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«Un viaje sin fin en busca de la belleza». Así define su labor Soledad Sevilla (Valencia,1944). El Museo Reina Sofía celebra el esplendor geométrico y emocional que prima en la obra de la octogenaria artista repasando ese periplo a través de más de un centenar de obras de la ganadora del Premio Velázquez en 2020. Es una retrospectiva que revisa casi seis décadas de la actividad plástica de esta maestra de las geometrías variables y emocionales que transita con naturalidad de la línea recta a la curva, de la trama a la mancha.
'Ritmos, tramas, variables' es el título elegido por la comisaria de la muestra, Isabel Tejeda, catedrática de Bellas Artes en la Universidad de Murcia. Ha reunido pinturas, algunas esculturas e instalaciones desde 1968 hasta hoy. Podrán verse en el edificio Nouvel del Reina Sofía hasta el próximo 10 de marzo, para viajar luego al IVAM de Valencia.
«Los pintores siempre pintamos el mismo cuadro, creo, y toda mi obra es una variación en esa búsqueda de la belleza; aunque podría parecer que son diferentes etapas, unas y otras conforman una unidad que se repite», insiste la artista, que en su larga carrera ha desarrollado un reconocible lenguaje basado en la pureza de la línea y el color y la construcción de formas a partir de módulos geométricos.
Programada por Manuel Borja-Villel, anterior director del museo, la muestra está aparejada a la concesión del Premio Velázquez. Pero Sevilla celebra que llegue ahora y que suponga abundar en el reconocimiento a las mujeres artistas. «Con las creadoras ha pasado lo mismo que en la sociedad, de modo que ahora se reconoce lo que no se reconocía hace quince años», se felicita.
«Siempre cuento que cuando todos mis amigos y colegas eran famosos, yo no podía ni exponer. Estaba con un niño en una rodilla, otro en la otra, y en la mano el pincel. Se me veía como una ama de casa, no como artista. No había manera de romper esa imagen», cuenta Sevilla. «El ámbito de la geometría no interesaba, no se entendía y era masculino», agrega. «No habría oído yo veces eso de que parece que le ha hecho un hombre . Afortunadamente eso ha cambiado mucho», se ufana.
«A partir de los noventa ha habido mucha más preocupación por la investigación en los márgenes artísticos y historiográficos, y es ahí donde se ha comenzado a hacer más caso a artista mujeres, como a mí me gusta llamarlas, y que son más visibles ahora, como ocurre en ARCO o en el Reina Sofía, que ha programado cinco exposiciones de creadoras de las nueve de la tempoada», apunta la comisaria.
«Dueña de una visión espacial de la pintura que ha influido mucho en las generaciones posteriores, Soledad Sevilla es una de las artistas que más ha aportado a la pintura y a la comprensión de su especialidad en los últimos años», asegura Manuel Segade, director del museo público que aporta once de las piezas a la exposición. El resto son préstamos privados y de organismos e instituciones públicas entre las que destacan el centro Andaluz de arte contemporáneo o Patrimonio Nacional.
La muestra, que se despliega a través de diez salas en un recorrido cronológico y circular, parte de la geometría de finales de los 60 y llega a sus piezas de este mismo año -como la instalación 'Dónde estaba la línea' creada para el museo- en las que Sevilla retorna a sus orígenes.
Soledad Sevilla estudió en la escuela superior de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona entre 1960 y 1965. Participó luego en los seminarios del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid que potenciaba la transversalidad entre arte y ciencia y la experimentación computacional entre otras disciplinas, aunque ella pronto se desvinculó del ordenador como herramienta plástica. «Las matemáticas no han aportado nada a mi obra», asegura la artista. «Nunca me he llevado bien con ellas, sí con el módulo y la geometría. Las matemáticas se me cerraron desde niña y nunca las he entendido», admite.
Becada en Boston entre 1980 y 1982, Sevilla concibió y realizó allí los bocetos de las que conformarían luego las dos series más relevantes de su carrera: 'Las Meninas' y 'La Alhambra'. «Me interesa mucho que el cuadro envuelva al espectador», dice ante sus obras seriadas de gran formato que se alternan en las salasa con otras más pequeñas.
Sevilla, que ha sufrido insomnio durante toda su vida, trabaja con la oscuridad, el sueño, el duermevela y la luz, resaltando la paradoja de que «muchas veces de noche todo se ve más claro». Aunque cambia la pincelada, sigue trabajando sobre la repetición, generando luz, espacio y ambiente.
Destaca Tejeda que Sevilla es una mujer enamorada de su trabajo «que no ha dejado de pintar ni un solo día de su vida y sigue con unos cuadros inmensos y sufrió la misma discriminación y dificultades que las mujeres de generación pero nunca se rindió».
Por eso Tejeda ha optado por un recorrido cronológico que implica un «relato circular» y un «aroma común que atravesará todas las piezas, conectando las últimas con las primeras, el módulo, la línea, la geometría de Soledad Sevilla, que no considero fría, sino emocional». «Se trata de un artista que busca crear un vínculo emocional con la obra como Eusebio Sempere, Yturralde, Agnes Martín o Rothko», concluye la comisaria.
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