recibieron 091 y los hermanos Arias. ¿Sorprendido?
-Sí, porque la crítica no es un oficio para hacer amigos. Por exceso o defecto, nunca aciertas con lo que el artista espera. Lo más normal es que se acuerden de tu familia, preferentemente de tu madre. Algo he debido hacer mal para que me estimen.
-Usted empezó en el oficio temprano, allá por 1973, en la prensa universitaria de Madrid. ¿Lo suyo fue vocación?
-O necesidad. Pasé toda la infancia interno, y para los 'reclusos' la radio era la única ventana de vida, con programas de AM como 'Vuelo 605', de Ángel Álvarez, o 'Para vosotros jóvenes', de Carlos Tena. Allí sonaban unas músicas que, por la época y las peculiaridades de este país entonces, eran síntoma de que existía otro mundo. Y era cierto.
-Después vivió la escena granadina desde la colocación de las primeras piedras. ¿Cuál ha sido el mejor momento para la música en esta tierra?
-Sin duda, las décadas de los ochenta y los noventa, como reflejo de una Transición que explotó como el tapón de una botella de cava agitada. En materia de música, supuso en bum en todo el país. Un tanto ficticio y artificial, bien es cierto. Y los dosmiles, con mucha difusión, son muy interesantes. Pero a niveles creativos, al menos en cantidad, estaban los casi doscientos nombres en activo en los sesenta, cuando eran conjuntos. Luego fueron grupos y después bandas.
-¿Y la época que recuerda con más cariño?
-Si es por afecto, me quedo con el final de los años setenta. Es la época más desconocida, cuando se rompió con el pop ligero anterior y aquello era 'underground' crudo. Cada grupo, cada canción y cada concierto eran actividades de resistencia, reafirmación y supervivencia. Todo muy ingenuo -lo supimos luego-, pero muy entusiasta. Por contra, ya completamente asimilada la música hasta como bien oficial, valoro la fraternidad del gremio en las últimas décadas. De la realimentación y las comunales tormentas de ideas siempre salen cosas buenas.
-Es usted una rareza en el gremio. No sólo domina la crítica rock, sino que está especializado en géneros como el jazz o la música latina. Un conocimiento panorámico que tienen Diego Manrique y muy poquitos más. ¿Siempre ha comido de todo?
-La dieta variada es lo más saludable y últimamente ha vuelto a las mesas, pero como en el caso de los maestros Manrique, López... Es un motivo generacional: somos anteriores al invento de las tribus musicales y vivimos una época en la que Paco Ibáñez, Free, Pedro Iturralde, The Who, Zappa o Nuestro Pequeño Mundo tenían la misma potencia emocional. Es una ventaja porque te permite mayor capacidad de análisis y de disfrute, que casi siempre reside en la gama de grises.
-Su primer amor fue la radio. Su programa 'Pólvora', en Radio Popular, fue altavoz de la transgresión en los ochenta. Por allí andaba el escritor Muñoz Molina...
-Sí, éramos amigos y vecinos. En casa grabábamos una sección de cine que se llamaba 'El cartelón de acero', cuando existía el de Berlín, en el cretácico. La radio no es un gusanillo, sino una pitón que te abraza toda la vida. En fin, que somos lo que fuimos en la infancia. También jugábamos con ventaja porque, en aquel momento, en el dial granadino apenas había cinco o seis emisoras, y en la tele dos cadenas, así que todo tenía mucha más repercusión que ahora. 'Pólvora' lo recuerda alguna gente porque fue la plataforma de donde salió una generación de grupos: TNT, 091, La Guardia, Autoblues, SOS, Alto Secreto, Sesión de Noche... Y por su espíritu punk: «Tú eres dinamita a punto de estallar», cantaban Los Stukas en la presentación.
-¿Es cierto que estuvo a punto de fichar por Radio 3 en los inicios de la emisora?
-Tuve una invitación, no sé hasta qué punto formal o no. No lo comprobé. Acababa de llegar a Granada, tenía espacio propio aquí en la radio y publicaba en el 'Diario de Granada'... No había marcha atrás. Luego comencé a colaborar con IDEAL, que es mi casa desde hace ya... algunos años. He tenido la suerte de poder escribir en el medio líder de Granada, y estoy feliz aquí. No miro hacia atrás.
-Una de las fotos más difundidas de Joe Strummer, el famoso retrato frente a la Alhambra, es obra suya. ¿Qué hay de la leyenda de aquella entrevista pactada como favor por recoger al líder de los Clash ebrio en Pedro Antonio?
-No es leyenda, por suerte fue cierto. Desde que apareció, me convertí en su sombra para hacerle algo en mi periódico. Y era imposible. Pero aquella anoche le falló el autocontrolador de alcoholemia y lo tuve que llevar como pude en moto a su hotel. «Mañana entrevista», me dijo. ¡Y se acordó al día siguiente! Mike Jones me dijo cuando vino que quería una foto igual y en el mismo sitio, y se la hizo. ¡Debiera haber una estatua de bronce de Joe sentado en el mirador de San Nicolás! Porque, por lo que me solicitan de derechos de reproducción, debe ser una de las imágenes más vistas de la Alhambra.
-Una de sus debilidades es la música cubana. ¿Alguna anécdota confesable de sus largas estancias en la isla?
-Todas son confesables, y pongo por testigo a mi madre, que me la llevé una vez (risas). La música cubana de los años cuarenta, cincuenta y sesenta es mi debilidad. Mi peregrinaje durante más de una década ha sido eminentemente musical. Poder ver actuar aún vivos a Portillo de la Luz y Elena Burke es impagable. O a Los Van Van hirviendo con decenas de miles de habaneros bailando. Que por error en un concierto de Manu Chao nos acomodaran en el camerino de Fidel Castro parece de un guion del Gutiérrez-Alea más surrealista.
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