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José Antonio Muñoz
GRANADA
Viernes, 10 de enero 2020, 00:57
Lo ha sido todo, lo ha interpretado todo, pero para muchos, Imanol Arias (Riaño, 1956) lleva dos décadas siendo Antonio Alcántara. Más allá de su apabullante currículo, sigue teniendo ganas de subirse al escenario para participar en obras como 'El coronel no tiene quien le ... escriba', que hoy trae a Granada.
–¿Cómo se implicó en este montaje?
–Fue un regalo que me vino dado por unos problemas de salud de Juan Diego, su intérprete original. Carlos Saura lo había representado en dos ocasiones, y me llamaron para sustituirle. Como Carlos estaba en México, lo ensayamos por Skype, una nueva forma de dirección teatral...
–¿El coronel, su personaje, es un pobre hombre, un hombre pobre, ambas cosas, ninguna?
–El coronel es un hombre, con todos los cromosomas y aditamentos de cualquier ser humano. Es un hombre con el deber cumplido, con una historia detrás y una serie de decisiones que cambiaron su carácter y moldearon su figura. Y es pobre porque no le llega la pensión que debe asegurar su sustento.
–¿Es un estratega de la vida al que le falla su estrategia?
–Ante la carencia de medios, él va descubriendo las emociones, el amor, algo que no esperaba encontrar y de donde saca la fuerza para resistir.
–¿Cuál ha sido la estrategia para llevar adelante una carrera como la suya?
–Los actores somos muy diversos. Nunca me he parado a pensar o a calcular. La vida me ha llevado por trabajos que unas veces he tenido la suerte de poder elegir y otras no, con mayor o menor fortuna. Quizá mi estrategia se ha basado en la curiosidad, en mi amor por el oficio, en no haberme creído nunca el mejor. He sido un tipo afortunado al que le han llegado cosas muy interesantes, hechas en compañía de grandes compañeros. Porque nosotros nunca trabajamos solos. Y depende de cómo te relaciones y con quién, se obtiene un resultado u otro. Soy un deudor de muchos colegas, amigos, directores y compañeros que me han acompañado, y que me han ayudado a tomar decisiones, a veces erróneas. Después de tanto tiempo, es una suerte disfrutar de un bagaje positivo.
–¿Alguna batalla perdida?
–La que he librado contra mí mismo, la de entender la diferencia entre el espectáculo y el arte. Las batallas perdidas se han desarrollado siempre contra el arte y frente al espectáculo.
–¿Y alguna carta que esperaba recibir y nunca recibió?
–Ya hace mucho tiempo que las cartas no forman parte de nuestro acervo. Lo único que espero con ansia es sentarme cada día a las cinco de la mañana y disfrutar de un nuevo día. Vivo el momento. No quiero anclarme ni en el pasado glorioso ni en el futuro incierto. Cada día tiene su afán y sus acontecimientos. Y se va acumulando como un edificio que se construye a diario.
–¿Da gracias a la vida por haberse convertido en Antonio Alcántara?
–Es una circunstancia feliz, sin duda. Es gozoso, hemos hecho mucho trabajo. También me ha quitado mucha privacidad, pero lo llevo con alegría, a pesar de que uno no puede salir a la calle sin que le conozcan, y sin que le paren. Hay veces que he pedido que me dejaran terminar de comer antes de atender a quien me pide una foto o una dedicatoria, pero en general, la gente me trata muy bien. Yello me asombra y lo sigo agradeciendo.
–¿Sobre el escenario de un teatro se es más actor?
–No es el único lugar para sentirse actor, pero sí es un lugar donde se desarrolla un trabajo total:más complejo, más rico... El teatro es como la vida, cada día el personaje empieza de cero, y tienes que hacerlo tuyo. En ese sentido, se parece mucho a la vida. En el teatro puedes envejecer; notas cómo pasa el tiempo, y luego, tiene algo muy bueno, que es compartir la vida con los compañeros a los que ves a diario.
–Hablando de comer, usted es un gran gastrónomo. ¿Dará rienda a su pasión en Granada?
–No todo lo que quisiera, porque tengo poco tiempo, pero sí, claro.
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