El profesor y escritor Allen Josephs, ayer en Granada. J. A. M.

Allen Josephs | Escritor y profesor

«Encontré a Lorca en el coche de un torero que me recitó 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías'»

El autor norteamericano recibió anoche el Pozo de Plata con humildad, feliz porque el premio le une más al poeta al que ha dedicado su vida

Jueves, 6 de junio 2024, 00:34

En una ya larga existencia, como la del profesor y escritor norteamericano Allen Josephs (1942), hay días que marcan el camino. El suyo fue uno en agosto de 1963, cuando, yendo en el coche con el matador de toros John Fulton –una rareza– este le ... recitó 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías'. Han pasado más de 60 años. Pero su pasión por el fuenterino no es que se mantenga intacta, es que ha crecido. Por su trabajo, se le otorgó anoche el Pozo de Plata.

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Lleva seis décadas enseñando a Lorca. ¿Qué le ha enseñado Lorca a usted?

–Puedo decir, sin lugar a dudas, que de él lo he aprendido todo.

Porque el poeta granadino nunca se acaba...

–Nunca. Siempre te abre la puerta hacia un tema, un detalle, que no conoces. Tienes que entrar en el cante jondo, en el toreo, en la cultura andaluza, en la historia, lo que podemos llamar 'la mediterranidad', el teatro de vanguardia, el de títeres...

Hay muchos lorcas en Lorca, entonces.

–Muchísimos, para los 38 años que vivió. Sé que no es una pregunta muy original, pero siempre me he cuestionado a propósito de qué hubiera sido de su obra si hubiera vivido una existencia normal, 60, 70, 80 años. Porque no paraba de crear, era tan prolífico como Picasso.

Desde el punto de vista de las relaciones humanas, García Lorca fue un ser complejo. ¿Cuánto de ese ser volcó en sus obras?

–Federico no escatimó esfuerzo alguno para mostrarse tal cual era, con sus luces y sus sombras, sus certezas y sus contradicciones. Un escritor como él contaba lo que sabía, lo que había vivido. La clave estuvo en que contó lo que le pasaba porla mente con un talento extraordinario, como ninguna otra persona con la que me haya cruzado en la vida. No hubo nada que se le resistiera: ni la letra, ni el pincel, ni el escenario, ni la partitura...

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«Federico nunca se acaba, y para conocerle tienes que entrar en realidades muy distintas»

Sus alumnos dicen de usted que les enseñó a leer al poeta, con sus estudios y sus libros.

–(Risas) Mis alumnos exageran bastante... En realidad, más que profesor, he sido un alumno del pueblo andaluz, de todos ustedes. Aquella recitación de John Fulton tuvo la culpa de todo lo que vino después. Pero nunca me he considerado un maestro; más bien, un buscador de realidades.

Es curioso que usted llegara a él a través de la tauromaquia.

–Nadie ha escrito sobre los toros mejor que Lorca. El veneno de la fiesta se me inoculó muy pronto, y luego, compartí muchas tardes con aficionados como Orson Welles en la feria de Málaga, donde también conocí a Fulton. De todas formas, Federico no era tan aficionado a la tauromaquia como a los ritos que la rodean, a lo ancestral.

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Una tragedia que hunde sus raíces en la Antigüedad.

–La inspiración de la tragedia lorquiana es claramente griega. Muchas de las situaciones que describe serían impensables en el mundo moderno. Pero es que la Andalucía de entonces no formaba parte del mundo moderno. Era una isla singular. Y Lorca lo sabía. Más allá;convirtió esa particularidad en objeto de estudio. Ese mostrar el ser andaluz es la raíz de la cual brota su genio.

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