Hedvig Biong y Pablo Castilla, en el estudio de su cueva en El Laboratorio. RAMÓN L. PÉREZ

Lugares con encanto de Granada

Una fotografía única, en una cueva del Sacromonte

Gente de todo el mundo viene a El Laboratorio, un estudio creado por los artistas Pablo Castilla y Hedvig Biong, en el que toman fotografías artesanales con el proceso del colodión húmedo, original de 1851

Sábado, 27 de enero 2024, 00:18

Gordipapa no tiene ninguna prisa. El gato, naranja y hermoso, se deja acariciar por el sol en la puerta del número 87 del Camino del Sacromonte. Allí, junto al hogar de Curro Albaicín, está El Laboratorio. «Bienvenidos a nuestra cueva», dice Hedvig Biong, noruega ... de 39 años que llegó a Granada hace una década. «Me vine para aprender a bailar flamenco, pero todavía no sé. Creo que hay que dedicar la vida para hacerlo bien», ríe divertida. A su lado está Pablo Castilla, motrileño de 44, que prepara unas tazas de café. «El café es parte de la experiencia. Siempre empezamos por un ratito de charla, para conocernos y que los visitantes se hagan al lugar». El lugar es precioso: paredes repletas de retratos en blanco y negro, libros, postales antiguas y vinilos con solera. Al fondo, el estudio con la cámara de fotos. A la izquierda, en una salita pequeña, el taller para el proceso químico. Gordipapa se ha hecho bola en una silla de anea y ronronea. Aquí nadie tiene prisa. «¿Empezamos?».

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El Laboratorio es un estudio fotográfico especializado en fotografía del siglo XIX. Una cualidad que ya lo haría especial en cualquier lugar del mundo. Pero es que, además, está en una cueva del Sacromonte. «Este es un lugar muy, muy antiguo. Cientos de años –explica Pablo–. La cueva seguramente sería una de las paradas que los peregrinos hacían para reposar, en su camino a la Abadía. Y, como podéis ver, no está reformada».

Basta un vistazo a las paredes, rugosas y onduladas, para darse cuenta. «Seguimos con la tradición de blanquearla –añade Hedvig, que se acerca a un pequeño desconchón que deja ver el rastro de la pintura–. Me gusta pensar que es como un árbol, cada año una nueva capa de cal. Es un privilegio trabajar aquí».

Fachada de El Laboratorio y detalles del interior. RAMÓN L. PÉREZ

«¡A nadie!»

¿A quién se le ocurre montar un estudio fotográfico con técnicas del siglo XIX? «¡A nadie!», exclaman ambos a la vez, entre risas. «Nos conocimos en Granada, los dos veníamos de trabajar en estudios fuera de España», cuenta Hedvig. «Y vivíamos en el Albaicín –sigue Pablo–. Un día, caminando, vimos la cueva y se nos ocurrió que sería un lugar estupendo para un estudio». Una vez allí, ambos tenían curiosidad por aprender cómo se hacían fotos hace 150 años, en el momento en que se empezaba a entender cómo fijar una imagen en un soporte físico. «Y esa es una cuestión de tiempo, luz y química».

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En ese proceso de pura curiosidad, pasaron un año a puerta cerrada, haciendo experimentos con distintos productos y procesos. «Ahora hay un nuevo interés por los procesos analógicos, pero hace 10 años no había nada», remarca Pablo. Así que se les ocurrió una idea: contactar con expertos. «Pusimos un anuncio en Facebook. Invitábamos a la cueva a todo el que supiera trabajar el colodión húmedo. Ofrecíamos alojamiento, estudio y materiales, pero, a cambio, nos tendría que dar cuatro horas de explicaciones al día. Nos escribieron muchísimos».

Preparativos del estudio. R. L. P.

Gracias a aquellos maestros refinaron la técnica y un día, hace ocho años, abrieron la puerta del estudio al público. «Nunca con la idea de ser un local comercial. No somos tienda ni tenemos horario fijo. Aquí reina el espíritu de la curiosidad, de querer recuperar un conocimiento que ha desaparecido». Además de estudio de retratos, para el que pueden pedir cita en su web, dan clases a distintas escuelas de fotografía y crean sus propias obras artísticas. Y a todo esto, ¿qué es eso de colodión húmedo?

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El colodión húmedo

El colodión húmedo es uno de los primeros procesos que se emplearon en el siglo XIX para obtener fotografías y, también, la técnica que utilizan en El Laboratorio. El colodión es una solución de nitrocelulosa que, en reacción con el nitrato de plata, genera sales de plata, que son sensibles a la luz. «Y es colodión húmedo porque la placa tiene que estar húmeda todo el proceso –detalla Pablo Castilla–. Si se seca, no vale». La placa es de metal, aluminio, aunque históricamente se usaban de hierro, de ahí el nombre de ferrotipos. En El Laboratorio también se usan placas de cristal, ambrotipos (del griego 'ambrotos', inmortal).

Preparando el colodión sobre la placa. R. L. P.

Pese a todo, como bien sabe Gordipapa, aquí no hay prisa y se disfruta cada paso. Vamos en orden. Primero se introduce la placa en un tanque de sensibilización y, después, la placa se recubre con el colodión. Luego, se mete en un tanque de plata y se esperan tres minutos –hay tres relojes de arena unidos que Pablo y Hedvig giran en este instante–. Con la placa lista y ya sensible, se cambia a la luz roja y se introduce en el portaplacas para trasladarla sin que se estropee hasta la cámara, dentro del estudio.

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Del estudio a la mesa de trabajo. R. L. P.

«Colocamos al modelo, hacemos la toma y volvemos a la mesa». Con la luz roja, sacan la placa y, poco a poco, se revela el hechizo. Qué maravilla ese momento en el que de la nada surge una obra única. La fotografía se lava con aceite de lavanda y goma sandaraca, que deja un aroma dulzón muy especial. «Es la receta original del siglo XIX, como todo el proceso», indica Hedvig.

El resultado es una fotografía única (el precio va de los 150 a los 275 euros, según tamaño y materiales). «No hay más copias, no hay negativos. Es una fotografía artesanal y que puede durar, por lo menos, 150 años, que es el tiempo que tienen las primeras que se hicieron». Son muchos –«muchísimos»– los que, paseando por el camino del Sacromonte, se paran en la puerta de El Laboratorio y se sorprenden al ver el estudio. Pero también hay gente de fuera de España que, antes de venir de viaje, concierta una cita con ellos.

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Hedvig y Pablo, con un ambrotipo de la propia Hedvig, en la cueva de El Laboratorio. RAMÓN L. PÉREZ

«¡Viene gente de todo el mundo! Y son encuentros súper interesantes. Hacer el retrato requiere un par de horas, con lo que tenemos tiempo para vernos de verdad, para recuperar el ritual original de hacer un retrato». Así, sin prisas.

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