La primera pieza de la exposición es un volcán. La última, una cascada. Son el fuego y el agua, elementos entre los que se ha movido y se mueve Eva Lootz (Viena, 1940). Ambos son además el resumen de 'Hacer como quien dice: ¿y esto qué es?', la exposición que el Museo Reina Sofía dedica al largo viaje por la materia de la heterogénea y experimental artista austriaca afincada en España desde diez años antes de la muerte de Franco.
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«Es una de las fundadoras de la modernidad» a juicio de Manuel Segade, director del museo público que revisa la trayectoria de Lootz a lo largo de medio siglo en una de las primeras exposiciones al margen del legado de Manuel Borja-Villel, que dejó muestras programadas hasta 2026.
Es un viaje por el arte matérico y poliédrico de esta creadora de múltiples registros que pronto abandonó los derroteros artísticos más convencionales para trabajar con la ecología, el lenguaje, el feminismo y, sobre todo con la materia, en una «producción hipercompleja capaz de ofrecer una experiencia sensorial», según Segade. Lootz habla de una indagación «en la brecha entre el lenguaje y lo visible».
Fernando López, antiguo asistente de la artista, es el comisario de la muestra que hasta el dos de septiembre reúne en trece salas un centenar de obras dispuestas en un recorrido «panorámico y sin orden cronológico» por todas las etapas de Lootz. «Es un viaje sensorial por los distintos estados de la materia», resume el comisario, que ha incluido obras nunca vistas o recreadas para la muestra y 30 de las 36 que la artista donó el año pasado al Reina Sofía.
De grandes instalaciones a piezas diminutas, hay pinturas, esculturas, vídeos, series fotográficas, obras sonoras y dibujos a los que presta atención especial. «Entre el tanteo y el texto, constituyen una suerte de escritura paralela que acompaña sus investigaciones y funcionan, por momentos, como un verdadero diario», dice López de los dibujos.
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«Mi obra ha ido en paralelo con el advenimiento de un nuevo concepto de materia», confirma la octogenaria artista. «No quise ni quiero hacer afirmaciones subjetivas ni dar opiniones. Mi alejamiento del yo da todo el protagonismo a la materia y a los procesos creativos», agrega Lootz, que ya advirtió en los setenta que «lo que yo tuviera que decir no me interesa en absoluto».
En su periplo hacia la plenitud de la materia dejó el lienzo y los marcos muy temprano para experimentar con la parafina, el plomo, el estaño o el mercurio e infinidad de materiales: del fieltro a la madera, pasando por el caucho, la arena, el papel, el mármol o los textiles. Hoy se atreve a asegurar que «la materia no es una realidad, es un encuentro, lo que permite crear nuevas realidades».
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Con la frase 'Hacer como quien dice: ¿y esto qué es?' alude Lootz a una cierta manera de entender la actividad del arte: la de permitirse, haciendo, interrogar al mundo desde cero. Muy activa, tiene ahora tres exposiciones en marcha. A la del Reina Sofía se suman las que le dedica la sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid y Kubo Kutxa en San Sebastián.
Las obras que Lootz realizó durante la década de 1970, etapa que ella denomina «de las papillas elementales», coincidieron con la evolución del arte procesual o antiforma en Estados Unidos y Europa, en el que el proceso creativo tenía tanta o más importancia que el resultado final. Estas piezas «se enfocan en la literalidad de sus materiales», mientras que sus creaciones posteriores «indagan en la materialidad del lenguaje», apunta el comisario. En 2007, Lootz aseguraba que su obra está «atravesada por un hilo obvio que pasa por la pérdida, la desaparición, la huella, el desparrame, el derrame, la presencia de lo negado, el ser agujereado, y la imposible congruencia, la brecha entre el lenguaje y lo visible».
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Su trabajo se pregunta también por la visualidad contemporánea, «por nuestra sobreexposición y sobresaturación de imágenes que producen ceguera», por el impacto de la cultura digital y sus consecuencias en nuestra experiencia de las cosas. Lootz se pregunta así cómo acceder a lo que queda oculto en los ángulos ciegos de la visión. Se refiere a este empeño como «mirar por el rabillo del ojo», una manera de sortear la mirada frontal –que es la estrategia de quienes han sido históricamente relegadas a los márgenes de la cultura, como las mujeres–, pero también otra forma de leer el mundo. No en vano, con 84 años Lootz dice pertenecer «a la generación que puso sobre la mesa la imposición del patriarcado y la violencia».
Formada como cineasta en Viena tras estudiar filosofía, Lootz se instaló en España en 1965, junto a Adolfo Schlosser. En 1973 expuso en la galería Ovidio y ha desarrollado aquí el grueso de su carrera. Muy próxima a la generación que renovó la plástica española en los ochenta –el recordado Juan Muñoz, Cristina Iglesias, Navarro Baldeweg, Susana Solano o Miquel Navarro–, Lootz obtuvo en 1994 el Premio Nacional de Artes Plásticas. Su obra está en grandes colecciones y museos de nuestro país: MACBA, en Barcelona; IVAM, en Valencia; Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo ARTIUM, en Vitoria y el Museo Patio Herreriano de Valladolid.
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