Jordi Savall, en la tarde de ayer, en el Palacio de Carlos V. RAMÓN L. PÉREZ

Jordi Savall | Músico

«La mañana a la que me gustaría retornar es la de mañana; me queda mucho por hacer»

El barcelonés afirma que su intención es dejar como legado un modo de entender la música, como hizo ayer con Le Concert des Nations

Lunes, 10 de junio 2024, 00:33

El maestro Jordi Savall (Igualada, Barcelona, 1941)es, sin duda, una de las referencias internacionales en la música barroca. Desde que dejara España en 1968 para estudiar en Suiza, no ha dejado de inventar. Su primer gran paso adelante fue la recuperación de un instrumento ... perdido, la viola da gamba, la cual se ha convertido en compañera inseparable de su trayectoria. El segundo, fue fundar hace 50 años Hesperion XX –luego le cambió el nombre a Hesperion XXI– y la orquesta que ayer noche protagonizó la velada del Carlos V, Le Concert des Nations. Apenas dos años después de fundarla, obtuvo su primer gran éxito internacional con la banda sonora de 'Tous les matins du monde', la película de Alain Corneau basada en el libro homónimo de Pascal Quignard. Lo demás, es historia de la música.

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Su cita anual con Granada se ha convertido en una bendita costumbre.

–Sí... (sonríe). Es un sitio maravilloso, y me encanta venir aquí., porque además los aficionados granadinos son estupendos.

35 años de esta orquesta que ha traído a Granada, Le Concert des Nations, y 50 de Hesperión XXI. Da un poco de vértigo.

–Es maravilloso poder cumplirlos y seguir aún en activo. Además, tenemos muchos proyectos en cartera, por lo cual, más que vértigo, lo que tenemos es una felicidad inmensa.

¿Ha pensado en algún momento en dejar de tocar la viola da gamba, o le tiene tanto respeto al instrumento que le acompañará siempre?

–Desde luego, cualquier instrumentista, cuando cumple una determinada edad, debe ser consciente de que todo el repertorio que tocabas cuando eras joven ya no lo puedes tocar, y mucho más cuando tienes que repartir tu tiempo entre el estudio de partituras, la investigación y dirigir orquestas. Pero sí que me gusta guardar una serie de obras para hacerlas de forma más personal. Hacer recitales con 'emsembles' de violas y otras donde se puede improvisar, por ejemplo, al tocar folías o canarios. Son estos programas que siempre vienen renovados porque incluimos piezas nuevas, y nos deparan sorpresas. Eso sí, tengo claro que el día que no pueda tocar la viola, la dejaré.

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«Los instrumentistas modernos pueden tocar muy afinados a Mozart, pero a veces se les nota su falta de bagaje»

Descubridor de autores y piezas ignotas o muy desconocidas de la música antigua y barroca, este año ha traído al Festival, sin embargo, a dos de los máximos representantes del canon. ¿Qué aporta Le Concert des Nations a la interpretación de obras de Bach y Vivaldi?

–Aporta la experiencia de unos músicos que llevan toda la vida tocando juntos. Para ellos, se ha convertido en su lenguaje. Esto es muy importante. Creo necesario recordar que quienes hacemos música antigua, estamos trabajando en la dirección de la historia. Si tocamos obras de Cabezón y luego pasamos a tocar a Cabanilles, Frescobaldi, Vivaldi o Bach, lo hacemos usando un lenguaje vivo. Y de ahí llegamos a Mozart o Gluck, y cuando alcanzamos a Beethoven llevamos todo un bagaje donde mostramos siglos de evolución en el lenguaje musical, la articulación, el fraseo...

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Los instrumentistas modernos, que pueden tocar más afinados, cuando llegan a estos compositores, carecen de este bagaje. Suenan como, por ejemplo, una persona que no es francesa e intenta hablar francés. El que es francés, lo nota.

–¿Cual cree que es su mayor legado, las orquestas que ha fundado, su modo de entender la interpretación, la gran cantidad de autores y obras que ha recuperado...?

–Creo que lo que me interesa legar es algo intangible, esa personalidad que tienen las orquestas que hemos fundado. Orquestas que tienen una forma de hacer música que viene de mucho tiempo atrás, de muchas horas de trabajo en una cierta dirección, con una cierta calidad. Lo más novedoso que he hecho en los últimos años ha sido tocar las músicas que conocía todo el mundo, como las sinfonías de Beethoven, pero hacerlas con la misma exigencia con la que trabajamos al descubrir una nueva partitura.

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«Todas las mañanas del mundo son caminos sin retorno», escribió Quignard. ¿Alguna mañana a la que, sin embargo, le gustaría retornar?

–(Risas) A la de mañana, si pudiera. Creo que vivir en el mundo actual no es fácil, pero es nuestro mundo. Me inspiro en las mañanas que viví, y por eso he registrado toda la música que he podido, para construir el futuro teniendo en cuenta el pasado.

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