El español es el idioma más potente del mundo. Yel más rico. También el único que tiene un lenguaje médico normalizado, algo que no existe ni en inglés, ni en francés, ni en chino. Y ello ha sido posible gracias a la creación del Diccionario ... Panhispánico de Términos Médicos (en la web, dptm.es), una herramienta creada en parte desde Granada, y que permite a cualquier persona que hable en español entenderse con otra, provengan ambos de donde provengan. El codirector de este trabajo titánico (más de 70.000 entradas tiene) es el catedrático emérito de Histología de la UGR Antonio Campos, uno de los 50 académicos de la Real Academia de Medicina de España, entidad casi tricentenaria promotora de la obra.
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En los escasos meses en que la obra lleva en la web –por estar en soporte digital crece cada día–, las consultas a este nuevo recurso han sido más de 400.000, con la curiosidad de que muchas de ellas proceden, como destaca el catedrático, de las llamadas 'tierras de frontera', como el sur de los EE UU, donde los movimientos migratorios provenientes del resto del continente son más intensos. Así, por este orden, los países que más han usado el Diccionario han sido España, Argentina, EE UU, México y Colombia.
El mandato de normalizar el idioma médico, según Antonio Campos, se remonta al siglo XVIII. El encargo pasó por diversas dificultades, y hasta la época de Isabel II, no hubo un primer avance al respecto, sin que cuajara, lo mismo que una segunda tentativa en tiempos de la II República. Fue a finales del pasado siglo cuando el encargo se retomó con fuerza, y la incorporación de personal lexicográfico a la Real Academia, se impulsó la redacción del Diccionario Español de Términos Médicos, editado como libro físico en abril de 2017, convertido en un 'best seller' de uso común entre profesionales del sector sanitario.
«El paso siguiente ha sido este Diccionario Panhispánico, que fuimos haciendo en paralelo con el otro a partir de 2012, y que nos ha llevado 12 años de trabajo», afirma el codirector. Un trabajo ímprobo en el que ha sido indispensable el diálogo continuo con las academias americanas, tanto como la labor continua de actualización de términos. «Me gusta pensar en el intercambio de vocablos como en un 'tornaviaje', donde ha habido centenares de revisiones y adiciones de palabras propias de cada uno de los países o regiones de Hispanoamérica», dice Campos.
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El nuevo Diccionario Panhispánico es, además, bilingüe, ya que incorpora la voz en inglés de Norteamérica, y aporta la etimología de miles de términos. «Este aspecto me parece particularmente interesante, porque se cuenta cuándo nació la palabra, de dónde procede y cuándo se incorporó al diccionario español. También hemos incorporado palabras 'tachadas', para mostrar cómo no se deben escribir, e incluso pequeñas biografías de personas que han contribuido al conocimiento médico, lo que aporta una singular perspectiva», comenta el catedrático.
Son millones de personas las que son 'público objetivo' del Diccionario, y no solo médicos. «Es una herramienta útil para estudiantes, pacientes, periodistas, traductores, educadores... Pero también para los profesionales de la Biotecnología, ingenieros que desarrollan computación relacionada con la sanidad...», comenta. Pero más allá de los grandes colectivos, esta es una herramienta para lo cotidiano. Imaginemos una situación en que una persona migrante recién llegada le dice a su médico que tiene 'chuchos'. En nuestro país, esa es la denominación despectiva que se dedica a los perros. Sin embargo, en Argentina, Bolivia, Costa Rica, México, Paraguay y Uruguay, el término se utiliza para designar a los escalofríos que acompañan a diversas patologías.
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La misma persona le puede decir al médico que todo empezó por un 'quebranto'. No tiene que ver nada con roturas óseas o con el plato gastronómico (duelos y quebrantos) que aparece en los primeros párrafos de 'El Quijote'. Porque tener un 'quebranto' en Colombia, Costa Rica, Ecuador, México y Venezuela, es estar resfriado.
Quizá algunos de ustedes pasaron la primera o la segunda luna de miel en las paradisíacas playas de México. Y quizá, la ingestión de agua o alimentos en no muy buen estado les provocó la clásica diarrea del viajero. Pues bien, allí esa diarrea tiene un nombre histórico: la venganza de Moctezuma. Y cuando una mujer rompe aguas, paso previo al parto, en prácticamente toda Hispanoamérica se dice que está 'rompiendo fuente'. Y minutos u horas después, la parturienta no entrará en el paritorio al otro lado del Atlántico, sino en la 'sala de expulsión'. Atragantarse es 'trapicarse' en Chile, Costa Rica o México, y a la viruela en buena parte de América se le llama 'lechina'.
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No solo hay nombres curiosos para las enfermedades o eventos, también para el instrumental. Así, un bastoncillo de algodón es un 'cotonete' en países como Argentina, Bolivia, Ecuador, México, Paraguay, Uruguay o Venezuela. Y el depresor lingual es un 'abatelenguas', un cuentagotas un 'gotario', una tirita es un 'parche curita' y una lente de contacto se conoce como 'pupilente'. En la esfera de lo oftalmológico, los ojos vagos son 'ojos flojos' en Ecuador, México y Venezuela. La lista de las denominaciones diversas es tan curiosa como larga.
El Diccionario está siendo consultado igualmente en países europeos a los que están llegando migrantes de origen hispano, como Alemania o Italia. Su cuerpo refleja, y conserva en cierta medida, términos pertenecientes a las lenguas vernáculas guaraní, quechua y náhuatl, entre otras, que se hablaban en territorio americano antes de la llegada de Colón. «Para mí, esta obra incluye tres elementos: es un instrumento fundamental para el acto médico, interrelación entre un ser humano enfermo y quien debe ayudarle o acompañarle; es la plasmación de un patrimonio cultural e identitario, para todos los que hablamos español, y un agente de desarrollo económico, ya que el español mueve, según el Instituto Cervantes, el 9% del PIB mundial», finaliza el profesor Campos.
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