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Fuensanta 'la Moneta' y Álvaro Martinete posaron para IDEAL este viernes en el Corral del Carbón. Fermín Rodríguez
El flamenco brilla más que nunca
100 años del Festival de Cante Jondo

El flamenco brilla más que nunca

Granada celebra la conmemoración del histórico concurso con la nómina de artistas más grande tanto en cantidad como en calidad, que encabezan los carteles más importantes

JORGE FERÁNDEZ BUSTOS

Domingo, 12 de junio 2022, 00:02

El 13 y el 14 de junio de hace cien años tuvo lugar el Concurso de Cante Jondo de 1922, que Manuel de Falla, afincado en Granada por aquel entonces, respaldado de bastantes intelectuales de la tierra y foráneos, entre los que se encontraba Miguel Cerón, Ignacio Zuloaga, Fernando de los Ríos, Hermenegildo Lanz, Manuel Ángeles Ortiz y un jovencísimo Federico García Lorca, entre otros, capitaneó con la idea de salvaguardar el «cante primitivo andaluz, llamado cante jondo». Fue el primer certamen de flamenco de la historia y como tal ha trascendido y el mundo flamenco anda celebrándolo durante todo el año. El concurso, de repercusión internacional, tuvo lugar en el Patio de los Aljibes de la Alhambra, durante estos días (con 8.500 pesetas en premios), y fue todo un acontecimiento social y un revulsivo para la ciudad de Granada y para sacar el flamenco del «ambiente tabernario» en que se encontraba. El concurso, bajo la presidencia de don Antonio Chacón, lo ganó Diego Bermúdez 'el Tenazas' y un niño que con el tiempo sería conocido como Manolo Caracol.

Mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo sobre este acontecimiento, que produjo mucha tinta a su favor, pero también a encendidos detractores que no dejaban de tener su punto de razón. También hay mucha mitología en su entorno, que los investigadores están tratando de despejar para quedarnos con el trigo. Con la perspectiva que da un siglo de distancia, podemos afirmar, sin embargo (pese a algún inconveniente que nos empeñamos en traer a la memoria), que el Concurso fue un hito tan importante como necesario; y que tuvo lugar en Granada, porque ningún otro sitio reunía el material humano, sobre todo, que se encontraba en nuestra tierra por aquellos días.

Recientemente, con motivo de este Centenario, organizado por la Academia de Buenas Letras de Granada en la sala de conferencias del Centro Artístico, Literario y Científico de nuestra ciudad (apoyo logístico imprescindible de aquel entonces), tuvo lugar un debate a dos, que respondía al sugerente título 'Si Falla, Lorca o Caracol levantaran la cabeza', en el que, entre otras conclusiones, se puso de manifiesto que si alguno de aquellos señores que idearon o participaron en el Concurso, con el anhelo primordial de salvaguardar para la posteridad el cante jondo, estarían encantados simplemente con el desarrollo y el alcance universal que este arte profesa en la actualidad.

Efectivamente los tiempos han cambiado. Para bien o para mal, es un planteamiento inane pensar en condicional. Todo evoluciona: medra o mengua por cuestiones innatas; entre otras manifestaciones, el flamenco. La idea del Concurso estribaba en que no se perdiera el flamenco de raíz, que no se contaminaran los viejos custodios de ese cante. Pero intelectuales de la talla de Falla, Cerón, de los Ríos o García Lorca debían llegar a entender que en el progreso está la verdad; que el flamenco, «el cante primitivo andaluz», era, es y seguirá siendo mestizo; que precisamente esa pureza que buscaban radica en todos los aires que la impregnan.

El 16 de noviembre de 2010, la Unesco declaró el flamenco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad; reconocimiento oficial impensable en aquellos días. Fue un espaldarazo a nuestro arte, fue la verificación de una música, entre líneas se puede leer, que llega y es admirada en cualquier rincón de la tierra, que es de las más ricas que existen, si no la más brillante, al menos de entre las más recientes; que es clásica en sí misma y si Bach es Bach y Mozart es Mozart, la Niña de los Peines es también la Niña de los Peines, Paco de Lucía es Paco de Lucía y Enrique Morente es Enrique Morente.

Ya no hay fronteras. El flamenco es universal, como bien asevera la Unesco. Se puede escuchar flamenco desde el Extremo Oriente hasta Nueva York, se pueden encontrar grandes guitarristas o bailaores desde Argentina hasta Noruega. Solo en Tokio hay más academias de flamenco que en toda Andalucía. Existen festivales en todo el mundo. Nuestros artistas viajan por todo el globo y son respetados y aclamados como verdaderas estrellas.

La buena voluntad de Falla y los suyos pasaba por proteger un arte endémico y encerrado en unas pocas gargantas (de bronce o pajariles, según el caso). Era un arte intramuros, íntimo, de queja y de dolor y eminentemente andaluz. Pero en el día de hoy el flamenco no se entiende sin Extremadura y sin la zona de levante (Murcia y Cartagena); ni sin aportaciones norteñas (garrotín, farruca, montañesa, panaderas) y americanas en los cantes de ida y vuelta. Igualmente para el flamenco se extienden como provincias andaluzas Madrid y Barcelona. Sin el aporte de estos 'otros mundos', el flamenco no tendría sentido, al igual que sin el aporte de otras músicas, de otros instrumentos, de otras vivencias y sentires.

Una cosa estaba clara entre las voluntades del 22 y era dignificar el flamenco, sacarlo de las tabernas y liberarlo del «mal vivir» con el que estaba tildado por bastantes sectores de la ciudadanía. Es otro logro. El flamenco ocupa un puesto de honor en los carteles musicales y tiene abiertas las puertas de todos los teatros. El artista que vive del flamenco ya no es ese analfabeto que cantaba de memoria y gastaba su jornal antes de acabar la noche. Ahora tienen estudios (en muchos casos universitarios), están dados de alta en la Seguridad Social y manejan sus propios negocios (compañías, academias…). El artista flamenco se cuida como nunca, está inmerso en el vaivén de los tiempos y al escenario no sube otra bebida que no sea agua, por ejemplo.

Granada, en su faceta artística, está por las nubes. No hay que reivindicar ni por un momento más el flamenco granadino, como mucho hay que posicionarlo como la realidad que es. En la ciudad de la Alhambra se pueden contar los flamencos por centenares; es una realidad. Nunca ha habido una nómina más grande tanto en cantidad como en calidad. Nuestros artistas encabezan los carteles más importantes del sector y son cabeza de lanza en su disciplina.

Algunos de nuestros máximos exponentes, en la guitarra, el cante y el baile, exponen su visión. Para el cantaor Antonio Campos: «El flamenco en Granada atraviesa una de sus mejores etapas, sin duda alguna. Nos hemos convertido en el mayor bastión flamenco del globo. Granada está dando artistas flamencos como ninguna otra provincia, somos la mayor cantera actual y a un nivel altísimo. Herencia sin duda de esas sagas flamencas como los Habichuela, los Morente, los Heredia, los Cortés, los Guardia, los Fernández, los Maya, los Colorao, los Fajardo… y por supuesto a artistas como el Niño las Almendras, el Niño Osuna, Antonio Trinidad… y todos aquellos flamencos que se dejaron la piel en las cuevas y después por el mundo entero». El guitarrista Luis Mariano compara esta época del flamenco en Granada con los años 70 con la irrupción de Mario Maya, Enrique Morente, Manolete, Mariquilla, Marote, los Habichuela… «No había cartel nacional sin presencia de un granadino», recuerda. El joven violinista Ángel Bocanegra alude «a la gran cantera actual de flamencos jóvenes y la cantidad de premios que se vienen para nuestra tierra». El percusionista Miguel 'el Cheyenne' ratifica estas palabras diciendo: «Hay un gran abanico de artistas granadinos jóvenes dando mucho que hablar, tanto en el baile como en el cante o la guitarra».

Para la bailaora Fuensanta 'la Moneta' el flamenco actualmente en Granada aglutina varias generaciones, con diferentes visiones. «Creo que eso es bueno porque enriquece, declara, aunque yo echo en falta más programaciones, más recursos, residencias artísticas y un festival de gran formato en nuestra ciudad». Juan Habichuela, por su parte, solo echa de menos de otros tiempos: «Parar en una gasolinera y comprar una cinta de cassete de Pinto, de Valderrama o de Marchena e ir todo el camino dándole la vuelta por la cara a y la cara b»; y el joven guitarrista Álvaro Pérez 'el Martinete', coincidiendo con Campos y Mariano, echa de menos: «Lo que cuentan los mayores, las reuniones que se hacían, los sitios donde se podían juntar los artistas y podían compartir y aprender unos de otros». «Y la falta de festivales», considera Luis por otro lado.

Pero por encima de todo está el orgullo de ser granadino (y sacromontano en su caso), alejado de todo complejo o comparación con la Baja Andalucía. Antonio se extraña: «¿Complejo?», y argumenta: «Amo a Granada pero soy ciudadano del mundo y las gentes de los diferentes territorios me hacen sentir que pertenezco al lugar donde me encuentre», para terminar afirmando: «No conozco a ni un solo flamenco que no esté enamorado de Graná». «A veces somos los mismos granadinos los que no creemos en nosotros, opina Luis Mariano, y lo que nos falta es confianza y apoyo entre nosotros».

Para Martinete, la evolución del flamenco le parece algo enriquecedor, «ya que es una música relativamente joven, pero creo que hay que respetar un poco más lo tradicional y saber cómo usarlo para que no se pierda el carácter tan propio del flamenco»; Habichuela en cambio añade: «Todo lo que se hace con cariño, tesón y amor por la música está bien hecho, pero siempre bajo el respeto». Un respeto al que todos se unen sin distinción. «Las cosas han cambiado mucho pero tenemos que vivir el presente», culmina Campos.

«El futuro está en el minimalismo, en la desnudez, en volver a los orígenes», augura Luis Mariano. La Moneta afirma que el flamenco está en constante ebullición. Ojalá que este Centenario sirva para darle una continuidad sana y coherente al flamenco en nuestra ciudad, que el 22 no sea solo un ave de paso, sin continuidad, como ocurrió hace un siglo. Y no nos queda más que gritar, como impone el optimismo de Habichuela: «¡Larga vida para el flamenco granadino! ¡A por el próximo Centenario!».

'Justicia flamenca', por Dr. Alfredo Arrebola

«Me lleno de regocijo –dice la copla popular– al ver a esta gitana que tiene el mismo gusto mío». He sentido profundamente no haber podido asistir a las reuniones previas para conmemorar aquel histórico Concurso de Cante Jondo celebrado en el antiguo reino nazarí. Hoy, en cambio, me lleno de regocijo al ser invitados por mi buen y viejo amigo Eduardo Peralta, director de IDEAL.

Me honra plenamente haber ejercido la doble vida de docente y cantaor y, sobre todo, honesto, serio y objetivo investigador: toda una vida dedicada plenamente a la Enseñanza –Básica, Media y Universitaria– y al Flamenco. Me siento eterno deudor a la Universidad de Granada. Desde los inicios de mi vida artística quise conocer los aspectos históricos, literarios, musicales y psicoantropológicos de los múltiples y variados estilos que conforman el frondoso árbol flamenco. Por eso me atrevo a decir, con fundamento 'in re', qué es el flamenco y cuáles han sido los motivos de mis últimas investigaciones: 'Granada en el arte flamenco' (Ed. Diputación de Granada, 2018) y 'El flamenco en los escritores granadinos' (Discolibro, Ed. Zumaya, 2011).

Asimismo, la publicación de mi obra 'El flamenco en la obra poética de Federico García Lorca' (Discolibro, Granada Club Selección, 2009) dio a conocer el sentido literario, poético y filosófico del flamenco en Granada. El flamenco es, para mí, un sistema complejo de vivencias que deben ser estudiadas a la 'luz de la razón', y cuyos orígenes están en los remotos ancestros de la Historia de Andalucía. Esta definición, eminentemente subjetiva, no es más que fruto de muchas y reflexivas lecturas junto a una larga experiencia cantaora.

Es cierto que el flamenco tuvo, incluso hasta fechas muy recientes, un carácter intimista. Y es posible, asimismo, que esta ciudad estuviera influencia por la falsa definición que el Diccionario de la Lengua Española daba al flamenco a inicios del siglo XX: Cierto género de cante y baile sumamente descarado y obsceno, muy usado entre gentes bajas de mal vivir y de aficiones acanalladas. ¡Falsa y triste definición! Era el concepto que la sociedad de aquella época –influenciada por los movimientos antiflamenquistas– tenía de este género artístico; una sociedad que de una manera especial en Granada impidió que muchas personas aficionadas y dotadas para el flamenco se dedicaran 'profesionalmente' al cultivo de un arte que, sin la menor duda, forma parte del acervo cultural del pueblo andaluz. Sabemos, por tradición y experiencia que el cantaor granadino huyó siempre de la profesionalidad. Estas ideas, por fortuna, han cambiado totalmente.

Lo que no se puede admitir, bajo ningún concepto, es que un famoso pero osado flamencólogo gaditano se atreviera escribir en el Diario de Cádiz (1974) que «Granada no tiene nada que decir en el flamenco». Las afirmaciones del Sr. Suárez Ávila quedan sepultadas en la cuneta del olvido porque 'quod gratis asseritur, gratis negatur', demostrando, a su vez, su ignorancia supina acerca de la trayectoria flamenca de Granada, dado que la antigua ciudad nazarí ha sido el eje central del desarrollo histórico, social e intelectual del Arte Flamenco.

Para ello recurro a la contundente autoridad de don Manuel de Falla (1876-1946), quien, en 'Escritos sobre música y músicos', afirma: «Granada ha sido, a nuestro juicio, el punto principal donde se fundieron los elementos que han originado así las danzas del cante jondo, aunque posteriormente se hayan creado formas y denominaciones especiales de esos cantes y danzas en otros lugares de Andalucía, incluso haya sido en ellos donde mejor se han conservado».

No olvidemos las razones de Falla, ya que el músico gaditano bebió todo su caudal musical, flamenco y folklórico de su maestro Felipe Pedrell (1841-1922). Digamos, además, que esta mezcla morisco gitana puede aún observarse en Granada a través de las Zambras del Sacromonte, consideradas como las formas más primitivas del flamenco. «Allí –escribió el malogrado escritor granadino Adolfo Martínez Ruiz– las guitarras, los panderos y, sobre todo, los jaleadores que animan la fiesta se asemejan muchísimo a la zambra primitiva morisca descrita por varios pintores y escritores costumbristas de la época.

No se extrañen, benévolos lectores, que haya empezado esta breve reflexión diciendo «me lleno de regocijo», pues así será cuando el Centro Artístico –y otras entidades– den a conocer el papel jugado por Granada en la compleja y enigmática historia del Arte Flamenco, desde aquel célebre 13 de junio de 1922. No obstante quiero recordarle al Sr. Suárez Ávila algunos hechos hechos históricamente constatados:

- El Primer Concurso Nacional de Cante Jondo tuvo lugar en Granada (1922).

- La Peña Flamenca más antigua de España se encuentra en Granada (La Platería).

- La primera tesis doctoral sobre flamenco es leída y defendida por un granadino, siendo su presidente el Rector Magnífico de Granada el Dr. Gallego Morell y el Presidente de la RAE, Dr. Don Manuel Alvar López

- El primer Congreso Internacional sobre 'Flamenco y Literatura' tuvo lugar en Granada

- El primer cantaor que graba a Lorca, Juan Ramón Jiménez, Alberti, Machados, Emilio Prados, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Rafael Guillén, Antonio Carvajal –hasta 100 poetas más– es cantaor granaíno

- La primera 'Antología de la Malagueña' y 'Exaltación de la Saeta' es, asimismo, granadino; como también es granadino quien más libros de 'Flamenco y Folklore' ha publicado

- El primer monumento dedicado al Flamenco está precisamente en Granada

- Y el primer Catedrático de 'Guitarra Flamenca' lo sería don Manuel Cano Tamayo

- Como, asimismo, es posible demostrar que las primeras 'Soleares' se dan en esta tierra nazarí.

Todas estas verdades, intencionadamente ignoradas, serán objeto de estudio a lo largo de este Centenario del Concurso de Cante Jondo de 1922. Y es posible que se descubran las muchas mentiras atribuidas a Sevilla, Jerez de la Frontera, Córdoba y Cádiz.

Tengo la firme esperanza de que esta conmemoración de aquel trascendental Concurso de Cante haga 'justicia flamenca' a Granada: dar a cada uno lo suyo (Unicuique suum).

Solamente me resta decir: Honra, gloria y honor a Falla, Lorca, Fernando de los Ríos, Andrés Segovia, Hermenegildo Lanz, don Antonio Chacón, Manuel Torre, Niña de los Peines, Manolo Badajoz y a cuantos intervinieron en su proyecto y realización.

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