Juan Jesús garcía
Granada
Jueves, 20 de mayo 2021, 00:29
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Durante varias semanas de 2018, el primer libro de memorias de Eric Jiménez se situó entre los diez más vendidos de no ficción en nuestro país, entre Stanley G. Payne y Noah Arari nada menos. Aquellos 'Cuatro millones de golpes', que ya serán más a ... día de hoy, tienen continuidad estos días con 'Viaje al centro de mi cerebro'. Segunda parte centrada en las vivencias del explosivo baterista granadino, que en su oficio ha sido señalado durante una veintena de años como el mejor del pop español. El libro es el anecdotario personal de casi cuarenta años de giras, que dan para mucho, tanto que sugiere la posibilidad de posteriores entregas tan llenas de surrealismo y buen humor como las ya publicadas.
–Le nombraron 'ciudadano ejemplar', y luego ha sido un best seller entre los autores más leídos… ¿Se lo imaginaba cuando tocaba Maroto?
–Cuando yo tocaba en Maroto, era un pequeño niño punki y los punkis no tienen futuro, no imaginan nada, menos ser un ciudadano ejemplar. Aunque no considero que me hayan dado la medalla la ciudad por ser un ciudadano ejemplar, creo que ha sido por llevar el nombre de la ciudad por todos los sitios por los que voy, porque eso sí, granadino me siento por los cuatro costados.
–KGB, Lagartija, Morente, Planetas, Napoleón Solo, Evangelistas, Fuerza Nueva… Desde el fondo del escenario se observa de todo ¿es un sitio privilegiado para mirar sin que le vean?
–Es un sitio privilegiado para quien no tenga ocho dioptrías de miopía y ocho de astigmatismo como yo. En mi caso, cuando toco en un concierto no veo ni a los músicos que tengo a mi alrededor. De todos modos debo decir que cuando toco la batería entro en trance, veo algo moviéndose dentro de mi cabeza y me meto ahí muy hondo. Siempre he dicho que cuando salgo a tocar, es como si fuera la última noche que me siento en la batería.
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–M. Ríos, Julián Hernández o Sabino Méndez entre bastantes más han escrito sobre la intensa vida de la carretera, para otros muy aburrida y hasta tediosa ¿da de sí la furgoneta?
–Todo depende de en qué furgoneta te vayas de gira, porque hay furgonetas que son tan aburridas que preferiría ir en la de los Monjes de Silos. Lo que pasa es que también depende muchísimo de cada individuo. Yo soy una persona a la que sin querer le pasan cosas, se ríe de sus propias desgracias, y sabe sacarle chistes y reír de cada peripecia, de las mías, y por supuesto de los demás. Entonces, en mi caso sí da de sí. Realmente en el libro que he escrito no hablo solo de viajes de giras, sino de viajar también hacia el interior de uno mismo y hay mucha reflexión. Este tipo de libros suelen centrase muchísimo en la imagen que el artista quieren dar, porque somos como la gran ciudad, que solo enseña lo que quiere la gente para tapar sus defectos. Yo no tengo problema en reírme de mí y de toda la industria, desde el respeto pero con sentido del humor.
–Intrahistoria de una banda que siempre ha sido objeto de curiosidad. Algunos como Truman Capote, Robert Greenfield y hasta Rosa Montero o Scorsese le han sacado mucho rendimiento como observadores externos…
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–Evidentemente despierta mucha curiosidad a esta gente, pero en algunos casos estos observadores en vez de mostrar a la banda se muestran ellos mismos. Hay que tener cuidado con quien te observa y cómo lo presenta al gran público, porque muchas veces los egos hacen un mejor documento y película que la banda. La mayoría de los documentales yo creo que son mentira, ni el escarabajo de la patata puede con una bola tan grande, ni existen seis lunas, ni los grupos son tan maravillosos como se cuentan.
–Usted junta ambos mundos: el protagonista y el observador, Holden Centeno; lo vivido y lo relatado…
–Sí, repito con Holden para poner orden porque mi cabeza es como un almacén de muebles de segunda mano. Él es como un confesor que me ordena todo para que al menos parezca el almacén de Ikea, pero no el escaparate, porque no me gustan las cosas tan bonitas. También es alguien en quien tengo muchísima confianza, y que se encarga de que no escriba burro con v y de que el caos que tengo que contar quede más presentable.
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–Porque sigue con el mismo método que tan buen resultado le dio: cuenta la batallita como si estuviera con un colega en su bar, y luego se le da forma ¿no?
–Pues sí, siempre he pensado que un colega en un bar contándote algo es mucho más divertido que un músico haciéndose pasar por escritor, intentándote sorprender de lo bien que escribe, contando un rollazo 'de lo que él mola' de una manera cansada, aburrida y pesada. Prefiero que sea de esta manera, como en un bar contándolo, y supongo que también de esa manera he conseguido hacer uno de los libros que más rápido lee la gente. Se trata de hacer que quién no leía libros desde hace muchísimo tiempo pueda leer de nuevo.
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–En 'Cuatro millones de golpes' fue bastante real y sincero consigo mismo, pero suave y 'blanco' con los demás ¿sigue valiendo más por lo que calla… O se ha soltado la lengua?
–Tanto 'Cuatro millones de golpes' como 'Viaje al centro de mi cerebro' he procurado hacerlos como una terapia a mí mismo. No le doy cabida a cosas con mal rollo, no me gustan las biografías y los libros con rencor, porque rompen la magia. Evidentemente todo el mundo vale más por lo que calla. No, todos no: Rociíto y David Flores valen más por lo que cuentan, pero no me gustaría hacerlo, porque entonces tendría que convertirme en un Eriquiíto, y no es mi idea.
–¿Dónde está el límite entre lo reseñable o recordable y un plató de Tele5?
–Probablemente en mi historia, la cuento y no hago daño a nadie, en todo caso puedo lastimarme a mí. Pero bueno, ese es mi problema. En un plató de Telecinco la mayoría de las veces lo que se oye es a costa del daño causado a los demás, que, por supuesto, no tiene nada que ver con narrar algo que tú has vivido sin implicar a nadie, y menos con hacer daño a alguien a cambio de dinero. ¡Tendría que vender cinco veces más de lo que vendo para cobrar la mitad de lo que cobra cualquier personaje en ese puto circo!
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–Mi jefe me pide carnaza: ¿hay mucho sexo, drogas y rock and roll? ¿O más bien agotamiento, café y rutina?
–Hay mucha acidez, hay sonrisas, lágrimas, aventuras, drogas, rock and roll, disparos, bodas, despedidas de seres queridos. Hay de todo, y muchísimo. Sexo no. Porque aunque esté en el mundo del rock and roll, ante todo soy un caballero. Y luego, lo de café y la rutina… Eso es más bien para los periodistas, que toman mucho café y se quejan de la rutina. En el rock and roll no hay café.
–Claro, lo que sí hay en el mundillo de la música son kilómetros, conciertos, personajes bizarros, besamanos con alcaldes (y señora), fans patológicos, becarios descubriendo la luna, periodistas a por el Pulitzer, ejecutivos con tabique nasal de platino etc. Es un peculiar mundo paralelo tan marciano como poco conocido. ¡Menuda munición maneja!
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–Efectivamente, la hay, pero lo que pasa es que yo cuento la historia, pero no de nadie en particular porque esa es su vida. Cuento lo que veo, no implico a nadie. Hay que tener en cuenta que hay muchísima gente que ha trabajado en administración, oficinas y cuando se ha tirado cuarenta años publica un libro de anécdotas. Un libro anécdotas de oficina da para mucho, ¡pues imagínate recorriendo festivales, y conciertos! Evidentemente hay mucha munición.
– El título le ha quedado de un psicodélico que ni Syd Barret…
–Bueno, es que realmente 'Viaje al centro de mi cerebro' es un libro muy psicodélico, sobre todo en un capítulo llamado 'El último concierto', en el que hago un viaje a mi interior y a todas las cosas que se me pasan por la cabeza cuando estoy tocando la batería. Me meto en esa burbuja en la que no veo más allá de donde alcanzan mis brazos, aparte de porque soy un cegato, porque me hundo tan dentro de mí que me aíslo en mi zona de confort. Y en ese capítulo cuento todo lo que pasa dentro de mi cabeza, y la verdad es que es muy psicodélico, aunque sería incapaz de tocar drogado ni bebido. Tengo miedo y pánico al ridículo y me pesarían los brazos una barbaridad; a veces sueño que los brazos no me van a la velocidad que le dice mi cerebro y lo paso muy mal.
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– Recuerdo una anécdota de 091 y La Guardia de gira cuando les paró la Guardia Civil… ¿algunas vivencias, supongo que también suyas, pudieran haber sido imaginadas por Ibáñez?
–Todas las biografías de todos los grupos, artistas, actores, pueden ser contadas por Ibáñez, porque generalmente la gente tiende a dar una idea, o imagen de artista inigualable. Ibáñez le daría más espacio a la parte más humana. Si sacáramos la media, entre la autobiografía que saca un artista y los tebeos de Ibáñez, tendríamos el resultado de la biografía honesta. Menos la mía, que ya me encargo yo de poner mi parte de Ibáñez.
–Por contra me imagino que, terminado en el encierro de 2020, esa sensación de mundo perdido que tuvimos todos habrá marcado el tono de algunos recuerdos ¿no?
–Este libro empezó a escribirse hace dos años, lo que pasa es que vino la pandemia y, efectivamente, influyó muchísimo en el giro del libro, ya que dio un vuelco en muchos capítulos, sobre todo hacia la introspección. Era muy extraño, porque durante el confinamiento los sentimientos iban cambiando tan rápido… Iba escribiendo, sentía cosas, que luego a los quince días ya no tenían nada que ver con lo que sentía en aquel momento. Entonces sí, hay mucha reflexión. Algunos capítulos se han movido tanto que probablemente hasta hayan cambiado mi manera de pensar sobre algunas cosas. Pero me gusta que haya quedado reflejado cómo estaba viviendo todo esto que ha pasado.
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–En 2018 le preguntaba si habría segunda parte… ¿cerrará la trilogía?
–Pues la verdad es que he vivido tanto, y tengo tantas cosas que contar, que no descarto que pueda haber una trilogía, cuatro libros o una enciclopedia de mi vida. No lo sé, todo dependerá de cómo me encuentre en unos años, si tengo ganas de revelar más cosas o no. Hay que tener en cuenta que cada vez que escribo un libro me abro en canal.
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