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El escritor José Lupiáñez. IDEAL
«En la ecuación del amor se incluyen el tiempo y el dolor»

«En la ecuación del amor se incluyen el tiempo y el dolor»

josé lupiáñez - escritor ·

Linense de nacimiento, afincado en Motril, y académico de las Buenas Letras, acaba de publicar su nuevo poemario, 'Las formas del enigma'

Domingo, 6 de junio 2021, 00:44

José Lupiáñez (La Línea de la Concepción, 1955) cambió un mar por otro, millas adentro, y se instaló en Motril. Desde aquí, ha desarrollado una importante carrera jalonada por premios como el de la Crítica, que obtuvo por 'El chico de la estrella y otros cuentos'. Académico de Buenas Letras, acaba de publicar 'Las formas del enigma' en Ediciones Carena, un poemario con un fuerte sabor a sal.

–¿Concibe la poesía sin mirar su entorno inmediato?

–De ninguna manera; es precisamente el entorno inmediato el que me la propicia, si bien a veces es más el impacto sensitivo o reflexivo de esa realidad próxima la que desencadena en mí el texto poético. No sigo en esto la consigna de Valle Inclán en La lámpara maravillosa, pese a resultar tan turbadora, de ser como el pájaro que no mira al mundo desde la verde rama en la que canta. Él tampoco fue fiel a esta propuesta, en la totalidad de su obra.

–Publicar este libro, ¿no supone, en cierta medida, que el observador se convierta en observado?

–No me importa compartir el proceso de esta exploración particular en los grandes enigmas que nos acucian, aunque con ello queden al descubierto las heridas que ese itinerario vital haya podido dejar en mí. No se trata de un exhibicionismo superficial, sino de algo más próximo a la confesión, al testimonio. La poesía estimula la resistencia, es una manera de sobrevivir y ayuda a explicarnos el mundo y a combatir el absurdo. Es lógico que en esa lucha trascendente contra la fatalidad quedemos expuestos, aquí no valen las reservas; es la fragilidad la que nos hermana como seres humanos. De todos modos, las obras que permanecen acaban por contarnos nuestra propia historia, ojalá que la que yo dejo traslucir o se entrevera en los poemas, acabe siendo de algún modo la historia de quien también se acerca a ellos, o al menos se perciba como un territorio no demasiado ajeno a la vida del posible lector.

–¿Hasta qué punto su libro es una declaración de intenciones sobre su pasión por el arte, o por otras artes como el cine?

–Es ciertamente una apuesta apasionada por la belleza, y una declaración de amor al lenguaje y a nuestra tradición literaria, y por descontado una confesión de fe absoluta en el poder del arte como redención; el que está en la pintura, en el cine y en la vida misma, que, a fin de cuentas, constituye el gran magma del que se alimenta la obra de cualquier creador.

–¿La vida es, para usted, una continua pregunta de difícil respuesta?

–La vida para mí es profundamente enigmática. Vivir es un enigma, no deja de sorprenderme el milagro de estar vivo, de respirar, de apreciar un paisaje, de experimentar pasiones encontradas, de aturdirme con el paso del tiempo, o de sentirme profundamente vulnerable ante el dolor o la injusticia. Son precisamente esas formas de lo enigmático las que trato de asediar en este libro, a través de unos poemas que ensayan fórmulas distintas de acercamiento a los aspectos casi diría mágicos que conforman la existencia de un hombre cualquiera, con su biografía llena de contradicciones y penumbras. La vida es un abismo, sí, lleno de interrogantes. Decía Ciorán que el abismo nos llama y nosotros le escuchamos.

–En 'Las formas del enigma' hay mucho amor, casi tanto como dolor por lo perdido. ¿Compensa el primero al segundo?

–El amoroso es otro de los frentes temáticos que más me han interesado. Se puede decir que me he comprometido en la temática amorosa pulsando registros muy diversos, desde la idealización y el platonismo, al erotismo más descarnado y voluntariamente evidente. A menudo, en la ecuación del amor se incluyen otros dos componentes: el tiempo y el dolor. El amor purifica y aniquila. Es fuerza generadora y destructora, y como la belleza no tiene explicación. El dolor, con frecuencia, es la otra cara del amor, por eso la relación de ambas emociones es invariablemente combativa. Pero el amor es también un elemento redentor y vivir sus lances compensa de cualquier desgarro. El amor es siempre un refugio.

–¿Tiene la impresión de que hay aún muchos atardeceres por contar?

–Espero que muchos atardeceres y muchos amaneceres, aunque también la noche corre por mis venas. Son momentos especialmente intensos que invitan no solo a la contemplación, sino a la reflexión; tal vez por ese equilibrio entre el pensar y el sentir tiendo con tanta frecuencia a reflejar esos espacios espirituales del día. Insisto una y otra vez en ellos, persiguiendo no ya esa grandeza que algunos dicen consiste en la obviedad de ser distinto de los demás sino, como quería Philip Larkin, de ser distinto de uno mismo.

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