José María Pérez Zúñiga | Profesor y escritor
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José María Pérez Zúñiga | Profesor y escritor
«En Ecuador aprendí a disfrutar de cada instante de la vida»José María Pérez Zúñiga, nacido en Madrid en 1973, es granadino por Derecho, nunca mejor dicho, ya que imparte docencia en la Facultad homónima de la UGR. Además, es colaborador de IDEAL y escritor. De su ya larga producción en el terreno de la novela ... destacan títulos como 'Grismalrisk o bien El juego de los espejos', su ópera prima, 'Cine Aliatar' y 'El sordo', que contenía cuatro novelas en una. Ahora, ha aparcado por un tiempo los proyectos faraónicos para contarnos una historia andina, 'El viajero invisible', publicada por Sonámbulos, y que presentó el último día de la Feria del Libro de Granada. Una trama a caballo entre el género negro y el libro de viajes, que sostienen apenas dos personajes, pero que sorprende por su originalidad.
–Hace usted una hábil descripción del paisaje.
–Describo con gusto un entorno que descubrí con mi familia entre 2012 y 2013, cuando anduve por Ecuador trabajando en un proyecto para el gobierno de aquel país. Quería copiar el periplo americano de Ayala terminando en EEUU, pero me surgió la oportunidad de volver a la UGR y el periplo quedó a medias. La novela la comencé en Ecuador, rodeado del paisaje que describo, y la terminé en Granada.
–Muestra, y defiende en cierta medida, la idea de vivir mucho con poco.
–Cuando uno viaja a otras latitudes parece que quienes viven allí tienen menos que nosotros. Sin embargo, pienso que su vida es mejor en muchos aspectos: son personas agarradas a la vida, y te enseñan a disfrutar cada instante sin pensar mucho en mañana.
–Desde los primeros capítulos del libro, la cabra, con perdón, tira al monte, y se mete en política.
–Hay muchos paralelismos entre la situación política de allá y de acá. Me gusta el concepto de Hispanoamérica, más de que de América Latina. Cuando llegué a Ecuador me encontré como en casa. Entre los asuntos políticos que tenemos en común se encuentra una derecha anacrónica, una izquierda que ha abjurado de sus principios y la ausencia de un partido equilibrado que recoja la insatisfacción de unos y otros. Las alternativas son populistas.
–Es increíble cómo nos aferramos a la vida, a pesar de que hayamos decidido el momento de nuestra muerte.
–Asumimos que moriremos, y en la novela trato de teñir ese momento con algo de humor. Hay quien prefiere quitarse de en medio, y lo hace más o menos alegremente.
–«La muerte te seduce, pero también te pesa como una novia». Nos suena a canción legionaria...
–Es un chiste de Justo Navarro, que fue quien corrigió la novela a conciencia. Es su sentido del humor.
–Uno de los escenarios claves de la novela es la Facultad de Derecho de Granada. Quien la vivió la recuerda como un lugar donde podía ocurrir cualquier cosa...
–La Facultad también aparecía en 'El sordo', y aquí tiene un papel fundamental porque el mentor del viajero le aborda en la cafetería. Es un lugar muy especial, no solo por el edificio en sí, sino porque la propia disposición del espacio invitaba a la conspiración.
–En el fondo subyace el tema de la eutanasia.
–Cuando empecé a leer, me gustaba mucho la filosofía, sobre todo los clásicos. Y entendí a los filósofos que decidían quitarse de en medio. Si no quieres vivir, te despides. Esta no es una novela filosófica, en cualquier caso; más bien, todo lo contrario, porque lo que intento es quitarle hierro a la cuestión.
–Esta es también una novela de aventuras. ¿Cuáles son sus referentes?
–También los clásicos, como Stevenson, con 'El club de los suicidas' o al Dickens de 'Grandes esperanzas'. También al Jean-Patrick Manchette de 'Caza al asesino'.
–El mar aparece como recuerdo, como anhelo, y como metáfora de la propia muerte.
–En la infancia del viajero aparecen experiencias propias, de cuando veraneaba en Garrucha. Aparece como un escenario ideal, porque cuando nosotros íbamos por allí no había llegado todavía el auge del turismo. En Ecuador, Olón tiene cierto paralelismo con ese lugar bañado por el mar y feliz.
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