Edición

Borrar
El Taller Atlántico, durante la interpretación de 'The ghosts of Alhambra'. PEPE MARÍN
Fantasmagoria, aire, campanas y flores en el segundo concierto del Taller Atlántico

Fantasmagoria, aire, campanas y flores en el segundo concierto del Taller Atlántico

Crumb ahonda en la muy diversa inspiración de Lorca para dar a luz unas obras que suponen un reto para quienes tienen el trabajo de interpretarlas

José Antonio Muñoz

Granada

Jueves, 8 de julio 2021, 01:54

El corazón de Lorca, su más íntimo ser, forma parte, como su voz, de esas facetas que, en buena medida, nos son desconocidas. Por eso es, quizá, tan interesante este ciclo del Crumb-Lorca Project. A pesar de que en lo musical no sea fácil, en lo conceptual es muy evocador. En la tarde de ayer, el Taller Atlántico Contemporáneo, integrado por músicos españoles en su inmensa mayoría y en el que está integrada también la chelista de la Orquesta Ciudad de Granada, Kathleen Balfe y el oboe Eduardo Martínez, echó mano de todos sus recursos para describir paisajes que van desde lo oscuro a lo luminoso, desde las letras para niños hasta otras solo aptas para corazones muy entrenados.

El concierto comenzó con 'The ghosts of Alhambra' y las campanas anunciando el alba y las horas como testigos del devenir de la vida. Y ese silencio que habla en una ciudad que, en realidad, nunca duerme del todo. Jóvenes caminando en la madrugada. Fantasmagorías subrayadas por una percusión muy sugerente, que sirve como contrapunto a la guitarra. El barítono Isidro Amaya acentuó los matices de cada número, susurrando con una gran claridad cuando lo marca la partitura, mientras los ectoplasmas se van revelando, primero en los timbales, luego en los cascabeles, y más tarde en la pandereta, en los bongos... Sacar el máximo partido al instrumento parece ser norma de la casa en este ciclo lorquiano.

Las palabras se convierten en declaraciones de intenciones: la vida y la muerte desfilan por la canciones como si fueran convidadas de piedra en un marco donde quien vive y quien muere es más importante

Las palabras se convierten en declaraciones de intenciones: la vida y la muerte desfilan por las canciones como si fueran convidadas de piedra en un marco donde quien vive y quien muere es más importante. «Cuando yo me muera, entre los naranjos y la hierbabuena», escribió Lorca en 'Memento', el último de los números de esta primera obra, compleja, . Las palabras quedan flotando en el último número de 'The ghosts of Alhambra', 'Memento'. Una, sin duda, compleja obra, que huye de lo convencional para rebuscar entre sonidos que muy raramente se oyen. La pericia del guitarrista Pedro Mateo González, y el percusionista Juan Martín, indudable.

Tras unos minutos que parecieron eternos con el cambio en la plantilla, los asistentes entraron en el universo infantil lorquiano, con la segunda obra de la noche, 'Federico's little songs for children', iniciada con 'La señorita del abanico', con descaro sostenido por recreaciones campestres ejecutadas en el arpa por Alba Barreiro, la soprano Verónica Plata, y las flautas de André Cebrián. La obra sonó casi juguetona –el espíritu de Lorca al enfrentarse a lo infantil siempre lo fue, en cierta medida–, mientras que 'La tarde' supo a misterio, y 'Caracola' permitió a la soprano jugar con frases complejas en los recitados, y de nuevo, con los susurros, mientras que 'El lagarto está llorando' supuso una prueba de fuego para la versatilidad vocal de Plata, que subía dos octavas en la misma frase sin despeinarse. Coqueta la 'Canción tonta': «Mamá, yo quiero ser de plata. Mamá, yo quiero ser de oro, Mamá, bórdame en tu almohada... ¡Eso sí, ahora mismo!». El diálogo madre-hijo, espectacularmente recreado, arrancó aplausos y bravos.

Contrapuesta y para adultos esos cuatro libros de 'Madrigals' de Crumb, con la virtud de ofrecer a los intérpretes tal gama de registros –tiempos, temas, formas de tocar los instrumentos–, que son casi un pequeño ciclo sinfónico. Muy bien la percusión de nuevo, con Alejandro Sanz y Carolina Alcaraz. Xilófonos, timbales, gongs... percutidos, acariciados cual si fueran la espalda del ser amado, para mostrar los temas que, por lo visto anoche, más encandilan al compositor norteamericano de entre la producción poética del fuenterino. Muy interesante comparar la lectura que hizo Morricone de la 'Nana del caballo grande' para la banda sonora de 'La luz prodigiosa', y la de Crumb, El lirismo de Morricone se transforma, en este caso, en zozobra incontenible. Un reto para los músicos.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal Fantasmagoria, aire, campanas y flores en el segundo concierto del Taller Atlántico