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Los títeres 'atraparon' a los espectadores en la inauguración del Festival.

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Los títeres 'atraparon' a los espectadores en la inauguración del Festival. Alfredo Aguilar

Festival de Música y Danza de Granada

El espíritu de Falla vuelve al Palacio de Carlos V

'El retablo de Maese Pedro' convierte el edificio de Machuca en una venta manchega en el concierto inaugural del Festival de Música y Danza protagonizado por la OCG y los títeres gigantes de la compañía Etcétera

Jorge Pastor

Granada

Jueves, 22 de junio 2023, 00:31

Esta crónica del concierto inaugural del Festival de Música y Danza de Granada, sobre 'El Retablo de Maese Pedro', compuesto hace cien años por el ínclito Manuel de Falla, no la empezaré por el principio, sino por el final. Por la larguísima ovación, con el público en pie, que se llevaron los cuarenta músicos de la Orquesta Ciudad de Granada; que se llevaron Alicia Amo, David Alegret y José Antonio López, los tres cantantes que sostuvieron los pasajes operísticos; y que se llevaron la veintena de manipuladores y operarios de la compañía de títeres Etcétera que convirtieron el Palacio de Carlos V en una tradicional venta manchega del siglo XVII. Hubo algún parroquiano experimentado que afirmó sin ambages que nunca había visto un espectáculo así en el Palacio de Carlos V. Un espectáculo donde los espectadores, entre los que se encontraban el ministro Miquel Iceta, los consejeros de Cultura y Fomento de la Junta, Arturo Bernal y Rocío Díaz, la alcadesa Marifrán Carazo y la candidata socialista Carmen Calvo, siempre tuvieron la sensación de estar asistiendo a algo grande.

El escenario, que ocupaba una tercera parte del patio, era enorme. Las marionetas, algunas de más de ocho metros de altura, eran gigantes. La obra en sí, 'El retablo de Maese Pedro', es colosal. El edificio renacentista, diseñado por Pedro Machuca, es mayúsculo. Una función de primera para abrir la edición número setenta y dos de un festival que ha programado un total de 105 conciertos a lo largo de 31 días, hasta el próximo 19 de julio, y que situará a Granada nuevamente como uno de los grandes referentes culturales del verano en España. Habrá muchos llenazos, como el de anoche con 1.200 espectadores ocupando todas las butacas del Palacio de Carlos V, y también habrá citas más íntimas que, a tenor del ritmo de venta de entradas, también presentarán aforos importantes –la organización ha innovado este año con el lanzamiento de abonos destinados a los jóvenes-.

Pero vayamos con 'El retablo de Maese Pedro' de este primer miércoles festivalero. Como sucede con todos los estrenos, nervios no faltaron. Las precipitaciones tormentosas de la noche anterior –menuda sinfonía de rayos, por cierto- y las lluvias que se prolongaron a lo largo de la jornada alimentaron aún más la inquietud. Que se suspendiera por precipitaciones un bolo del Festival era un hecho casi inédito. Pero finalmente escampó y, con los muñecos empapados, Etcétera puso en escena con esfuerzo y maestría 'El retablo de Maese Pedro' con una OCG, bajo la batuta del asturiano Aarón Zapico, que demostró nuevamente por qué está considerada una de las grandes orquestas de este país.

Trujamán, Maese y el Quijote

También sobresaliente para la soprano Alicia Amo, que moduló su torrente de voz para encarnar a Trujamán, el niño que cuenta la historia, el tenor David Alegret, investido de Maese Pedro, y el barítono José Antonio López, que protagonizó los momentos más épicos de la velada cuando 'habló' en nombre de Don Quijote -cuyo guiñol tenía, por cierto, un extraordinario parecido con Fidel Castro-. Fueron los tres grandes protagonistas de esta obra que Manuel de Falla terminó de escribir hace cien años justo al lado del Palacio de Carlos V, en el Carmen de la Antequeruela, donde el genio gaditano residió entre 1920 y 1939. Algunos lo llamaron coincidencia. Otros, magia.

Momento del espectáculo. Alfredo Aguilar
Imagen principal - Momento del espectáculo.
Imagen secundaria 1 - Momento del espectáculo.
Imagen secundaria 2 - Momento del espectáculo.

No fue el único guiño granadino. Manuel de Falla le pidió a Hermenegildo Lanz que tomara como referencia el Salón de los Reyes de la Alhambra para realizar los decorados originales. Y eso es lo que ha hecho Enrique Lanz, nieto de Hermenegildo y director de Etcétera. El Rey Marsilio, identificado en ocasiones como el poderoso guerrero andalusí Almanzor, fue ideado por Lanz a partir de una pintura que hay en la Sala de los Reyes, al igual que la torre en la que se halla Melisendra.

La trama, inspirada en los capítulos veinticinco y veintiséis del Quijote, se desarrolla en una venta de la Mancha. El hidalgo asiste a una representación titiritesca guiada por Maese Pedro. Don Gayferos, Don Roldán, el emperador Carlo Magno, la hermosa Melisendra y el rey Marsilio protagonizan una historia caballeresca. Don Quijote se sumerge en el relato, olvida que se trata de un hecho teatral e interviene directamente en la acción. Para rescatar a Melisandra y Don Gayferos de los moros que lo persiguen y termina destrozando todo con su espada.

Lanz planteó la escenografía en cuatro planos. En el primero, el más cercano a la gente, se situó la OCG y los cantantes. En medio, el extraordinario clavicénvalo de Rafael Puyana, propiedad del Archivo Manuel de Falla, tocado en esta ocasión por Juan Carlos Garvayo. En el segundo, una gran pantalla que emulaba una cortina y que, mediado el 'show', se abrió para mostrar la escena –la frontera que separaba la realidad de la ficción-. En el tercero estaban las esculturas ciclópeas de Trujumán, Maese Pedro, Don Quijote y Sancho Panza, realizadas en corcho con fibra de vidrio y resina acrílica. Y en el cuarto, más elevado, el teatrillo con Carlo Magno, Melisendra y los demás personajes. Una parafernalia de engranajes y cuerdas que funcionó con la exactitud de un reloj suizo para que todo fuera verdad. Para que el respetable disfrutara de un montaje memorable –Etcétera lo representó por última vez en 2016-.

El espíritu de Falla deambuló ayer durante una hora por el Palacio de Carlos V, tantas veces visitado por él durante sus años granadinos. No les quepa duda: hoy don Manuel sería un tipo feliz.

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