Los 'quejíos' que sonaron en la plaza de los Aljibes
Festival de Música y Danza ·
Granada conmemora el centenario del Concurso de 1922 con un recital, que se repetirá hoy, con maestros de las dos últimas generaciones flamencasFestival de Música y Danza ·
Granada conmemora el centenario del Concurso de 1922 con un recital, que se repetirá hoy, con maestros de las dos últimas generaciones flamencasFue en Buenos Aires, Argentina, en 1933. GarcíaLorca pronunciaba su celebérrima conferencia 'Teoría y juego del duende'. Eso que el propio Federico definió, acudiendo a Johann Wolfgang von Goethe, como «el poder misterioso que todos sienten, pero que ningún filósofo explica». Es muy probable que ... los 472 espectadores que llenaron ayer la plaza de los Aljibes de la Alhambra conozcan algo sobre la vida, obra y milagros de Goethe, pero lo que es seguro es que todos, sin excepción, experimentaron en sus carnes «el poder misterioso» del que hablaba Lorca. Porque el recital con el que Granada conmemoró anoche el centenario del Concurso de Cante Jondo de 1922 fue 'duende' desde el principio hasta final. Desde que el maestro Juan Pinilla, vestido con traje gris y tocado con sombrero blanco –se lo quitó para recibir a Juan Habichuela–, pisó las tablas para ejercer de presentador, como lo hizo el periodista Ramón Gómez de la Serna cien años atrás, hasta el apoteósico fin de fiestas por bulerías, bien entrada ya la noche y con la Luna llena resplandeciendo.
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Un espectáculo, este de inauguración del Festival de Música y Danza de 2022, que se reeditará hoy a la misma hora (22.30 horas), en el mismo lugar (plaza de los Aljibes) y con el mismo aforo (completo, por cierto). Las entradas, que costaron cuarenta euros, tardaron poco en venderse. La ocasión lo merecía. Y es que no todos los días se tiene la oportunidad de disfrutar, todos juntitos, en el mismo escenario, de los más insignes representantes de las dos últimas generaciones que ha dado el arte flamenco. Al cante, el decanato de José de la Tomasa, Vicente Soto, Juan Villar y Rancapino, y los jóvenes Antonio Reyes, JesúsMéndez, Kiki Morente y Antonio Campos. Y a la guitarra, el insignePepe Habichuela, que ejerció como solista, y los virtuosos Miguel Ángel Cortés y Miguel Ochando. Una pasada.
Nervios en el arranque del Festival de Granada, que este 2022 estará dedicado a lo 'jondo', y mucha expectación para este primer espectáculo. La organización dispuso casi quinientas butacas –al evento de 1922 acudieron más de 4.000 almas– que se fueron cubriendo sin prisa y sin pausa desde que se abrieron las puertas de un espacio lleno de encanto, con el palacio de Carlos V a un lado y las imponentes torres de la Alcazaba alhambreña al otro.
El Concurso del Cante Jondo de 1922 fue un verdadero hito para la historia de la cultura de Andalucía. Y lo fue porque gracias a la implicación de la intelectualidad del momento, se logró el reconocimiento artístico del 'cante primitivo andaluz', que en aquellos años sobrevivía a duras penas en la memoria y en la voz de algunos cantaores y corría el peligro de asimilarse a otras manifestaciones adulteradas como el cuplé. Y el concierto de este lunes, que Pinilla calificó de histórico, fue la perfecta constatación de que el loable empeño de Miguel Cerón,Manuel de Falla, Federico GarcíaLorca, Manuel Ángeles Ortiz, Ignacio Zuloaga, Hermenegildo Lanz... y sobre todo el Centro Artístico de Granada, la institución que se encargó de la organización, no cayeron en saco roto.
Pero volvamos a lo sucedido. Juan Pinilla, pregonero del Corpus 2022 y uno de los personajes imprescindibles para entender hoy día la cultura en Granada, fue el maestro de ceremonias. Suyo fue el emotivo exordio donde no faltaron alusiones a los granadinos Frasquito Yerbabuena y María la Gazpacha, que ganaron respectivamente el segundo y el tercer premio en 1922, y a Manolo Caracol, que por aquel entonces tenía solo doce años, y a Diego Bermúdez 'el Tenazas', de 72 años, que compartieron el primero –se llevaron mil pesetas cada uno–. Tras la disertación de Pinilla, fue Pepe Habichuela, el patriarca del toque actual, quien deslumbró al respetable con dos solos, uno por granaínas y otro por soleá. Primera ovación, a la que siguieron unas cuantas en las dos horas que duró el bolo.
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Tras Pepe Habichuela, fue el turno de dos de los veteranos de la noche. Vicente Soto, que desciende de la mítica estirpe de los Sorderas, compartió el tablado con el gran José de la Tomasa, una de las conexiones más directas con 1922, ya que el maestro sevillano desciende de Manuel Torre, uno de los invitados al Concurso de Cante Jondo –que ofició, por cierto, mientras deliberaba el jurado–. Los artistas se picaron en un mano a mano por bulerías, con el acompañamiento de Miguel Ángel Cortés y Miguel Ochando.
A continuación, ronda para los jóvenes. Antonio Campos, un profesional que gira junto a figuras del baile como el mismísimo Manuel Liñán o Antonio Canales, demostró sus buenas formas cantando delante. Junto a él estuvo el pequeño de la saga de los Morente, Kiki, quien demuestra día a día que cada uno de los genios de la estirpe tiene sello propio. El trío de cantaores se completó con el jerezano Jesús Méndez.
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Pinilla introdujo el siguiente acto con un poema, al que siguió uno de los momentos de mayor emotividad de la velada. Rancapino, que fue amigo íntimo de Camarón de la Isla y seguidor de la escuela de Manolo Caracol, encandiló al respetable con su voz rota, herida y eterna. Muy emotivo fue el 'duelo' de Rancapino con sus compañeros José de la Tomasa, Juan Villar y Vicente Soto Sordera, los cuatro en un estado de forma envidiable. Fandangos en los que cada uno de ellos hizo gala de estilos que demuestran sus personalidades tan distintas en la ejecución de los cantes de siempre.
El final fue, sencillamente, memorable. Tras leer a Lorca, Pinilla anunció que tocaban soleás. Y allí que se plantó Antonio Reyes, el chiclanero que alcanzó la fama flamenca tras galardonarse en el Concurso de Córdoba de 2001, Juanito Villar y Rancapino. Ochando y Cortés demostraron nuevamente su erudición rasgando las seis cuerdas. Despedida por bulerías, como se hacía en los festivales de los años ochenta y noventa.Cada artista interpretó una breve pieza que fue contestada por 'pataíllas'.
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Han pasado cien años. Cien años de aquella aventura maravillosa que reivindicó el arte flamenco y el sentir andaluz.
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