josé antonio lacárcel
Granada
Viernes, 24 de julio 2020, 01:28
Cuando se pone fin a un ciclo que ha tenido un indudable interés y una categoría indiscutible, no puedo dejar de tener un cierto sentimiento de nostalgia, como una dulce tristeza, porque se acaba algo que durante un tiempo, en este caso breve, ha centrado ... nuestra atención. Como bien pueden suponer me estoy refiriendo al formidable ciclo de las Nueve Sinfonías de Beethoven en la versión para piano que hizo ese otro genio que fue el húngaro Franz Liszt. Durante estos días el Corral del Carbón ha sido nuestro punto de encuentro con la genialidad de Beethoven y con el virtuosismo exquisito de Liszt.
Publicidad
Un grupo de jóvenes y excelentes pianistas han ayudado a que tuviéramos unas tardes noches felices, donde ha primado la calidad, donde el buen gusto siempre ha estado presente, donde hemos podido disfrutar plenamente de la belleza de la música y de la maestría de unos intérpretes. Por eso no es de extrañar que empiece a escribir este comentario envuelto en una cierta tristeza. Y hacer un brindis para que, si Dios quiere, el año que viene volvamos a tener otra cita similar en un escenario único donde ya es lo habitual el saborear buena música.
Menudo colofón ha tenido el ciclo Beethoven-Liszt. Nada menos que la Novena Sinfonía, punto culminante en la historia de la música occidental, punto de referencia de tantos músicos. Genial testamento sinfónico de Beethoven. Esta Sinfonía no precisa de ningún comentario, simplemente todo queda explicado desde el comienzo hasta la apoteosis final orquesta coro solistas. Algo hasta entonces nunca visto en el mundo sinfónico.
Y lo que nos llama poderosamente la atención es que esta obra colosal haya podido reducirse al piano, cómo Liszt ha sabido introducir toda la enorme carga musical, toda la complejidad instrumental, dentro del piano. Es el misterio de la genialidad de estos músicos.
Tremendo reto, yo casi diría que terrible reto el que tenía la joven y excelente pianista Enriqueta Somarriba. Ahí es nada interpretar una partitura que, en cualquiera de sus vertientes, es tremendamente difícil por ser tremendamente compleja.
Publicidad
Pero desde los primeros compases cuando parece que se suspende todo en torno al surgir la música, ya advertíamos la seguridad, la calidad que esta joven pianista posee. Fue la suya una versión hermosísima, meritoria de los mayores elogios porque en esta ocasión las dificultades eran enormes. Y ella supo superarlas por preparación, por técnica, por musicalidad. Porque Enriqueta Somarriba es una gran música, una excelente música que sabe entender el complejo mundo de la Sinfonía Coral, porque ha estudiado en profundidad la espléndida versión de Liszt, porque ha seguido las pautas del maestro húngaro y ha conseguido que sonaran los instrumentos de la orquesta, que sonaran las voces de los solistas, que sonaran las voces del coro.
Qué derroche de calidad, de técnica, de sentimiento y de sensibilidad. Qué formidable colofón a un ciclo que ha estado presidido por la calidad en un acierto absoluto a lo largo de todas las noches. De verdad que salí con una enorme dosis de admiración hacia Enriqueta Somarriba. ¿Habrá existido algo que se haya salido de la perfección? Es posible, yo no lo he advertido, pero de lo que sí estoy seguro es de que Enriqueta Somarriba nos hizo disfrutar del mejor Beethoven en una tarde noche mágica.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.