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JOSÉ ANTONIO MUÑOZ
GRANADA
Jueves, 5 de julio 2018, 02:20
Eso que dicen de que los bailarines clásicos no andan sino que levitan se aplica a la perfección a la sexitana Irene Ureña (1995), quien en septiembre cumplirá tres años como bailarina de la Compañía Nacional de Danza. Esta noche estará sobre el escenario del Generalife para interpretar la 'Carmen' de Johan Inger. Aunque forma parte del cuerpo de baile, hoy su papel será de solista. Es la segunda vez que actúa en el Festival. La primera, con el 'Don Quixote' de hace dos años, cuando era casi una recién llegada. Sus 'jefes' están contentos con ella, y ella, encantada con tener como jefe a José Carlos Martínez, de quien se deshace en elogios. Pertenece a una familia de artistas. Sus tíos son músicos: Gabriel Delgado, director de la orquesta de la UGR entre otras responsabilidades, y David Delgado, primer violinista de la Staatskapelle de Berlín con Daniel Barenboim.
–Raras veces Granada bendice a sus hijos. Suponemos que para usted, venir al Festival supone una responsabilidad extra...
–Vengo con mucha ilusión. Desde pequeña, formé parte de ese público de aficionados a la danza que tiene este evento, y he visto desde el patio de butacas a compañías muy importantes en ese maravilloso teatro del Generalife. Ahora, estar arriba supone responsabilidad, claro, pero también una gran alegría.
–¿Siente usted que a pesar de que la danza siga siendo la 'pariente pobre' de las artes, y que salir de Granada cuesta, lo conseguido no es poco?
–Como en todas las artes, hay que trabajar mucho para conseguir algo importante. Creo que las personas trabajadoras, disciplinadas, que tienen claro su objetivo, pueden conseguir lo que se planteen. Yo estoy en la Compañía Nacional, y espero seguir aquí durante muchos años.
–Le quedan diez buenos de carrera, como mínimo...
–Esperemos que más... (Risas).
–¿Le llama la atención coreografiar?
–De momento, quiero aprender mucho, y bailar todo lo que pueda. En el futuro, ya veremos.
–Alguno de sus profesores comentó en un artículo que se publicó en IDEAL cuando se incorporó a la Compañía Nacional que usted «no partía de un físico privilegiado para la danza»...
–(Más risas). Para la danza clásica se necesita un cuerpo muy específico: flexibilidad, empeine del pie, rotación externa de piernas... Cualidades con las que no nací, pero que se educan a base de esfuerzo, y se puede bailar, y hacerlo bien.
–¿Cuántas horas trabaja al día?
–En la sede de Madrid, la jornada laboral es de diez a cuatro y media. Cuando estamos de gira, trabajamos más horas, entre calentamiento, ensayos y actuaciones.
–¿Cómo es la Compañía Nacional de Danza por dentro?
–El perfil es muy variado. Aún quedan bailarines de la época de Nacho Duato, más de perfil contemporáneo; los hay muy de perfil clásico, los hay que hacemos ambas cosas, pero cada uno con su personalidad y su forma de ser y hacer.
–Es lo que quiso desde el principio Martínez, aunar ambos perfiles.
–Así es. Yo empecé en clásico pero he tenido la suerte de que me han dado oportunidades en contemporáneo, con lo cual, estoy desarrollando ambas especialidades en paralelo.
–¿Y cuál le gusta más?
–Me gusta bailar, la danza en todas sus formas.
–¿Qué ha pasado en su vida artística en los últimos tres años?
–Entré en la Compañía cuando se estaba montando 'Don Quixote', y he participado en diversos montajes clásicos y contemporáneos como la 'Carmen' de esta noche, bailé el 'Por vos muero' de Nacho Duato en el Teatro de la Zarzuela, y el 'Gods and dogs' de Jiri Kylian, una experiencia increíble.
–¿Qué aporta esta 'Carmen' a la danza?
–Es un gran espectáculo, no da respiro al espectador. Son dos actos, el primero más vivo, más festivo; el segundo, más dramático. Habla de la violencia de género de una forma muy cruda, a partir de una escenografía sencilla, donde se juega con espejos y luces. Es muy dinámica. Johan Inger es pura energía. Cuando hemos tenido la suerte de trabajar con él lo hemos comprobado de primera mano.
–Después de bailar, ¿le queda tiempo para hacer algo más?
–Estoy estudiando Nutrición, y quiero enfocar mis estudios hacia el ámbito deportivo, pero me lo estoy tomando con calma.
–La danza se identifica con disciplina prusiana, cuerpos pesados al gramo, competencia feroz, pies deformados... ¿Cómo motivar a quien quiere bailar, pero tiene miedo de todo eso?
–Diciéndole que si realmente le gusta la danza y quiere bailar, todo eso no importa. Es verdad que duele mucho, pero merece la pena. Salir al escenario y disfrutar es lo más grande que te puede ocurrir. Todo merece la pena.
–'Cisne negro' no ayudó mucho...
–(Risas) Sí, un poco nos retrataba como monstruos. Pero el nivel de exigencia no es más alto que el del deporte de élite, por ejemplo.
–¿Tiene algún sueño confesable?
–Quizá bailar 'Petite mort' de Jiri Kylian como solista. Hace muchos años que me enamoró esa pieza. Está dentro del repertorio de la Compañía desde hace unos años. Ojalá pueda interpretarla algún día.
–¿Le ha encontrado algún punto débil a José Carlos Martínez, además de ser 'demasiado bueno'?
–Es una persona justa, cercana, y un gran profesional. ¡No le encuentro defectos! (Risas).
–¿Cómo lleva vivir en la capital?
–Me mudé allí con 15 años, ya me he adaptado, pero en Madrid todo el mundo tiene prisa. Me encanta venir a Granada y desconectar.
–¿Y en los últimos meses, hacia dónde hizo las maletas?
–Esta ha sido una temporada muy buena para la Compañía. Hemos bailado esta 'Carmen' en Francia y Suecia, y acabamos de venir de Montpellier, donde hemos estado bailando 'Una noche con Forsythe' el pasado fin de semana.
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