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carolina molina
GRANADA
Domingo, 12 de enero 2020
El escritor Benito Pérez Galdós tenía en mente una cosa en octubre de 1904: documentarse para el sexto episodio de la cuarta serie de los Episodios Nacionales. Este sería 'Aita Tettauen', el que él calificó como «el más engorroso y difícil» que realizó, llevándole a viajar a Marruecos, donde permaneció nueve días.
En el trayecto de vuelta se alojó en Granada. Sería la primera visita que realizara a esta ciudad andaluza, lo que, sin duda, sorprende. El gran viajero, el periodista intrépido, el coleccionista de arte y el curioso novelista, no conocía la Alhambra. La causa no la sabremos nunca pero la breve estancia en Granada cambió la idea preconcebida que tenía de la ciudad, a la que conocía por referencias: no era una ciudad morisca, sino una ciudad moderna.
Apenas tres años antes, el escritor canario afincado en Madrid, obtenía el mayor de sus éxitos literarios gracias a una obra de teatro: 'Electra'. Las circunstancias sociales que rodearon su estreno en el Teatro Español, el 30 de enero de 1901, fueron el detonante para que a Galdós se le considerara, desde entonces, un referente en la literatura nacional. Se convirtió en el padre de los jóvenes escritores que asomaban a la crisis del 98: Valle-Inclán, José Martínez Ruiz (luego llamado Azorín), Ramiro de Maeztu o Pío Baroja y los apadrinó a través del prólogo de una revista que ellos mismos crearon aprovechando el tirón del drama llamándola con el mismo nombre: 'Electra'.
Pero la fama también crea enemigos y esos los tuvo Galdós desde el sector más conservador. Se vivían momentos convulsos: rechazo al poder de la Iglesia (más concretamente a los jesuitas), la hermana del futuro rey se casaba con un hombre cuyo padre apoyaba el carlismo y para colmo un suceso acaparaba los periódicos del momento, el famoso caso Ubao, el de una joven que quería ingresar en un convento bajo la sospecha de haber sido persuadida por la Iglesia en contra de la opinión familiar.
España salía de una crisis moral y política importante tras la pérdida de las colonias y en la cercana Francia latía el asunto Dreyfus, el militar acusado de espionaje y despreciado por su origen judío.
Con este caldo de cultivo, Galdós estrena 'Electra' y en cuestión de días lo toman por el abanderado de la lucha anticlerical. Su libreto alcanza un éxito de ventas; cinco días después del estreno se tiraron 10.000 ejemplares a los que le siguen tres reimpresiones más. Mientras las representaciones se suceden, los sectores antireligiosos se manifiestan en diferentes partes de España, algunos con pancartas que exhiben la foto de Galdós. 'Electra' se vuelve viral, como diríamos ahora, y nace el merchandising de la época: pasteles de nombre Electra, peinados a lo Electra... Hasta su amigo Alcalá Galiano, desde Londres, le escribirá encabezando su carta como «Electrísimo amigo».
Aquel 'best seller' le salió muy caro a Don Benito. La denuncia del fanatismo y del excesivo poder de la iglesia, ya tratados en obras anteriores, como en 'Gloria' o en 'La familia de León Roch', se dimensiona ahora con la popularidad de Electra. No sabremos nunca si Galdós fue tan anticlerical (radical) como se ha dicho, pero desde luego tuvo un interés especial en entender las diferentes religiones monoteístas que formaron parte de nuestra Historia. 'Aita Tettauen' le proporcionó la posibilidad de reflexionar sobre las relaciones entre cristianos, musulmanes y judíos. Por eso se nos muestra este episodio tan vigente hoy en día y reivindica la modernidad de Galdós.
El Defensor de Granada anunciaba en su periódico del 14 de octubre de 1904 la llegada de Galdós a Tánger con este comentario: «Este viaje no es el de un turista. Viene el insigne maestro a recoger datos e impresiones para escribir su próximo Episodio Nacional, que ha de versar sobre la guerra de África». Unos días después, el 20 de octubre, el mismo periódico publica que la colonia española le ha obsequiado con un banquete y aclara que al día siguiente saldrá Galdós hacia Algeciras con intención de iniciar la vuelta.
Tal es así que el día 22, Galdós ya se encuentra en Granada y es entrevistado por un reportero del periódico el Noticiero Granadino. Todo indica que el viaje de don Benito fue de gran actividad. Cuando es entrevistado por Joaquín Rodríguez (que dice procesarle una ferviente admiración), el escritor, ya ha visto «a la ligera, la Alhambra, la Catedral y el centro de la población». El 23 tomaría la dirección de Madrid por la línea de Daifontes para volver a la capital y continuar la elaboración de 'Aita Tettauen'. Estos serían los nueve días de viaje completo, como indica la especialista María Isabel García Bolta, que en realidad serían siete pues los otros dos son de viaje de ida y vuelta. Debido al mal estado de la mar no pudo visitar Tetuán. El otoño debió ser rebelde aquel 1904, pues también asegura Galdós que el tiempo desapacible le impidió visitar «los atractivos naturales de luz y cielo (de Granada), pero ya me desquitaré en la próxima primavera, época en la que pienso volver, disponiendo de más tiempo, para que la visita no resulte de cumplido como esta de ahora». Esa visita de la primavera futura no parece que se realizara. Al menos no queda noticia de ella.
De aquella estancia cortísima, de día y medio en la ciudad alhambreña, sabemos poco, solo lo que el entrevistador, nos traslada. Hay un atisbo andalucista en las palabras de Galdós cuando declara que «Me daba fatiga oír hablar de Granada, confesando siempre que no la conocía más que por las referencias de libros y periódicos». Pero no deja de ser llamativo que un viajero tan exquisito como Galdós no llegara a pisar la ciudad de la Alhambra hasta cumplir los sesenta y un años.
«…Me sorprende hallar una población moderna, con amplias calles, buenos edificios y no escaso movimiento –comenta don Benito–. De la Granada morisca que suponía yo, a la que he visto, hay una gran diferencia».
Galdós se aloja en el Hotel Victoria, en plena Puerta Real y esquinado a la calle Recogidas, un hotel moderno y de reciente creación, posiblemente de 1900, con cúpula semiesférica de pizarra y aire historicista. Don Benito conocerá una Granada que se abre a lo moderno. Si su habitación era exterior llegaría a ver el edificio que contenía el casino a cuyos pies se encontraba el populoso Café Suizo.
Separado por la calle Mesones, permanecía abierto el Café Colón, de donde salieron seis años atrás los miembros de la Cofradía del Avellano, entre ellos Ángel Ganivet, para dirigirse a la famosa fuente. Y siguiendo el cauce del río Darro, en ese tramo cubierto ya, emergía una Granada modernísima, con altos edificios que terminaban en la Plaza del Campillo con el Hotel Alameda y su café. Muy pronto esta zona de Granada sería la más cara de la ciudad, zona de intelectualidad y ocio, cuando apenas un año después se otorgara al antiguo teatro existente el nombre de Cervantes para conmemorar el centenario de la publicación de la primera parte de El Quijote.
Granada no era muy diferente al Madrid que conocía Galdós. Dos años antes, en 1902, cuenta Juan Bustos (cronista de la ciudad) que aparecieron las primeras compañías eléctricas, la Electra de Órgiva y Eléctrica de la Vega granadina, lo que cambiaría el alumbrado público de gas. El teléfono ya se usaba entre los ciudadanos potentados. En 1890, existían en Granada dos compañías: La Peninsular y La Sociedad Telefónica de Granada. Los cafés se llenaban de la misma gente que en Madrid: intelectuales hambrientos, vendedoras de flores, pedigüeños y gamberros. También surcaban sus calles los mismos mozos de cuerda, amas de cría o leguleyos de cuello almidonado.
Galdós, en aquellos días, se interesó por el carácter de sus habitantes y por las publicaciones periodísticas, fuentes de información para sus novelas. Le dirían que los dos periódicos más representativos eran El Defensor de Granada de Luis Seco de Lucena y el Noticiero Granadino que fundara Juan Echevarría y Álvarez. A don Benito no le dio tiempo visitar, aunque lo intentó, la Cartuja, la iglesia de San Jerónimo ni la de San Juan de Dios. Como buen coleccionista, recorrió alguna de las tiendas de arte de la ciudad y adquirió algunos detalles. Permanecen en su familia tres azulejos comprados en su corta estancia: dos reconociblemente granadinos, uno con epigrafía alhambreña y decoración floral y conchas; otro con el emblema nazarí «No hay más vencedor que Allah». El tercero de los azulejos presenta más incógnitas por su color verde, más común en la azulejería sevillana. Estos azulejos permanecieron colgados de las paredes de su villa San Quintín y alguna foto hay que lo demuestra.
Por las cartas dirigidas al tangerino Ricardo Ruiz Orsatti, que le sirvió de traductor y amplió su conocimiento sobre el habla sefardí en el norte africano, sabemos que Galdós se documentó sobradamente. Gracias a este viaje, elaboró un Episodio Nacional digno de ser destacado entre los mejores.
El Defensor de Granada, el 8 de febrero de 1905, apenas cuatro meses después de la visita a Tánger, anunciaba la inminente publicación del episodio. «El día 16 del actual –aseguraba–aparecerá y se pondrá a la venta en toda España la nueva obra del insigne D. Benito Pérez Galdós, titulada 'Aita Tettauen', tomo XXXVI de sus episodios nacionales y VI de la cuarta serie». Una novela que no dejará indiferente a los granadinos, pues en ella se cuestiona el valor de nuestra mezcla racial y religiosa, la búsqueda del concepto «al-Ándalus» más allá de su visión mítica.
Pedro Antonio de Alarcón aparece como personaje de peso, un contradictorio patriota que desprecia a sus enemigos musulmanes tocándose de un turbante al escribir su famoso 'Diario de un testigo de la Guerra de África'. La novela presenta a un Galdós despojado de su antigua prosa decimonónica para cumplir con la tarea de un escritor del s. XX. «Odio la guerra», diría en boca de su protagonista Santiuste. «Cada día veo con más dolor de mi alma estos horrores inhumanos. No sé en qué consiste que casi siempre el patriotismo es un sentimiento guerrero, no concebimos la patria sino incrustada en el sentimiento de conquista». Palabras que todavía plantean, en muchos de nosotros, controversia.
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