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juan Jesús García
Sábado, 31 de julio 2021, 15:36
El Parapandafolk tiene cada sesión dedicada a un espacio sonoro o geográfico, así la segunda noche del festival ha sido orientada a las nuevas propuestas granadinas, con los grupos Elsa Bhör y Fandila & Friends. Como siempre en este festival el tiempo se detiene, tanto para ... comenzar, como para terminar, en sesión casi de after.
Este año por razones de aforo e inmovilidad, los conciertos se han mudado al anfiteatro Morente, perdiéndose el carácter de fiesta local, pero el rigor sanitario de los tiempos manda, así como el aforo, lleno al 60% en hora punta, y menos frecuentado camino de la madrugada (¡las 02h!). Sigue siendo gratuito pero requiere reserva, así que no pocos optaron por seguirlo en directo vía web.
Abrieron con la preceptiva casi hora de 'cortesía' los Elsa Bhör, a los que hemos visto más en su bulliciosa faceta callejera que bajo techo, aunque como dijeron se han mudado 'in door' por la persecución policial en Granada. También parecen dos grupos distintos, y así, sentados, inmóviles y enmascarillados delante de ellos, se detalla la evolución que han hecho, trabajando muchísimo los arreglos y con ambiciones sonoras más allá de las bulliciosas presentaciones urbanas. Incluyen timbres nuevos como el tambor legüero marcando el pálpito, lo saxos de Miguel de Gema, doble sección de percusión o el siempre alegre sonido del tres cubano. Por delante sus dos cantantes comunican directa y felizmente con el público, con una coordinación y un gracejo que tiene formas de carnaval en el Falla gaditano cuando cantan todos. La adaptación del Porque los pobres no tienen, de Violeta Parra fue muy original, como su renuncia al mundanal ruido granadino de Pa las Cuevas, que recuerda a la fauna de aquel Sisa de Cualquier día pude salir el sol. Finalizaron 'tumbando' que es como mejor se acaba una fiesta.
Escuchando a Fandila uno se acuerda de aquel periodista, John Landau, cuando vio de mozuelo a Bruce Springsteen y dejó aquel mítico titular: «he visto el futuro del rock and roll». Lo mismo pero en versión botella de anís La Granadina. Moncho, María y David Ruiz trabajan exhaustivamente la música tradicional, con un rigor de tesis doctoral, y a la vez le dan un aire absolutamente actual, casi pop, que la viola por momentos parecía la de John Cale en la Velvet. La voz de Moncho enamora en su énfasis y convencimiento de lo que canta, y el trabajo de percusión es exquisito. Perfuman todo lo que hacen de Mediterráneo, del sur y del norte, presentando sus coplillas, propias y ajenas, con didácticas, simpáticas y jugosas presentaciones.
Sobre la marcha se fueron sumando los 'amigos': Alonso Díaz al bajo, Carmencita Calavera perfecta en sus romances y estremecedora en el de El enamorado y la muerte; el genio Montañés se metió mucho en su papel para la dipsómana Juega y Vino, y finalmente subió Antonio Arias, que hace de todo y todo bien. Juntos avanzaron algo de lo que será el disco de Mawlid antes de despedirse todos con una guajira de Guadix improvisando letrillas, a cual más graciosa (o procaz) y apropiada. F&F es un proyecto a desarrollar y disfrutar.
J
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