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José María Rueda acaba de jubilarse –un poco– tras medio siglo como gestor artístico y cultural. En los últimos años, ha sido el 'hombre de Feltrero' (una de las empresas de producción de exposiciones más importantes de nuestro país), pero en todo este tiempo, ha sido mucho más en el mundo del arte. Casi se podría decir que lo ha sido todo. Hace 50 años, en 1974, comenzó a estudiar Historia del Arte. Y en este medio siglo, ha cambiado varias veces de trabajo, siempre en el mismo entorno, porque piensa que es mejor iniciar proyectos que eternizarse en una silla. Aprendió mucho de sus dos abuelos, uno agricultor y otro químico de azucareras: «Uno me enseñó el valor del trabajo, y el otro la importancia de pensar antes de decidir», asegura. En la Universidad amuebló su cabeza en las clases de veteranos maestros como Pita Andrade o Joaquín Bosque, y en la de los jóvenes Ignacio Cuéllar, Mateo Revilla, Concha Félez –tristemente desaparecida– y Antonio Malpica.
Al finalizar sus estudios, comenzó su fructífera colaboración con Julio Juste. Corría 1982 cuando realizaron el Catálogo de Edificación Histórica para el Plan General de Ordenación de Grnada de 1985. «Fue un trabajo hecho a uña de caballo, en nueve meses, y sigue siendo el único catálogo completo que existe», asegura. Los beneficios de aquel trabajo permitieron la creación del Gabinete Ciudad y Diseño, instalado en San Antón 48-50, nacido como una empresa de asesoramiento para arquitectos y planeadores, «aunque no nos hicieron mucho caso», dice con humor. Sin embargo, el Gabinete fue mucho más, convirtiéndose en una referencia en materias tan diversas como el diseño gráfico, la moda o la música. Suyas fueron las primeras portadas de grupos como 091 o TNT. «A Julio le hervía la cabeza, como dice nuestro compañero y amigo desde entonces, José Vallejo». Pablo Sycet les conectó con la 'movida' madrileña y personajes como Almodóvar, en una época que dejó atrás la tristeza del franquismo y dio un giro al ambiente cultural.
El Gabinete creció de forma paralela a la Galería Palas, donde también estaba el arquitecto Javier Fernández, José Salazar y el inolvidable Rafael Juárez. «A partir de 1984, Eduardo Quesada Dorador y yo formamos un tándem en la galería, que permaneció hasta 1990. Íbamos todos los años a ARCO, y las ventas de la feria sustentaban la galería, a pesar de que no era comercial. Ya aparecía por allí Paco Baena, ahora director del Centro Guerrero, y muchos otros amigos».
La primera exposición que montó y cobró fue una de Antonio Saura en el Auditorio Falla. Allí descubrió que, cuando se es profesional, los más grandes se sienten cómodos y dejan trabajar. «Saura fue exquisito conmigo», recuerda. José Guerrero, otro grande, fue uno de los personajes que más confió en aquella caterva de jóvenes. En la gestación del Centro que lleva su nombre, afirma Rueda, tuvo mucho que ver la rara amplitud de miras de políticos como José Olea, Antonio India, Mariló García Cotarelo o José Rodríguez Tabasco. «El Ayuntamiento de Granada no ha vuelto a ser el mismo en lo cultural desde aquella época», señala.
Fue aquel igualmente el momento en que nació Ático 7, la productora audiovisual de José Sánchez-Montes, con la cual también colaboraron en proyectos como el documental 'Desde Granada con color', que presentó en ARCO. «El equipo cultural de Diputación en aquel tiempo era fantástico, con nombres como Carlos Gollonet, Jesús Villalba, Willy Chacón, Alfonso Alcalá, y tantos otros. Vivíamos muy intensamente», dice. En los 90 comenzó una nueva etapa en que se vinculó a Santa Fe, dirigió varias escuelas taller y participó en la creación del Instituto de América en 1992, del que fue director y por donde pasaron muchos artistas de primera línea, como Schnabel o Álvarez Bravo.
En 1995 pasó a trabajar en Cultura de la Junta, con José María Martín Delgado, de quien también fue jefe de gabinete en la Universidad Internacional de Andalucía. Pero antes, dejó comprado el Palacio de Buenavista de Málaga, donde hoy está el Museo Picasso, en cuya génesis también estuvo presente. «Descubrí que en política, si se quiere, se puede», destaca.
Tras aquellos años, ya en 2000, comenzó un periodo que dura hasta hoy y que le ha llevado a montar exposiciones en el Prado, el Kursaal, el Auditorio Nacional, la Biblioteca Nacional, los museos de Bellas Artes de Sevilla y Bilbao, la Alhambra... Guarda multitud de anécdotas y secretos, como cuando casi le detienen en París por recuperar el legado de Damián Bayón mientras tenía lugar su entierro. Ha hecho del arte su vida, y asegura que le queda aún mucho por trabajar. En Granada, si se quiere crear en este campo, hay que contar con él.
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