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Festival de Música y Danza de Granada
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Festival de Música y Danza de Granada
Lírica y flamenco llenan de duende el Palacio de los CórdovaMariola Cantarero suma ya unas cuantas noches memorables en su dilatada trayectoria sobre los escenarios. La de ayer en el Festival de Música y Danza fue, sin lugar a dudas, una de ellas. Fue mágica. Mágica porque la singular fusión de bel canto y flamenco atrapó al respetable festivalero desde que el Bolita, genio y figura, rasgó por primera vez su guitarra. Mágica porque, superados los nervios del estreno, Cantarero demostró que está en uno de los momentos más dulces de su carrera. «Yo elijo qué quiero hacer y cómo lo quiero hacer», aseguró en la previa. Y mágica porque la Alhambra –no me pregunten la razón– estaba especialmente bella en una noche de arte y abanicos. Penúltima actuación de unos festivales que, después de un centenar de bolos, hoy quedarán clausurados con el concierto de la Joven Orquesta de Andalucía en el Palacio de Carlos V.
Pero volvamos a lo sucedido en el Palacio de los Córdova. La soprano Mariola Cantarero, el tocaor José Quevedo y el percusionista Paquito González llevaban meses ensayando 'Libre', el espectáculo que pudimos disfrutar anoche en el Festival. Una compenetración que se palpó a lo largo de toda la velada. La cantante, sentada en una silla de enea a la manera de Marina Heredia, amiga y confidente, desplegó su torrente de voz con técnica, talento y emoción. Se apreciaba en su mirada y en sus gestos.
Precioso –y atrevido– el vestido de Mariola Cantarero en la primera parte del concierto. Un modelo cosido en el atelier de la diseñadora granadina Monae, de tonos verdes oscuros que, por momentos, evocaba a la gran Teresa Berganza. También precioso el gitanillo de diamantes que llevó Cantarero cedido para el evento por San Eloy, una de las joyerías de Granada de toda la vida.
'Libre' se dividió en dos partes, aunque Cantarero, Bolita y González, los padres de la criatura, optaron por hacerlo de corrido, una decisión más que acertada. Un interludio instrumental, basado en 'El amor brujo', de Falla, marcó el final del primer acto y el inicio del segundo –en total, una hora y cuarto, aproximadamente, con los intérpretes sobre las tablas del Palacio de los Córdova–.
El cancionero, muy español, estaba adaptado al bel canto, a la guitarra flamenca y la percusión. Pero también al paladar, siempre exigente, de un público muy entendido que conoce a Cantarero y que la sigue con interés desde que comenzaba a despuntar en el Conservatorio Superior de Música de Granada.
Para arrancar, tres preciosas composiciones del granadino Ángel Barrios, uno de los grandes músicos del siglo XX en España. Sus enseres, sus instrumentos, sus dibujos, sus pinturas, sus acuarelas, sus partituras y su correspondencia se pueden observar, por cierto, en un pequeño museo que hay junto a la Alhambra, desconocido para muchos ciudadanos de Granada.
Cantarero, Bolita y González eligieron para la ocasión 'La novia del aire' con aires de tanguillos, 'Hechizo y nostalgia' con añoranza de tarantos y 'Con puñales de cariño' con tintes de alegrías. El programa continuó con Turina. Qué bonitos sonaron los 'Cantares' por seguirillas –de las antiguas–. Del sevillano también fueron 'Los dos miedos' y 'Las locas por amor'. Sonoro aplauso de los parroquianos, que llenaron el Palacio de los Córdova, para culminar este bloque.
Cuando Cantarero se marchó a los camerinos para cambiarse, José Quevedo 'Bolita' y Paquito González se despacharon a gusto con una impresionante pieza, a modo de interludio, basada en 'El amor brujo' de don Manuel de Falla, el gran protagonista de lo que restaba de recital.
En el repertorio, 'Siete canciones populares', uno de los clásicos de Mariola. Fue cuando escuchamos la 'Seguidilla murciana' como una guajira de las de antes y la 'Jota' como un fandango del Albaicín, que también lucía hermoso este martes de penúltima en el Festival. Siete tonadas que fueron siete sentimientos. Uno detrás de otro. Cantarero, con un vaporoso traje de tul de Reveligion (Sevilla) y unos llamativos pendientes de esmeraldas, lo dio todo. Las tonalidades y las melodías sonaron a lo que tenían que sonar, o sea a Falla, Barrios y Turina, pero todo llevado al flamenco. Que para eso Quevedo y González son dos números uno.
Tal y como anticipó Cantarero, el fin de fiesta fue apoteósico. Bolita y Quevedo adaptaron para ella la guajira 'Blanca flor de la Alhambra' y el bolero 'Si no es mi pena' a partir de un texto de Francisco de Quevedo. Un broche de oro para una noche en el Palacio de los Córdova que muchos no olvidarán.
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Inés Gallastegui | Granada
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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