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Un experimento espacial con talento de Granada
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El joven Álvaro Romero Calvo, becado en la NASA JPL y doctorando en Colorado, logra un premio para probar su proyecto para obtener oxígeno e hidrógeno en un cohete suborbitalEl agua, la esencia de la vida, está compuesta de oxígeno e hidrógeno. El oxígeno es el elemento vital básico. Y el hidrógeno, un potente combustible. ¿A qué viene esta breve 'lección' de química de sobra conocida por todos? Viene para explicar, de una manera muy primaria, en qué se las gasta un chaval de Granada –del barrio de Fígares para más señas–, que está haciendo el doctorado en la Universidad de Colorado Boulder (Estados Unidos) y que este lunes empieza su estancia en la NASA JPL becado como investigador visitante. Un tipo tan humilde como brillante –aunque agache la cabeza y se sonroje cuando hablan de él en estos términos– que tendrá la oportunidad, ganada a base de trabajo y talento, de que un experimento suyo se vaya a probar en un futuro vuelo de un cohete suborbital. Un éxito logrado gracias a que el bueno de Álvaro Romero Calvo (de 27 años), que está desarrollando su carrera en Estados Unidos gracias a una beca de posgrado de la fundación La Caixa, ha logrado el premio Ken Souza de la Asociación Americana para la Investigación Gravitacional y Espacial.
Vayamos en primer lugar con lo que está inventando Álvaro en los laboratorios universitarios de Boulder, una tranquila ciudad de algo menos de cien mil habitantes en Colorado. El objetivo es ése, transformar el líquido elemento en oxígeno para los astronautas y en energía para las naves. En el espacio, este proceso genera burbujas gaseosas que, al contrario que en la Tierra, permanecen mezcladas con el agua. Esto supone un gran problema porque obliga a extraer el gas, lo que hoy día se afronta mediante centrifugadoras que tienen tres pegas muy importantes: aportan masa –con el coste que ello supone–, consumen energía y existe el riesgo de que se puedan producir problemas mecánicos –ya ocurrió con el Apolo XIII y aquella frase mítica de 'Houston, tenemos un problema'–. Álvaro y su equipo están 'currando' en nuevas celdas de electrólisis –se separan los elementos de un compuesto por medio de electricidad– que usan potentes imanes para generar una fuerza equivalente a la gravedad en el espacio. «Este mecanismo consume poca masa, no requiere energía y su implementación nos llevaría a tener sistemas espaciales más fiables y eficientes», resume.
Invenciones como ésta facilitarían aprovechar las moléculas de agua que hay en la Luna para obtener ese carburante sin necesidad de llevarlo en los transbordadores cargados desde la Tierra, con todo lo que ello supone respecto a gastos, seguridad y garantías de abastecimiento. «Sería algo así –comenta Álvaro Romero– como utilizar la Luna como una especie de gasolinera para repostar y continuar con misiones hasta Marte, por ejemplo».
Álvaro vive justo enfrente de la Escuela de Ingeniería Aeroespacial del Boulder, donde se está doctorando tras estudiar Secundaria en el instituto Generalife, el grado de Ingeniería Aeroespacial en Sevilla y una estancia posterior en Milán, aunque reconoce que su gran aspiración es regresar algún día a España para compatibilizar la ciencia con la enseñanza, «y si además fuera en Granada, ya sería lo más». Y es que Álvaro es granadino por los cuatro costados. Lo primero que hace todas las mañanas tras levantarse es meterse en internet y consultar todas las noticias de su tierra en IDEAL. «Estoy al tanto de todo lo que sucede en Granada, y muy preocupado por los efectos de la pandemia y últimamente por los terremotos», asegura.
También está informado a través de su familia, que tiene su residencia en el barrio de Fígares, y a través de su novia, que vive en la Coruña, aunque la conoció en Sevilla. «Llevo sin verlos desde la navidad de 2019», lamenta. Y es que, a pesar de tener visado y tener cierta libertad para viajar desde Estados Unidos a España, «no lo hago porque no puedo arriesgarme, bajo ningún concepto, a que cualquier restricción de movilidad impuesta por el coronavirus impida el desarrollo de mis responsabilidades en Boulder», afirma.
Lo primero es lo primero, y ahora Álvaro está centrado en su labor científica en la Universidad, a la que ha podido asistir con regularidad pese a la covid-19. «Nosotros sólo podemos avanzar si estamos allí, donde tenemos toda la instrumentación». La Universidad de Colorado Boulder está siendo muy exigente con todos los protocolos de seguridad, «al igual que en el resto de la ciudad». «Tenemos que hacernos test cada semana para comprobar que no estamos infectados y en el caso de estarlo o haber tenido contacto con algún positivo, como acaba de ocurrir con uno de los chavales con los que comparto casa, nos sometemos inmediatamente a cuarentena y empezamos con el teletrabajo». «La gente –añade– se lo ha tomado muy serio aquí; nada que ver con las imágenes que se han producido en otros puntos de los Estados Unidos».
Aunque Álvaro dedica toda la semana a sus investigaciones, también saca tiempo libre para su otra gran pasión, la música. Al mismo tiempo que cursaba la ESO en el Generalife, se sacó el grado profesional en el Conservatorio Ángel Barrios en la especialidad de Piano. Tiene tanta pasión por este instrumento que lo primero que hizo al llegar a Boulder fue comprar uno, «antes incluso que el colchón», bromea. Sus compositores favoritos son Liszt y Rachmaninov. Oro molido. Tuvo incluso la oportunidad de tocar algo en público en la Universidad de Indiana. El resto del tiempo de asueto lo dedica a deslizarse por las pistas de esquí de la estación Copper Mountain.
¿Lo hará algún día en Sierra Nevada? Sería, sin duda, una buenísima señal.
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