![«Con las cruces a los caídos, el franquismo señaló a quién se debía recordar y cómo»](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202204/26/media/cortadas/ARCOFOTO-kG7G-U1601786672321r1-1248x770@Ideal.jpg)
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José Antonio Muñoz
Granada
Martes, 26 de abril 2022, 01:48
El profesor de la Universidad de Granada Miguel Ángel del Arco Blanco ha publicado con Editorial Crítica 'Cruces de memoria y olvido', una aproximación a ... los monumentos conmemorativos que llenaron España, instalados por el bando vencedor de la Guerra Civil. Un trabajo exhaustivo y concienzudo que presenta esta tarde en la Biblioteca de Andalucía, a partir de las 19.00 horas.
–¿Por qué ese título, 'Cruces de memoria y olvido', para este libro?
–Primero, porque había que buscar un título original, que atrajese al lector, y sintetizara bien el contenido. Hablo de cruces porque como tales eran conocidos los monumentos a los caídos del bando vencedor. Y hablo a la vez de memoria y olvido porque a lo largo del libro cuento cómo esos monumentos, diseñados para perpetuar la memoria de unas personas y unos hechos determinados, fueron perdiendo importancia en el imaginario colectivo, que fue olvidando cuál fue su objeto.
–Fueron monumentos dirigidos.
–Naturalmente. Con ellos, el franquismo quiso determinar a quién y cómo se debía recordar. Es decir, a los caídos solo en su bando. En parte, su decadencia anduvo pareja a la aparición de otras memorias y otras formas de recordar los hechos de la guerra civil.
–¿Quién los pagaba?
–Normalmente, eran los ayuntamientos, pero en muchos casos contaban con suscripciones populares. El régimen mantuvo unas políticas activas de memoria, pero también pedía que la población costeara siquiera parcialmente estas manifestaciones arquitectónicas. No siempre se ponía dinero; en ocasiones, los profesionales regalaban su trabajo. Los que yo llamo 'La comunidad de la victoria' fueron quienes los impulsaron conjuntamente con el gobierno. Salvando las distancias, es lo mismo que ocurre ahora con los monumentos impulsados por asociaciones memorialistas.
–¿Cómo era esa arquitectura?
–Sigue una línea tradicional, inspirada en los edificios del Siglo de Oro español, básicamente la arquitectura herreriana del Monasterio de El Escorial. El propio Valle de los Caídos sigue esta misma línea. Sencillez, para transmitir muy bien el mensaje, y monumentalidad, para mover los sentimientos y que las construcciones destacaran sobre su entorno, son las características principales de su forma.
–Suponemos que muchas personas se apuntaron a estas suscripciones a la fuerza.
–Cada localidad era un mundo, y en entornos pequeños, donde todo el mundo se conocía, supongo que no participar en una iniciativa como esta supondría señalamiento inmediato, claro.
–Las cruces estaban adosadas veces a los templos.
–Sí, cuando no se tenía suficiente dinero, en pequeñas poblaciones, quienes velaban por la homogeneidad estética de los monumentos consintieron en rebajar las expectativas, siempre con tal de que hubiera monumento, y una de las formas más habituales de conseguirlo fue, efectivamente, adosarlas a las iglesias.
–¿Qué ocurrió con esos monumentos al llegar la democracia?
–Durante las últimas décadas del franquismo, estos monumentos fueron sometidos a un olvido lento. Las concentraciones ante ellos disminuyen en número de participantes, y la imagen de Cruzada que transmitían sobre la guerra civil también se diluye. Los que se construyen más tarde ya tienen, además, otro aspecto, y el discurso que se desprende de ellos no es tanto el de la guerra para defender la fe como de la guerra para conseguir la paz. Poco a poco, los monumentos van teniendo contestación, y muchos miembros del clero no están a gusto con ellos.
–La desaparición fue, en muchos casos, fruto del consenso.
–Cuando llegó la democracia, ni UCD ni PSOE tuvieron en primera instancia políticas activas de recuperación de la memoria. Pero poco a poco, en pueblos pequeños en que habían ganado partidos de izquierda, o en ciudades donde se comprendía que había un tiempo nuevo, se fueron o quitando o trasladando esos monumentos, con la aquiescencia del párroco y con la abstención ante esas medidas en los plenos de los concejales de la derecha.
–¿Es usted partidario de que estas construcciones desaparezcan, o de que se mantengan de forma paralela con otros monumentos memorialistas?
–Pienso que el dolor por la muerte de los seres queridos es indiferente de la ideología de cada cual. El encuentro entre ambos bandos que la Transición puso en valor tiene que completarse. La simbología debe ser respetuosa siempre, porque todos perdieron a seres queridos durante la contienda, a veces en circunstancias atroces. El franquismo hizo en este aspecto una categorización de muertos según importancia, rango y cercanía al poder que los monumentos memorialistas han evitado, con acierto.
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