El Niño de las Pinturas lee 'El mundo está oscuro, ilumina tu parte', en su taller del Realejo. PEPE MARÍN

El cuarto del Niño de las Pinturas

Raúl Ruiz abre las puertas de su taller, entre el Realejo y el Barranco del Abogado, para presentar 'El mundo está oscuro, ilumina tu parte', un libro que descubre los secretos que hay detrás de las obras de su vida

Lunes, 17 de mayo 2021, 23:56

Cuando Raúl llegó al taller se encontró tres piezas de cartón primorosamente colocadas en la reja de la puerta. En la primera había un pulpo rojo; en la segunda, un pájaro de alas azules. Y, en la tercera, un mensaje: «Hola, Niño de las Pinturas ... . Nos encantan tus pinturas con grafiti y te hemos dejado un regalo. Besos de Isabela y Bruno». Raúl es un niño más del barrio y lo lleva siendo toda la vida. Por eso, quizás, tiene buen ojo para distinguir los tesoros: «Son preciosos, ¿verdad?», dice mientras observa los dibujos de sus vecinos. «No los conozco en persona, pero me caen bien Isabela y Bruno», sonríe.

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De una zancada ágil, Raúl salta al interior del taller y deja la puerta abierta a sus espaldas, para que corra el aire. A primera vista, hay dos espacios separados por una puerta de madera blanca. A un lado, el ordenador y las estanterías. Al otro, más diáfano, lienzos, pinceles y botes de spray. Para alguien que ha pintado los muros más grandes del planeta, parece un tanto pequeño. «Aquí estoy en la gloria y nunca me ha faltado sitio. Fíjate qué pared –señala al fondo– y, si necesito más, pues afuera». El sol, que entra por un gran ventanal, a ras del suelo empedrado de la calle, golpea la portada de un hermoso libro que descansa en una mesa repleta de manchas de colores. Raúl lo agarra entre sus manos y observa el grafiti de la portada. «Es de la primera vez que fui a Estados Unidos. Verás. En 2002 conocí aquí, en Granada, a una pareja del norte de Europa y nos hicimos amigos. Su sueño era vender crepes en una furgoneta, por América. Años más tarde me llamaron y me dijeron que lo habían conseguido, que habían estado rulando por allí hasta que decidieron abrir un local en Arcata, un pequeño pueblo de California. Me pidieron que fuera a pintarles la fachada».

–Raúl, tu segundo libro. Que ya son treinta años pintando como El Niño de las Pinturas...¿Nos hacemos viejos?

–¡La edad es un grado! –ríe a carcajadas, divertido– ¡Llevo 30 años pintando! Muchas veces no se da uno cuenta, pero de repente entras aquí y descubres que con el tiempo has conseguido el hueco que querías. Estoy disfrutando mucho. He tenido la oportunidad de orientar mi carrera hacia algo que cada vez me gusta más. Uno sólo puede estar muy agradecido.

La portada de 'El mundo está oscuro, ilumina tu parte', el dibujo de Isabela y algunos botes en la estantería. PEPE MARÍN

En 'El mundo está oscuro, ilumina tu parte', Raúl Ruiz (Granada, 1977) recopila quince años de trabajo, del 2006 hasta hoy, continuando la serie que inició con 'A través del muro', que recorría los quince primeros. «Ha sido una labor muy difícil. He tenido que obviar mucho material porque no había sitio. En el primer boceto, el libro era cuatro veces más gordo». Las más de cuatrocientas fotografías vienen acompañadas por textos en los que el autor cuenta la historia que hay detrás del muro. «Me han ayudado Aitor Velázquez y Joaquín Carmona, que son escritores. ¿Que qué cosas cuento? Pues vamos a abrir al azar y lo vemos».

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El Niño de las Pinturas deja correr las páginas del tomo y, como el mago que pide que elijan carta, para de golpe, colocando el dedo sobre un oso; un súper oso. «La asociación granadina 'Sonriendo se puede ganar', de familias afectadas por el cáncer infantil –lee Raúl, poco a poco–, me habló de las bolsas de tratamiento que se les daba a los pequeños. Los niños generaban cierto rechace al envase antes incluso de que les fuesen administrados los medicamentos. Me contaron que sabían de otros sitios donde los cubrían con una segunda bolsa decorada con superhéroes que daban mensajes de ánimo. Y así fue como apareció este súper oso. Años después, cedí la obra original al Hospital Universitario San Cecilio y ahora aporta su sonrisa en la sala de cuidados intensivos de Pediatría».

Luego, siguiendo el juego, vemos a Calufo, «escayolista y colega», que le dio volumen a la pared donde pintó a Camarón; a la famosa jirafa de la calle Molinos, «por la que eché alguna lágrima»; y a Lorca, por supuesto, con el que es difícil no cruzarse por las páginas del libro. «Este es en Nueva York –dice, con un enorme Federico en el corazón de la Gran Manzana–. ¿Viajar? Pues sí, he viajado lo que me han dejado: Johannesburgo, Ecuador, Estados Unidos, Rumanía, Italia, Alemania, Francia, Marruecos, Zimbabue... Y Fuente Vaqueros, la Chana, el Zaidín y el Realejo, sobre todo», ríe otra vez.

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El tomo viene con dos códigos QR para escanear con el móvil. El primero es la traducción al inglés de los textos. El segundo lleva a una lista de reproducción de Youtube en la que hay vídeos asociados a algunas obras del libro. «No tengo favoritas. Lo digo siempre, me pasa como a los padres que tienen varios hijos. A cada uno lo quieres por razones distintas y todos forman parte de la historia. ¿Que si es como un álbum familiar? Pues sí, para mí sí. Habla de mi vida. Cuando veo una foto me lleva de viaje por los recuerdos».

«La mayor parte de mi tiempo lo empleo aquí, en el estudio, en pintar cuadros. Conservo tiempo para ir con colegas y disfrutar del grafiti en la calle, pero estoy centrado aquí»

Sobre el caballete hay un cuadro, 'Escuchando la música del mundo', que pintó durante el confinamiento. Tras observarlo un momento, lo baja y coloca en su lugar un retrato en el que está trabajando. «La verdad es que ahora la mayor parte de mi tiempo lo empleo aquí, en el estudio, en pintar cuadros. Conservo tiempo para ir con colegas y disfrutar del grafiti en la calle, pero estoy centrado aquí». En la pared, junto a una tira de cinta aislante sobre la que ha escrito «porque me quiero, me defiendo», hay una ristra de lienzos apoyados. «Los cuadros los guardo arriba, venid». Tras unas pequeñas escaleras, la planta de arriba es un cofre repleto de tesoros donde ya descansan Isabela y Bruno. Entre las obras, sobre la estantería, destaca un estuche de 'Las dos espadas', el manga de su hermano Kenny Ruiz. «Kenny está triunfando en Japón, era inevitable. Pero ojo con Daryl, el pequeño, que es una máquina en la animación», explica orgulloso.

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'Escuchando la música del mundo', un rincón del taller y la nota en la pared: «porque me quiero, me defiendo»

'El mundo está oscuro, ilumina tu parte' estará disponible desde este miércoles, a las 18.00 horas, en Librerías Picasso, nada más terminar la presentación online que se podrá seguir desde su perfil de Instagram. Él, que lleva toda la vida guardando su rostro tras la mascarilla, las gafas y la gorra, como un Spiderman de barrio, guiña esperanzado al futuro. «Hay muchos artistas metidos en este libro», termina, repasando una vez más sus 273 páginas.

–Has pintado muchos rostros en tu vida. Pero muchos.

–Sí que es verdad. Me gusta hacer rostros. No los he contado nunca ni tampoco los grafitis que he hecho ni cuantos botes he gastado. ¿Cuántos rostros he pintado? Ni idea. Una vida.

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P. M.

«Hay cosas que pinto que las veo moverse en mi imaginación»

Entre los proyectos futuros de Raúl Ruiz, El Niño de las Pinturas, se encuentra su entrada en el mundo del arte virtual y los NFT (Non-Fungible Tokens), esto es, obras únicas pero en formato exclusivamente digital. «Es un mundo que me interesa mucho. Tengo la suerte de conocer a Javier Arrés, un artista que ha ganado varios premios internacionales y me ha guiado en el asunto. Siempre me ha interesado mucho animar el grafiti, hay cosas que pinto que las veo moverse en mi imaginación. Esa historia en NFT tiene bastante sentido». Una de las primeras obras que saldrá a la venta será el grafiti de García Lorca en Nueva York, en la entrada de Chinatown.

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