La OCG, con Floristán al piano y Berglund en la tarima, anoche en el Carlos V. RAMÓN L. PÉREZ

Estreno de la OCG con energía sobre el podio en una fresca noche primaveral

La directora Tabita Berglund, reemplazo del joven Peltokoski, derrochó oficio y conocimiento del repertorio en su debut en el Festival de Granada

Viernes, 21 de junio 2024, 00:18

La Orquesta Ciudad de Granada es, no lo olvidemos, la oficial del Festival, y su vinculación con el ciclo ha pasado por momentos brillantes y otros algo menos, en función de quién dirigía desde el Corral del Carbón y las sedes anteriores. En su noche de estreno en el Festival de este año se ha enfrentado a la ausencia sobrevenida de quien iba a estar en la tarima, el jovencísimo director finés Tarmo Peltokoski comunicada el pasado lunes por motivos de salud. La comunicación, por cierto, llegó a las ocho de la mañana, para empezar bien la semana. Pero tanto Orquesta como Festival anduvieron rápidos para encontrar una sustituta, y a las diez y media, la también nórdica –noruega, en este caso– Tabita Berglund hizo las maletas. Nos dicen que dedicó el vuelo a empaparse las partituras de 'Finlandia' y la 'Sinfonía número 5' de Sibelius y el 'Concierto para piano número 2 en do menor, opus 18' de Rajmáninov. Llegó a Granada, dejó la maleta prácticamente en el camerino y se subió al podio del Falla para reencontrarse con unos músicos a los que, por otra parte, ya conocía de la temporada 2020-2021, la primera de la pandemia, y con quienes ofreció un programa que fue muy del agrado de los aficionados.

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El programa interpretado anoche no es en absoluto fácil. Como suele ocurrir en numerosas ocasiones, ofrece un 'hors d'oeuvre' para situar al público antes de la pieza central con solista, y una segunda parte sinfónica. El aperitivo de anoche fue nada menos que 'Finlandia' de Sibelius. Siete minutos de una intensidad musical fuera de toda duda, la descripción del alma de un país en el que la esperanza y la libertad llegan tras un tortuoso camino. Pero sobre todo, una obra llena de matices, desde el dramático inicio 'in crescendo' hasta la explosión final. Berglund, con una fresca blusa de seda y un pantalón negro a juego, puso de manifiesto su compromiso con la oportunidad que se le ofrecía para actuar en uno de los ciclos musicales con más repercusión en Europa, y la aprovechó. En este arranque, es preciso destacar el excepcional trabajo de la percusión, clave para otorgar la grandiosidad que emana de una pieza como esta.

Unos minutos bastaron para abrir el piano y prepararse para la interpretación del 'Concierto para piano número 2' de Rajmáninov. Ante las 88 teclas se situó, precisamente, un pianista que comenzó su presencia en el Festival en la era de Diego Martínez, si mal no recordamos, y que sigue siendo una garantía: Juan Pérez Floristán hace unos años, Juan Floristán ahora, por mor del marketing artístico. El sevillano, con una camisa de cuello mao en tonos claros y un pantalón negro, se hizo uno con la orquesta desde su primera entrada en el 'Moderato', y se vio muy arropado en todo momento.

Aplausos a destiempo

Tras un aplauso a destiempo después del primer movimiento –toda Andalucía a través de Canal Sur supo que buena parte del público de anoche solo va a conciertos clásicos si es con invitación–, orquesta y solista atacaron el conocidísimo 'Adagio sostenuto', un movimiento que se escapa de las manos si se ejecuta fuera de 'tempo', convirtiéndose entonces en la, por otra parte, magnífica canción 'All by myself', escrita por Eric Carmen y popularizada luego por Sinatra o Jones y en fecha reciente por Mariah Carey y Celine Dion, la cual, además, apareció en la banda sonora de la película romántica 'Breve encuentro' de David Lean. El pulso se mantuvo en todo momento firme, y Floristán no abusó de la pose. Redondo, como también el final 'Allegro scherzando' –ensamblado en la partitura, evitando así nuevos aplausos fuera de programa– pleno de energía y musicalidad. Los últimos compases, con la espectacular salida, fueron un puro deleite. Aplauso muy merecido. Y de regalo, el pianista tocó 'La puerta del vino' de Debussy, en homenaje al entorno.

Tras el preceptivo descanso, la 'Sinfonía número 5' de Sibelius, con un fresco considerable en el patio de butacas, fue una sobria continuación estética de lo vivido en la primera parte. Aunque volvieron los aplausos a destiempo, la elegancia de los cisnes que la inspiraron, la descripción del paisaje a ras de suelo y el perfecto control de Berglund terminaron de pintar un fresco nórdico de envergadura.

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