Emilio Herrera, el granadino que diseñó el traje espacial
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El ingeniero desarrolló una «escafandra astronáutica» que la NASA adaptó para sus viajes espacialesAmanda Martínez, Inés gallastegui
Domingo, 21 de julio 2019, 01:42
Ingeniero, piloto, militar, político, científico, inventor, pionero de la aeronáutica... son múltiples las facetas que desarrolló Emilio Herrera Linares (Granada, 1879-Ginebra, 1967) a lo largo de su vida. También fue un visionario, porque cuando viajar al espacio era una quimera, él pronosticó ... que era posible y trabajó e investigó sin descanso, por hacerlo tecnológicamente realizable.
Emilio Herrera nació en la calle San Isidro, en el seno de una familia burguesa. Su padre era un gran aficionado al arte y la ciencia y a veces regresaba de París con curiosos inventos y artilugios, entre ellos una demostración de vuelo aerostático que marcó para siempre al joven Emilio: desde entonces solo pensó en volar.
El historiador Emilio Atienza descubrió a Emilio Herrera en los primeros ochenta y desde entonces ha reivindicado su figura. Para el biógrafo, el perfil político ha ensombrecido la memoria del hombre de ciencia cuya trayectoria quedó silenciada durante años por culpa del exilio al que se vio obligado después de la Guerra Civil y por el olvido intencionado al que le sometió el régimen de Franco.
Tras una estancia fugaz por la Universidad de Granada, Herrera ingresó en la Academia Militar de Ingenieros de Guadalajara desde donde fue progresando en el Ejército y perfeccionando sus conocimientos sobre aeronáutica, primero en globo -fueron los primeros vehículos aéreos militares- y después en dirigible y en avión.
Colaboró con Juan de la Cierva en la creación del autogiro, el precedente del helicóptero. Participó en la construcción y diseño del Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, inaugurado en 1921 y dotado de uno de los túneles de viento más grande y modernos del momento, y también en la fundación de Escuela Superior de Aerotecnia, de la que fue director.
En 1914, en un congreso de Ingeniería Aeronáutica en Madrid, comentó que la base teórica del vuelo estaba resuelta y comenzó a estudiar los viajes a las capas altas de la atmósfera. Para volar a la estratosfera, planteó la necesidad de cambiar el sistema de propulsión a un modelo basado en el cohete.
Herrera, explica Atienza, escribió un sinfín de artículos que se publicaron en las más prestigiosas revistas científicas de la época, en los que hablaba de motores a reacción o las trayectorias y órbitas para alcanzar la Luna, Marte o Venus e incluso presentó ante el gobierno francés un proyecto para colocar una nave espacial el órbita terreste y un satélite artificial propulsado por viento solar, y lo hizo entre los años 50 y 60, «artículos muy de vanguardia y de plena vigencia».
En 1932, planteó muy seriamente la posibilidad de viajar a la Luna «un proyecto que guarda una extraordinaria concordancia con lo que se hicieron los americanos con los transbordadores espaciales tipo Columbia y concibe las naves para salir a la estratosfera recuperables, es decir, con la posibilidad de que puedan volver a la Tierra», continúa el historiador que ha dedicado a Emilio Herrera su tesis doctoral y seis libros en los que aborda su investigación.
Otro de los proyectos del ingeniero granadino a la carrera espacial fue el diseño de un traje astronáutico, reconocido en la NASA como la principal aportación de Europa en los antecedentes de la carrera espacial. El ingeniero construyó en Cuatro Vientos una cámara hipobárica para reproducir la situación que se iba a encontrar a los 30.000 metros de altura, que era su objetivo. Concluyó todo el proyecto y tenía prevista su ascensión en otoño de 1936, pero el estallido de la Guerra Civil frustró sus planes.
Al estallar la Guerra, el equipo de Herrera para su ascensión a la estratosfera, que estaba en el Parque Aerostático de Guadalajara, se destruyó. El globo, de grandes dimensiones, lo destrozaron para hacer capotes impermeables para los soldados. Se salvaron algunos elementos, como una capa protectora de un material parecido al mylar, que servía para protegerse de las radiaciones cósmicas, uno de los temas que quería estudiar.
Herrera murió antes de que el hombre pisara la Luna, pero sí vivió el lanzamiento del Sputnik o la hazaña de Gagarin, que glosó en artículos científicos. «Estados Unidos intentaba devaluar los éxitos rusos pero los artículos de Herrera demostraban científicamente que eran ciertos, no sé cómo conseguía la información en una época sin Internet y con censura por todas partes, pero tenía una actualización de conocimientos increíble» apunta Atienza que asegura que el ingeniero, a quien el Ayuntamiento nombró Hijo Predilecto en 1993, «No era el Verne español, Herrera no era un novelista, era un científico riguroso y sus textos iban avalados por un aparato científico demoledor».
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