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JOSÉ ANTONIO MUÑOZ
Granada
Martes, 28 de agosto 2018, 00:05
No es difícil imaginar el lujo que rodeó la corte de Muhammad V (Granada, 1338-1391). Tributario del Rey de Castilla, consciente de su papel histórico pero admirador de los usos castellanos, el sultán nazarí se esforzó por convertir el hoy llamado Palacio de los Leones, en el recinto de la Alhambra, en un lugar de disfrute. Y a ello contribuye, sin duda, la magnificencia de las salas de dicho palacio, lugar de celebración tanto de los grandes banquetes y fiestas de la dinastía como de celebración de la primera misa con los Reyes Católicos tras la conquista de la colina roja. De entre ellas, la llamada Sala de los Reyes constituye un ejemplo único en el mundo de pinturas sobre piel de caballo, ejecutadas bajo una bóveda de yesería a la que se sujetan sin unirse, en vilo sobre la mirada del espectador.
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Tras más de una década lejos de la vista del público, un equipo multidisciplinar donde han tenido cabida arquitectos, restauradores, químicos, biólogos e historiadores del arte, entre otros científicos, ha permitido con su trabajo que desde ayer la Alhambra cuente con un nuevo atractivo. El montante de los trabajos -algo más de tres millones de euros- ha permitido actuar sobre los reversos de las bóvedas, las pinturas, mocárabes y zócalos, en una labor en la que han participado tanto la empresa madrileña Tracer Restauración como el taller de Restauración de Yesería del propio Patronato de la Alhambra.
«Estamos ante unos murales únicos, tanto por la técnica utilizada como por las escenas que representan», afirmó el consejero de Cultura de la Junta, Miguel Ángel Vázquez, quien acudió a la puesta de largo de los trabajos junto con la delegada del Gobierno andaluz en Granada, Sandra García. Así lo apreció el público visitante del conjunto monumental, que se agolpaba en los aledaños de las salas esperando a que se desacotaran para poder disfrutar de las pinturas.
Miguel Ángel Vázquez | Consejero de Cultura
María Luisa García | Equipo de restauración
Los seis siglos que median entre la imprimación de las pinturas y el día de hoy las han sometido al paso inclemente del tiempo y la humedad, su mayor enemigo según Eduardo Mendoza, miembro del equipo de restauración. María Luisa García, otra de las expertas que ha llevado adelante los trabajos, afirmó que el trabajo «ha incluido la reintegración volumétrica y cromática de las bóvedas, trabajos de fijación y estabilización del cuero, así como eliminación de antiguas intervenciones, sobre todo, ceras aplicadas en los años 80 del pasado siglo, y que estaban creando tensiones entre los distintos materiales: yeso, piel, madera y la propia pintura al temple».
Las tres bóvedas con pinturas, de 15 metros cuadrados cada una, se realizaron con una técnica muy particular, combinación de raíces ejecutivas cristianas y musulmanas. Para protegerlas, primero se restauraron las bóvedas sobre las que se asientan, víctimas de filtraciones, especialmente tras la intervención realizada por Rafael Contreras en 1855. Tras unos exhaustivos estudios históricos, químicos y arquitectónicos, se ha podido determinar cuáles eran los materiales más idóneos para ejecutar esta última fase de la restauración, que ha durado nueve meses.
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Dichos estudios permiten prever cuál va ser la evolución de las obras a futuro, es decir, cómo se comportarán en las nuevas condiciones climáticas que estamos viviendo, con subidas de temperaturas que provocan desfases térmicos importantes. La piel de caballo y el pelo adherido a las pinturas ha ejercido como cómplice para que el deterioro no haya sido mayor, aunque basta ver el estado original de estas antes de iniciarse el proceso y el resultado final para comprender que la intervención era perentoria. Con todo, María Luisa García afirmó que «la calidad del trabajo revela que el procedimiento para realizarlo fue probado con éxito antes de implantarlo en estas bóvedas, aunque no se hayan conservado otros ejemplos similares, lo que les otorga un mayor valor».
El trabajo se ha visto dificultado por la falta de fuentes documentales sobre la conformación original de las pinturas -los primeros dibujos se hicieron en el siglo XIX-, las cuales, sin embargo, han sido claves para recomponer las partes perdidas, que el observador desde abajo no aprecia a simple vista, y en las que se ha utilizado con la técnica del rigatino, que diferenciar as partes originales de las recompuestas. Según la estimación de los restauradores, el trabajo realizado garantiza, con una adecuada conservación, el futuro de las pinturas por otros 50 años.
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