
Jorge Fernández Bustos
Sábado, 3 de julio 2021, 01:17
Rocío Márquez, como un rey Midas del cante, todo lo que toca lo convierte en dulce para el paladar. Con el simple título de 'Cantes y canciones' se presenta la cantaora onubense el día de ayer —justo cuando se cumplen 19 años de la muerte de Camarón de la Isla— en el Auditorio Municipal la Chumbera, dentro de las 'Noches de flamenco' que ha programado el Festival de Música y Danza como anticipo al centenario del Concurso de Cante Jondo a celebrar el año que viene.
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La aparición de esta cantaora en este foro no es novedad (quizá la novedad es que no asistiera), pues durante los últimos años, de una u otra manera, ha sido llamada a ilustrar las noches veraniegas de la ciudad de la Alhambra, convirtiéndose así en una de las citas esperadas y en un valor seguro. Pero esta vez no le tilda la vanguardia —que también—, sino que viene con la desnudez jonda que el propósito requiere. Acompañada a la guitarra precisa y rompedora de Miguel Ángel Cortés (uno de los pocos granadinos que inexplicablemente están programados en esta septuagésima edición del Festival) y de los coros y de las palmas de Los Mellis, un dúo, también de Huelva, que dimensionan cualquier espectáculo que cuente con ellos con su sentido del compás y con sus ecos flamencos.
En realidad es un concierto de dos (si no de cuatro). Miguel Ángel Cortés, elegante como pocos, canta con su guitarra de la que sabe sacar los mejores sabores, con un ojo en la tradición y otro en la vanguardia.
Como era día de celebración por varios motivos, el recital empezó por fiesta, en la que pudimos ver desde un primer momento la selección tan cuidada de los textos y del espejo en que se mira esta cantaora. Las bulerías se extendieron sobre una letra del compositor ecuatoriano Julio Jaramillo. Esta querencia sudamericana derivó en los cantes de ida y vuelta, concretamente en la guajira, con su característica décima cubana.
Las serranas, igualmente preciosistas, llenas de babeos y florituras, fueron de Silverio rematadas con un cante abandolao, para pasar, «con mucho respeto», a los tangos del Camino, donde Miguel Ángel mostró su cuna. Hay que decir que la guitarra era tan respetuosa con el cante como el cante con la guitarra.
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Uno de los grandes momentos de la noche es cuando Rocío se queda sola y a capela aborda un romance reivindicativo, entre cantado y recitado (método que le sienta de maravilla), del poeta Antonio Orihuela. Sigue por peteneras, en las que se acordó de la Niña de los Peines, y después 'Chiquilín de Bachín', un tango argentino al que Morente cambió el ritmo de de vals por el de bulerías.
Los fandangos fueron de Alosno, de Lucena y una rondeña de José Menese, con la letra comprometida de su compositor personal, Moreno Galván y agudísima voz. Y del cantaor de la Puebla de Cazalla pasó a Marchena (otro de sus platos fuertes, del que hizo todo un trabajo discográfico: 'El Niño', de 2014). Del típico pregón por caracoles de don Antonio Chacón pasó a las seguiriyas de Agujetas, para terminar con una ronda de cuplés por bulerías: 'Me embrujaste' y 'Se nos rompió el amor', como en su disco de 'Visto en el Jueves' (2019).
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