Música, Danza y Eurocopa en Granada
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Música, Danza y Eurocopa en Granada
La Cuarta de España y la Novena de BrucknerAnton Bruckner murió antes de terminar su Novena Sinfonía. Estudiosos de todo el mundo llevan 130 años imaginando el final de la partitura, coincidiendo en que el compositor austriaco llevó la melodía hasta un abismo en el que se intuían por igual la gloria suprema y la nada absoluta. La Novena se quedó así, quieta, ralentizada en ese limbo imposible en el que un instante dura una eternidad. Como cuando los duelistas disparan bajo el reloj de la torre. Como un órdago a grandes echando un mus junto a la piscina. Como en el minuto 46 entre España e Inglaterra, nada más arrancar la segunda parte, cuando Nico Williams atravesó el área contraria como el arco de un violín que alcanza una nota prohibida, como los dedos que saltan de un acorde a otro del piano, como el trombón que suavemente altera el orden del viento para hacer que el balón entre en la portería con un ¡gol! cósmico que retumbó en el universo entero y en las paredes del Palacio de Carlos V. Y allí, conjurados por la música y la danza, la gloria y la nada, la Novena de Bruckner estaba llamada a encontrar su final.
El tiempo y el espacio se mezclaron en la noche del 14 de julio, a pesar de todo. «Menuda catetada, ¿no?», reflexionaba Matilde. A Mercedes, sin embargo, la pantalla instalada en la Alhambra para ver el partido le pareció una idea genial. «Es la primera vez que vemos el fútbol en la Alhambra, eso también es histórico».
Sea como sea, la clausura del 73 Festival de Música y Danza se fundió con la final de la Eurocopa –pese a quien pese– para componer un único recuerdo: una pantalla gigante con el partido, el auditorio cantando goles, los músicos paseándose como elegantes fantasmas cargados con asuntos pendientes por el palacio a la espera de que el árbitro pitara el final, el jovencísimo Tarmo Peltokoski dirigiendo la Orquesta del Capitole de Touluse, el arte de Wagner y Strauss y Lamine y Nico, los gallos rotos y satisfechos de Juan Carlos Rivero y la imponente y preciosa voz de la soprano Elsa Dreisig. Dreisig, por cierto, aprovechó el descanso del partido para ensayar en el auditorio, unos segundos antes de que se reanudara el encuentro y se cantara el gol. Aunque quizás la metáfora más bonita y acertada de la noche fue Gael, un niño de 13 años que, durante el juego, vistió la camiseta de la Selección; y, cuando empezó el concierto, la cambió por una camisa de tela blanca. «Me encantan las dos cosas», dijo alegre.
En el minuto 72, gol de Palmer para Inglaterra. La nada. En el 87, Oyarzabal mete el segundo y en la celebración tocan las gloriosas –y francesas– trompetas de Touluse por los pasillos del Carlos V. En el 89, Olmo evita el segundo de la pérfida Albión. Más trompetas... El concierto, el de verdad, se inició a las once y cinco de la noche, tras el agradecimiento de Antonio Moral y del público a la orquesta por su deferencia. «Perseguíamos el bien general», adujo el director del festival, para el que Rodrigo Ruiz-Jiménez, director del Patronato de la Alhambra, pidió un caluroso aplauso de despedida.
Todo, absolutamente todo –lo divino y lo humano; las ovaciones y las críticas– se entremezcló sin remedio hasta la última nota de la Novena inacabada que, ahora sí, encontró su final bien entrada la madrugada del 15 de julio de 2024. Lo hizo 130 años después y unas horas más tarde de que España levantara la copa. La Cuarta. La nada perdió, Anton. Fue gloria.
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Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
Fernando Morales y Álex Sánchez
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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