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Nació Vicenta, pero todos la recordarán como Tica. Tica Fernández-Montesinos García-Lorca, dos apellidos terriblemente granadinos a los que hoy volvemos a llorar. Porque Tica, Vicentica, ha muerto esta madrugada, a los 92 años. Y con ella se va la última testigo que ... quedaba en el mundo de su querido tío, Federico García Lorca. Tica vivió con el enorme peso de contar, tantas y tantas veces, cómo eran la risa, los gestos y la voz del poeta. Una voz que se perdió en agosto de 1936 y que todavía hoy, tanto tiempo después, nadie ha podido encontrar.
Tica ha muerto tranquila, en Aravaca, rodeada de sus hijos y nietos. En los últimos años, tras superar la covid y otros problemas de salud, la granadina estaba frágil, pero con la lucidez intacta, según cuentan sus allegados.
Tica Fernández-Montesinos era hija de Manuel Fernández-Montesinos, médico y alcalde granadino también asesinado en la guerra, y Concha García Lorca, hermana del poeta. Tica tenía cinco años cuando las balas le arrebataron a su padre y a su tío. Desde entonces, Tica hizo patria de su infancia hasta convertirse en una mujer inteligente, culta, cosmopolita y feminista que se enorgullece de su papel como opositora al franquismo durante la dictadura. Como demostraban sus silencios, la terrible herida que los rebeldes del 36 le produjeron a ella y a su familia nunca llegó a cicatrizar.
Nacida el 9 de diciembre de 1930, Tica estaba destinada a llamarse Concha. «Le han puesto en el registro Vicenta, Pilar y Concepción, pero como este último es el nombre de su madre y el más bonito, ése se le dirá, porque el mío es muy feo y yo no quiero que lo lleve», escribía su abuela a Federico pocos días después de su nacimiento. Sin embargo, el poeta consideró que Vicenta era más bonito y se salió con la suya. «Me llamaron Vicenta porque le gustaba a Tío Federico», confesaba Tica durante una entrevista concedida a IDEAL, en 2016.
Tica creció en una Huerta de San Vicente que siempre describió con la belleza del paraíso. Blanca, blanquísima, con la puerta pintada de verde y el jazmín al costado derecho de la jamba, rodeada por acequias y árboles frutales. De uno de ellos colgaron un columpio. De allí venían sus primeros recuerdos de su tío, Federico García Lorca. «Federico era muy bueno con nosotros los niños y nos enseñaba canciones», recordaba.
Uno de los grandes misterios lorquianos es el de la voz del poeta. La ausencia de registro y los testimonios sobre su magnífica modulación la han convertido en un elemento mítico. El tiempo fue desgastando el recuerdo que de ella guardaba Tica, la última persona que recordaba su voz. «De la voz de Tío Federico recuerdo las 'eses': tenían una forma parecida a como la dicen en Granada y Málaga», contaba a IDEAL.
Tica se lleva muchas voces con ella. Descanse en paz.
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